Es noticia
¡La violencia contra las mujeres no es un castigo divino!
  1. España
  2. Tribuna
Elena Valenciano

Tribuna

Por

¡La violencia contra las mujeres no es un castigo divino!

El número de víctimas mortales que habían denunciado previamente es un indicador muy negativo que muestra la incapacidad del Estado de dar una respuesta eficaz

Foto: Manifestación en Barcelona por el Día Internacional de la Mujer. (EFE/Quique García)
Manifestación en Barcelona por el Día Internacional de la Mujer. (EFE/Quique García)

El mes trágico en que 10 hombres acabaron con la vida de 11 mujeres no puede quedar enterrado en reacciones de un arrebato temporal. Pensemos seriamente si la indignación social o las respuestas institucionales estuvieron a la altura de la tragedia.

La queja más certera, en medios de comunicación y redes sociales, apuntaba al hecho de que en un 50% de los casos las víctimas habían denunciado, es decir, habían reclamado al Estado que interviniese para ayudarlas a frenar la violencia.

Para quienes no conozcan las estadísticas, recordaremos cómo el Estado consiguió dar un vuelco a la impunidad y la desprotección que sufrían las víctimas, tras la aprobación de la Ley Orgánica 1/2004, de Medidas de Protección Integral contra la Violencia de Género.

Foto: Protesta en Oviedo contra la violencia machista. (EFE/Eloy Alonso)
TE PUEDE INTERESAR
Los asesinatos machistas superan las cifras de 2021: los casos del diciembre negro
M. V. P. Agencias Gráficos: Miguel Ángel Gavilanes

A finales de la década de los noventa, el primer informe del Defensor del Pueblo sobre malos tratos a mujeres señalaba que el 98% de las víctimas mortales eran mujeres que habían interpuesto una denuncia. Por aquel entonces, la denuncia aumentaba el riesgo, dado que la legislación era insuficiente, los sistemas de protección muy débiles y la Justicia permanecía indolente ante víctimas cuya voluntad y capacidad para romper la relación violenta estaba anulada por un largo calvario de destrucción psicológica y miedo.

El número de víctimas mortales que habían denunciado previamente es un indicador muy negativo que muestra la incapacidad del Estado de dar una respuesta eficaz al minimizar el riesgo.

Pero aquel fatídico 98% de asesinadas tras la interposición de denuncias se ha reducido a una media del 26% en las dos últimas décadas, según muestra la serie temporal del Informe sobre víctimas mortales de violencia de género y doméstica en el ámbito de la pareja o expareja (CGPJ). Aunque un 26% de casos es un dato muy preocupante, las alarmas han saltado, en la última semana de diciembre de 2022, al constatar que el 50% de las asesinadas había interpuesto una denuncia contra el que, finalmente, fue su verdugo.

Aunque es evidente que la ley ha salvado muchas vidas, es necesario revisar muchos parámetros

Desde la aprobación de la ley en 2004, la tónica general ha sido la mejora en la respuesta frente a esta violencia insoportable. El importante aumento de denuncias solo cabe ser leído como una mayor confianza de las mujeres en los sistemas de protección. Sin embargo, y aunque es evidente que la ley ha salvado muchas vidas, es necesario revisar muchos parámetros.

El mayor éxito de España en la lucha contra la violencia se basa en el hecho de que todos los gobiernos, desde 2004, han respetado el marco conceptual y estratégico marcado tanto por la ley de 2004 como por los convenios internacionales.

El aumento de denuncias, el paulatino descenso de asesinatos, el pionero sistema de valoración y protección, la incipiente (aunque lenta) apuesta por identificar a tiempo el problema son motivo de satisfacción, pero estas muestras de confianza no pueden hacernos perder de vista las disfunciones que se siguen dando a la hora de proteger a las víctimas. Las instituciones están obligadas —por la propia ley de 2004— a observar los déficits en la respuesta, así como construir espacios para la búsqueda de soluciones.

Foto: Manifestación del 8-M en Madrid. (EFE/Juan Carlos Hidalgo)
TE PUEDE INTERESAR
"El Estado nos falla": el 40% de las mujeres asesinadas había denunciado a su agresor
Andrea Farnós Gráficos: Unidad de Datos

Para afrontar el problema del maltrato y la violencia, lo primero es no olvidar la causa originaria, en segundo lugar, hay que identificar correctamente las variables de riesgo y en tercer lugar, combatir los factores que inciden en la perpetuación del problema.

Dicho de otra manera, no se puede afrontar la lucha de la violencia contra las mujeres sin acometer los cambios estructurales en las relaciones entre mujeres y hombres y combatir las pautas culturales que están en la raíz de la desigualdad. Nos gustaría destacar la urgencia de que algunos productos culturales dejen de alimentar la cosificación del cuerpo de las mujeres.

Hay que seguir profundizando en las variables de riesgo cuando las situaciones de estrés psicosocial y los altos niveles de sexismo disparan la probabilidad de una agresión.

