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El sueño de la unidad de la izquierda, a veces, produce monstruos
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Joan Navarro

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El sueño de la unidad de la izquierda, a veces, produce monstruos

Los candidatos en las autonómicas saben que su suerte depende menos de sus aciertos o fracasos locales que de la dirección en la que sople el viento de la política

Foto: La vicepresidenta segunda del Gobierno y ministra de Trabajo, Yolanda Díaz. (EFE/Juan Carlos Hidalgo)
La vicepresidenta segunda del Gobierno y ministra de Trabajo, Yolanda Díaz. (EFE/Juan Carlos Hidalgo)

Arranca formalmente la campaña electoral para elegir 12 presidentes de comunidades autónomas y 8.131 alcaldes. Dediquémosles un momento, será breve. Para la gran mayoría de ellos y ellas, servir a sus vecinos y vecinas habrá sido una experiencia imborrable en el mejor y el peor sentido del término. La precariedad de la inmensa mayoría de nuestras administraciones locales, los eternos y enconados conflictos vecinales, las crecientes necesidades sociales y la impotencia para atenderlas hacen de la función de regidor un acto casi heroico y, por ello, hermoso. Los partidos se las ven y desean para encontrar candidatos salvo, quizás, en ciudades medias y grandes, en donde las cosas no andan mucho mejor. Es cierto que de mediocridad y corrupción andamos también servidos. Ser cargo electo no cambia la naturaleza humana, pero la somete a un especial escrutinio bajo el cual pocos son los que salen bien parados.

He prometido ser breve, porque poco de todo esto importará. Estos días, salvo en la España rural y alguna contadísima excepción, los candidatos y candidatas en las elecciones locales y autonómicas saben que su suerte depende menos de sus aciertos o fracasos locales que de la dirección en la que sople el viento de la política española. Las elecciones municipales y autonómicas han sido siempre un termómetro de la salud del Gobierno, que el 28 de mayo mide, además, la resistencia electoral del primer Gobierno de coalición nacional. Tanto es así que el inicio de campaña no ha sido otro que la proclamación de la única candidatura a la presidencia del Gobierno que quedaba por confirmar, la de Yolanda Díaz con Sumar.

Sumar es hoy, a falta de conocer su recorrido, la plataforma electoral de las antiguas 'confluencias' de la formación morada

Sumar, formalmente, no se presenta a las elecciones municipales y autonómicas, pero en el acto de proclamación no faltaron alcaldes y candidatos de lo que en su día fueron los "ayuntamientos del cambio" ya, definitivamente, sin Podemos, el partido que los impulsó. Sumar es hoy, a falta de conocer su recorrido, la plataforma electoral de las antiguas confluencias de la formación morada, sin su actual y reducida dirección. No son pocos los que acusan a la vicepresidenta y ministra de Trabajo a propuesta de Unidas Podemos de cierta crueldad. Incluso quienes, desde las columnas de la derecha, atribuyen la inquina a una sofisticada venganza del siempre malvado Sánchez, por supuesto, augurando un inminente desastre electoral para el bloque de la izquierda. No se alcanza a entender tan repentina preocupación por la continuidad del Gobierno de coalición que tanto se denostó.

Quizás algunos números ayuden a entender. Podemos, en 2019, ya era una formación electoramente en declive. Políticamente, fue clave en la moción de censura que en 2018 llevo a los socialistas al Gobierno, pero ya arrastraba una constante pérdida de apoyo electoral que su incorporación al Gobierno de coalición de enero de 2020 no solo no amortiguó, sino que aceleró. Tras las elecciones de noviembre de 2019, Unidas Podemos había sido abandonado por dos millones de sus electores de 2015 (el 7,5% del censo), había perdido 34 diputados, desaparecido de cinco comunidades autónomas y 21 provincias. Ese mismo año, la Comunidad Valenciana había celebrado elecciones autonómicas anticipadas, abriendo un ciclo electoral autonómico tan inusual como venía siendo la política nacional desde 2011. Cataluña y la Comunidad de Madrid celebraron elecciones anticipadas en 2021, y Andalucía en 2022. No hace falta que esperemos a los resultados de las municipales y autonómicas de mayo, este ciclo nos da ya buenas pistas de la débil situación de la fórmula electoral de Podemos + IU, respecto de 2015, cuando se presentaron por separado; Unidas Podemos retrocedió el 45% en la Comunidad Valenciana, el 59% en Cataluña y el 64% en las autonómicas andaluzas del año pasado, bajo una forzada "unidad de la izquierda" (Por Andalucía, sin Adelante Andalucía). Parece evidente que la fórmula Podemos + IU no ha logrado parar el retroceso del primero (en las generales de 2016, la suma ya restó un millón de votos, en las generales de noviembre de 2019, solo en Andalucía supuso 460.000 votos menos, el 45% del voto de ambas formaciones en 2015). Tampoco en 2000 la suma PSOE + IU logró sumar, sino todo lo contrario, restó 2,8 millones de votos en toda España, dando al PP su primera mayoría absoluta. A veces, los sueños de la unidad de la izquierda producen monstruos.

