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Paroxismo monetario y el test del algodoncito
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Fernando Primo de Rivera

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Paroxismo monetario y el test del algodoncito

El paralelismo del paroxismo monetario con el "test de marshmallow" viene a cuento para explicar la magnitud y naturaleza de los retos que tenemos por delante

Foto: La presidenta del Banco Central Europeo (BCE), Christine Lagarde, y el presidente de la Reserva Federal (Fed), Jerome Powell. (EFE)
La presidenta del Banco Central Europeo (BCE), Christine Lagarde, y el presidente de la Reserva Federal (Fed), Jerome Powell. (EFE)

"Paroxismo monetario" es una expresión —de reciente uso en un par de blogs— que encapsula la praxis de política económica por la que, tras una época de caída secular de tipos de interés, el sistema financiero se acorrala asimismo con la perpetuación de políticas monetarias en su versión no ortodoxa. La impresión de dinero. Es una práctica que en este siglo comenzó a aplicarse tras la Gran Crisis Financiera (2008), hasta este mismísimo año… (Fed febrero y BCE junio). Comenzó por pura necesidad para mantener el sistema financiero a flote, los niveles de deuda sistémicos y el "demasiado grande para caer", siguió por inercia, y pronto se transmutó en desidia, arropada como estuvo por la connivencia del estamento político que disfrutaba de los márgenes presupuestarios incrementales, hasta la intoxicación.

La financiación de déficits públicos con cargo a futuro, a la impresión, un solapamiento consciente entre políticas monetarias y fiscales, pasó pues a ser sistémica y ortodoxa. Se evitaban opciones con un alto coste político: ajustes fiscales, siempre corregibles con bajada de gastos o subidas de impuesto. Una inflación que no levantaba cabeza, la justificación académica para proseguir la perpetración. Sencillamente, fue más fácil y más gratificante para todo el mundo.

Foto: Un pescadero echa hielo sobre su mercancía en Madrid. (EFE/Luis Millán)

Psicólogos de la Universidad de Stanford desarrollaron un test (1972) para estudiar la capacidad de gratificación postergada entre una población de niños como predictor de éxito posteriormente a lo largo de la vida. Se ofrecía a los participantes la opción de un algodón dulce ahora, o la posibilidad de un premio mayor, 2 o 3 algodoncitos a futuro. Resultó un buen predictor.

El paralelismo del paroxismo monetario con el "test de marshmallow" a que hace alusión el título de estas líneas viene a cuento para explicar la magnitud y naturaleza de los retos que tenemos por delante. La dependencia paulatina de la impresión de dinero de un sistema "financiarizado" y colgado de una deuda acumulada casi exponencialmente durante décadas, pasó a ser para los mercados financieros coma una droga. Para el sistema político, la elusión de vías duras es otro algodoncito. Durante la última década, la bolsa de algodoncitos ha estado abierta a la vera del niño.

En rigor y con los principios en la mano (equilibrio presupuestario y valor fiduciario del dinero), esta práctica fue anatema para la ortodoxia económico-financiera, pues ha sido probada y requete-probada en la historia (el oro del Imperio español, la alquimia de Goethe o la república de Weimar). Pero, un diagnóstico de una economía global determinada por la emergencia de China y basado en dos observaciones como son el "estancamiento secular" (L.Summers) que hace alusión a un crecimiento por debajo de potencial, y un abotargamiento de ahorro ('savings glut') o exceso de capital por falta de oportunidades —todos en la raíz de la falta de inflación, se decidió prescribir con más dinero y liquidez aun…—.

Durante la última década, la bolsa de algodoncitos ha estado abierta a la vera del niño

Hasta que a raíz del covid, EEUU, conscientes del callejón sin salida (la "japonización" posible de la economía americana) y la enorme asimetría de efectos colaterales que la práctica imponía al electorado —entre los tenedores de activos y el resto, apuntalando aún más la desigualdad, decidió en 2020-21—, cortar con el paradigma. Le dio la vuelta al guante y se embarcó en una combinación de estímulo fiscal y monetario sin precedentes, sobre los que el mercado paso en estado de narcolepsia durante el 2021 ("inflación transitoria"), a pesar de ser denunciado por grandes arcanos de la inversión (Druckenmiller, Garthman, Gross, etc).