Es la sobrecarga de trabajo de las unidades especializadas la que pone de manifiesto la necesidad de aumentar sus recursos

Sabemos que la lucha contra la violencia de género es una prioridad para el Ministerio del Interior y sus organismos. El impulso dado por este departamento a los protocolos policiales es, desde hace años, ejemplo de actuación en el ámbito internacional y los niveles de formación del personal operativo se encuentran entre los más altos estándares. Es la sobrecarga de trabajo de las unidades especializadas la que pone de manifiesto la necesidad de aumentar sus recursos humanos y materiales.

Cabe señalar que la Secretaría de Estado de Seguridad tiene la obligación de analizar vertientes y escenarios de cada crimen machista con la intención de mejorar las estrategias policiales para garantizar la seguridad. De ese análisis de casos surge un conocimiento sobre conductas que predicen el riesgo que debe ser compartido, por ejemplo, para el diseño de las campañas institucionales que, como viene reclamando hace años la Fundación Mujeres, deberían de estar enfocadas a dar pautas de actuación ante comportamientos de riesgo.

Si el conocimiento adquirido con el análisis de casos no se vuelca en informaciones prácticas y queda restringido al ámbito policial, otros muchos agentes implicados en la respuesta pierden una información vital, impidiendo que las mujeres y sus entornos comprendan el riesgo al que se enfrentan tras las amenazas de los maltratadores.

Foto: Foto: EFE/Juan Ignacio Roncoroni.

La minimización del riesgo, por parte de las víctimas o de las instituciones encargadas de su protección, es sin duda otro elemento clave a combatir. El diseño de planes de seguridad personalizados es complejo e involucra muchos medios, incluido un injusto, pero necesario, compromiso personal de la víctima. Pero en las políticas contra la violencia machista no cabe ningún buenismo imprudente, porque estamos ante un ejercicio de control obsesivo por parte del agresor y no cabe olvidar, como decía la fiscal Soledad Cazorla, que "cuando el cazador sale a cazar, caza".

Cuando se produce una concentración de casos como en este último mes de diciembre, las instituciones se aprestan a dar respuestas de emergencia para paliar la alarma creada. Pero, así como la violencia contra las mujeres no es un castigo divino, tampoco existen soluciones milagro. La mayoría de las medidas están ya diseñadas, pero juegan en su contra la falta de diligencia, las disfunciones entre organismos, la falta de recursos, los errores en la apreciación del riesgo y una falta de impulso para algunas medidas del pacto que no parecen haber sido entendidas por quienes han de coordinar esta política.

Foto: Dos investigadores de la UFAM de la Comisaría Provincial de Málaga encargados de capturar a los maltratadores más peligrosos. (EC)

Urge conocer qué factores o presiones determinan la retirada de las acusaciones. Urge reforzar las unidades de valoración forense para perfeccionar la evaluación del riesgo. Hay que estar especialmente atentas a la desproporción de víctimas de origen extranjero, presas predilectas de los maltratadores, al ser mujeres carentes, muchas veces, de redes sociales de apoyo.

Tras la reforma del artículo 17 de la Ley 1/2004, que acabó con la nefasta idea de que las ayudas para salir de la violencia debían condicionarse a la interposición de una denuncia penal, también urge un reforzamiento de las áreas profesionales destinadas a dar apoyo y acompañamiento durante el periodo previo a la ruptura; factor clave para asegurar una salida sin riesgo de la relación violenta.

La solución a la violencia que sufren las mujeres existe y nos implica a todos, pero principalmente a quienes trabajan en el día a día

La apuesta no puede descansar básicamente en los servicios sociales generales, sino en servicios especializados. Es necesaria una reestructuración de las áreas administrativas para la igualdad, de tal manera que puedan dedicar su conocimiento y esfuerzo en aquello que verdaderamente les compete y se dejen de sustraer recursos y esfuerzos hacia problemáticas de las que deben ocuparse otros departamentos administrativos.

Renovar el pacto contra la violencia es algo más que un supuesto acuerdo del Gobierno de España con las comunidades autónomas. El pacto de 2018 fue un trabajo compartido para la identificación de los problemas y posterior compromiso de soluciones acordadas que convocó a todos los poderes del Estado, a la sociedad civil organizada y a personas expertas.

La solución a la violencia que sufren las mujeres existe y nos implica a todos, pero principalmente a quienes trabajan en el día a día: los juzgados, los centros de salud, el sistema educativo, las fuerzas y cuerpos de seguridad del Estado, las organizaciones sociales —que son, la mayoría de las veces, el único soporte de las víctimas—. Escucharlas, acordar, coordinar y poner a su disposición los recursos que faciliten su tarea sería una buena manera de renovar, honestamente, el compromiso.

El mes trágico en que 10 hombres acabaron con la vida de 11 mujeres no puede quedar enterrado en reacciones de un arrebato temporal. Pensemos seriamente si la indignación social o las respuestas institucionales estuvieron a la altura de la tragedia.

Violencia de género
El redactor recomienda