He dejado para el final el dato que creo más relevante. Si bien Podemos + IU en las autonómicas de la Comunidad de Madrid de 2021 también retrocedió un 64% respecto de 2015, cuando se presentaban por separado, no ocurrió lo mismo con su espacio electoral, que creció un 21% por el efecto Más Madrid. Esta formación llevó a votar a 138.000 electores más que su propia candidatura dos años antes. En conjunto, Podemos + IU, de un lado, y Más Madrid, de otro, movilizaron por separado 150.000 personas más que en 2015. El milagro de la multiplicación de los panes y los peces no existe, salvo que, por algún motivo, y este motivo es lo importante, se lleve a más electores a las urnas. Las matemáticas, la prima de mayoría y la famosa regla de Victor d'Hondt, son muy importantes en las 52 elecciones generales simultáneas que se producen en España (efecto provincia), pero solo operan después de que los electores se hayan decidido entre ir a votar o quedarse en casa. Desde 2019, Podemos es una formación que moviliza, sobre todo, el voto de la derecha.

Foto: La vicepresidenta segunda del Gobierno y ministra de Trabajo y Economía Social, Yolanda Díaz. (EFE/Mariscal) Opinión

Es difícil reprochar a Izquierda Unida o a els comuns, hasta la semana pasada socios de Podemos, que intenten una fórmula electoral diferente a la que se viene demostrando como un fracaso. Los electores no suelen cambian de opinión por que se les pregunte lo mismo muchas veces, para llevarlos a las urnas hay que ofrecer algo que corrija, como mínimo, los rechazos del pasado. Lo que Podemos parece no haber entendido y Sumar sí, como lo entendió Juanma Moreno en Andalucía, es que la clave de la movilización no es (ni ha sido nunca) que solo exista una papeleta, sino que al menos exista una coherente, que amplíe el espacio político en lugar de reducirlo y que, en tiempos de escasa ilusión, genere el mínimo rechazo posible. La unidad de los espacios políticos solo da réditos electorales cuando los electores votan juntos, algo que requiere trabajo, pedagogía y generosidad, pero solo genera abstención cuando sus líderes se pelean juntos en la misma papeleta electoral.

A Podemos debemos la transformación del sistema de partidos en España, un papel protagonista en la formación del primer Gobierno de coalición progresista y en el impulso del más que necesario diálogo con ERC y Bildu para la normalización de la política española. Le debemos, además, la más avanzada política social y de protección laboral de nuestra democracia en uno de los peores momentos económicos y sociales, como miembro de un Gobierno de coalición en el que, lógicas reyertas partidarias al margen, ha sido un socio leal. Pero su incapacidad de abandonar la cultura de guerrilla y sospecha, su incapacidad de transformar el reducido aparato de protección del líder en un partido plural, respetuoso con la divergencia e inclusivo, lo han convertido en una formación antipática, centrípeta y antigua. Al igual que ya ocurrió en 2015, en España es hoy más fácil que los electores cambien de papeleta que lograr que cambien los partidos que las ofrecen, por cierto, un riesgo que no le será ajeno, en su día, a Sumar.

A Sumar le puede ir mal, algo que Podemos intenta ilógica y desesperadamente. Pero sin Sumar, las puertas de la Moncloa ya estarían cerradas con Feijóo y Abascal dentro. Con la candidatura de Sumar, empieza una nueva etapa en la carrera por el Gobierno, en la que nada está ni ganado ni perdido, aún.

*Joan Navarro. Sociólogo, profesor de Ciencia Política y de la Administración en la UCM. Socio y vicepresidente de LLYC.

Arranca formalmente la campaña electoral para elegir 12 presidentes de comunidades autónomas y 8.131 alcaldes. Dediquémosles un momento, será breve. Para la gran mayoría de ellos y ellas, servir a sus vecinos y vecinas habrá sido una experiencia imborrable en el mejor y el peor sentido del término. La precariedad de la inmensa mayoría de nuestras administraciones locales, los eternos y enconados conflictos vecinales, las crecientes necesidades sociales y la impotencia para atenderlas hacen de la función de regidor un acto casi heroico y, por ello, hermoso. Los partidos se las ven y desean para encontrar candidatos salvo, quizás, en ciudades medias y grandes, en donde las cosas no andan mucho mejor. Es cierto que de mediocridad y corrupción andamos también servidos. Ser cargo electo no cambia la naturaleza humana, pero la somete a un especial escrutinio bajo el cual pocos son los que salen bien parados.

Unidas Podemos Yolanda Díaz
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