Efectivamente, cuando el dinero se puso allí donde realmente se volcaba en la economía real, el tercio de hogares menos pudiente, la inflación —una inflación diseñada a favor del trabajo, levantó y vaya si lo hizo—. Que hasta justo antes de la guerra, en febrero de este año, la inflación americana rascara ya el 7% y se siguiera comprando deuda…, avala la tesis del objetivo combinado: recuperar el factor trabajo y sacar al sistema de la apoplejía monetaria, aun a costa de enormes correcciones de mercado y una recesión en ciernes. Como es natural, los EEUU se han ocupado y ocupan de su propio país, electorado y constitución política. El resto es secundario. La situación bien merecía un Bretton Woods II, pero no está el horno para bollos.

Los efectos colaterales en forma de tensiones externas sobre los tipos de interés y coste de financiación sobre el resto de economías y países, son ahora flagrantes. La fortaleza del dólar añade presiones inflacionistas. En Europa, incluso antes de la guerra, la inflación rascaba ya el 3%. En países emergentes, esta combinación puede resultar letal para muchos máxime con el impacto adicional sobre costes energéticos y de alimentación a raíz de la guerra.

En Europa, incluso antes de la guerra en Ucrania, la inflación rascaba ya el 3%

La salida del paroxismo monetario es equivalente al síndrome de abstinencia en adicciones fuertes. No un proceso de varios trimestres, como parecía sugerir el anclaje psicológico de mercados este verano con un respiro, sino de años. Por descarte estratégico entre políticas económicas, la salida impostergable de bancos centrales cuya dilación solo agravaría el problema inflacionario, pone la carga del ajuste en la fiscal, que, bajo un paradigma económico determinado rayano en la ideología se despreció durante décadas. Imprescindible tirar de toda la caja de herramientas. Y hacerlo con mucha precisión.

Como se ha visto con el plan fiscal del nuevo gobierno inglés de la sra. Truss este viernes, la política fiscal también está sujeta a errores que vienen a incidir en el estrecho margen del sistema para aceptar ajustes. Un plan de recorte de impuestos de 45 bn de GB en combinada con unos gastos para aliviar la carga de la crisis energética, ha repercutido violentamente en la libra, el coste de la deuda y la bolsa. El principio de equilibrio presupuestario en economía y mercados también es cardinal, o sea irrescindible, como la gravedad… Para todos los borrachos de ideología con el cambio de paradigma, sea a un lado con el gasto (22 ministerios o cientos sino miles de millones en “igualdad de género”, etc.) o los impuestos con la carrera a la baja en fiscalidad de CCAA, un serio toque de atención.

La recomendación del BCE esta misma semana de recurrir a la política fiscal, pero de forma "selectiva" —por ejemplo, teniendo como objetivo claro el segmento más vulnerable de la población, merece todo el encomio—. La salida sistémica del paroxismo monetario requiere, por definición, cortar con la interdependencia de ambas políticas, a riesgo de convertir los sistemas monetarios occidentales en mesas cambio tipo Zimbawe.

La política fiscal también está sujeta a errores que vienen a incidir en el estrecho margen del sistema para aceptar ajustes

Europa puede no participar directamente en la guerra y no estar sufriendo ni pérdidas de personal ni destrucción de capital físico, pero las exigencias de adaptación al nuevo paradigma económico financiero, la salida del paroxismo monetario, que precede a la propia guerra, requiere una concienciación pública y política de concertación a la misma altura. Aun no habiendo formado parte de la coalición Draghi, esperemos la "mama" Meloni tenga línea directa con él para no replicar los errores de GB. Si no, apaga y vámonos.

Como decía el filósofo, "el dolor dice basta y el placer quiere eternidad". Son dos realidades insalvables de nuestra relación con la naturaleza de las cosas que persisten en el tiempo. Esta época, que ha cabalgado en la inmediatez, la trepidación, el exceso y el empoderamiento, no sale muy bien parada del test de los algodoncitos.

"Paroxismo monetario" es una expresión —de reciente uso en un par de blogs— que encapsula la praxis de política económica por la que, tras una época de caída secular de tipos de interés, el sistema financiero se acorrala asimismo con la perpetuación de políticas monetarias en su versión no ortodoxa. La impresión de dinero. Es una práctica que en este siglo comenzó a aplicarse tras la Gran Crisis Financiera (2008), hasta este mismísimo año… (Fed febrero y BCE junio). Comenzó por pura necesidad para mantener el sistema financiero a flote, los niveles de deuda sistémicos y el "demasiado grande para caer", siguió por inercia, y pronto se transmutó en desidia, arropada como estuvo por la connivencia del estamento político que disfrutaba de los márgenes presupuestarios incrementales, hasta la intoxicación.

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