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La decadencia paralela de los independentismos catalán y escocés
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Ramón González Férriz

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La decadencia paralela de los independentismos catalán y escocés

La independencia de Escocia y de Cataluña es hoy un objetivo aún más remoto que hace apenas unos años

Foto: El expresidente catalán Carles Puigdemont. (EFE/Archivo/Julien Warnand)
El expresidente catalán Carles Puigdemont. (EFE/Archivo/Julien Warnand)
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Hace unos pocos años, tanto la sociedad catalana como la escocesa se escindieron entre los partidarios de la independencia y los de permanecer dentro de España y Reino Unido, respectivamente. Fueron rupturas prácticamente simétricas, casi al 50% en los dos casos. Pero en ambos, la iniciativa política, los resultados electorales y la movilización social estaban del lado de los independentistas. Tanto, que en algún momento se pensó que su independencia era viable, si no inmediatamente, quizá sí en una década. Hoy esta parece más remota: en muchos sentidos, el independentismo ha entrado en declive en los dos lugares. ¿Por qué?

En Cataluña, de acuerdo con el último sondeo del Centre d’Estudis d’Opinió, de la Generalitat, un 43% de los catalanes es partidario de la independencia, mientras que en 2014 lo era el 60%. Según ese mismo sondeo, si mañana hubiera elecciones al Parlament, las ganaría el PSC, que podría acabar con la mayoría independentista. Una mayoría que hoy está, además, dividida. ERC y JxCAT empezaron la legislatura gobernando juntos, pero rompieron la coalición debido a sus múltiples conflictos. Tampoco están de acuerdo en la manera de celebrar un referéndum de independencia: el plan del presidente Pere Aragonès de crear un “acuerdo de claridad” para celebrar un referéndum pactado con el Gobierno central fue rechazado la semana pasada por la CUP y JxCAT, y probablemente esté muerto.

Foto: Aragonès activa el proceso para tener en 2024 su propuesta de referéndum (EFE.-)

La presidenta de Junts, Laura Borràs, está condenada a cuatro años y medio de cárcel y trece de inhabilitación por corrupción. A pesar de sus performances, el expresidente Carles Puigdemont y Clara Ponsatí son cada vez más irrelevantes. Xavier Trias, el candidato de Junts a la alcaldía de Barcelona, oculta las siglas de su partido y no quiere hablar de independencia. Pero en Cataluña la política también se hace por otros medios, y a estos tampoco les va bien: según el Estudio General de Medios publicado este miércoles, las dos radios que apoyaron el procés, la pública Catalunya Ràdio y Rac1, del Grupo Godó, han perdido 100.000 oyentes cada una (entre el 11% y el 18% de su audiencia). Joan Laporta, el presidente del autoproclamado ejército desarmado de Cataluña, se ha defendido mal, con una idiosincrásica mezcla de victimismo y amenazas, de la acusación de posibles prácticas corruptas en el seno de su institución.

Las cosas van igual de mal para el independentismo escocés, que está representado por una única formación, el Partido Nacional Escocés (SNP, por sus siglas en inglés). Este ha gobernado en las cuatro últimas legislaturas y tiene más escaños en el Parlamento escocés que los conservadores y los laboristas sumados. Pero desde que en febrero de este año Nicola Sturgeon, su líder y primera ministra, dimitió como consecuencia de una iniciativa fallida sobre los derechos de los trans y el bloqueo de un nuevo referéndum por parte del Tribunal Supremo británico, todo les ha salido mal. El marido de Sturgeon, uno de los líderes del SNP, tuvo que dimitir por mentir sobre el número de afiliados al partido y por haber dedicado 600.000 libras de donaciones recibidas para promover la independencia a otros fines. Esta semana, el tesorero del partido fue interrogado acerca de los fondos reales de la formación. Y también se ha sabido que los auditores de las cuentas dimitieron en bloque hace seis meses.

Foto: Nicola Sturgeon y su marido, Peter Murrell, asisten a un ensayo de su discurso en la conferencia de campaña del SNP. (Reuters/Russell Cheyne)

El SNP, al igual que los partidos independentistas catalanes, siempre presumió de ser una formación más limpia y disciplinada que los demás partidos. Pero el nuevo líder del partido, Humza Yusaf, no tiene ahora muchos argumentos para defender esa afirmación. El porcentaje de apoyo a la independencia sigue estando en torno al 45% de la población, más o menos el mismo que en 2014, cuando el independentismo perdió el referéndum ante un 55% de unionistas. Los jóvenes escoceses son mayoritariamente independentistas. Pero ¿qué se les puede ofrecer sin un nuevo referéndum a la vista?

Los rasgos comunes de la decadencia

Este declive paralelo y relativamente repentino tiene varias causas circunstanciales y elementos azarosos. Pero también comparte rasgos. Ambos nacionalismos hicieron su apuesta por la independencia tras la crisis económica y sus argumentos eran parecidos: el nacionalismo catalán, en 2012, afirmaba que España le robaba dinero y le negaba un pacto fiscal más ventajoso para Cataluña; el escocés, ese mismo año, sostenía que la austeridad del Gobierno de David Cameron perjudicaba especialmente a los trabajadores escoceses. Pero la gasolina que la crisis económica supuso para estos movimientos se está agotando; de hecho, no solo le está pasando a ellos. Hoy en día, la mayor parte de los movimientos políticos insurgentes impulsados por la gran recesión —como Podemos, Syriza, el Movimiento 5 Estrellas o Alternativa por Alemaniaestán en declive.

La gasolina que la crisis económica supuso para estos movimientos se está agotando

Los nacionalismos catalán y escocés, además, cometieron el error de cambiar su estrategia en 2012. Durante mucho tiempo, los dos habían presentado la independencia como un objetivo lejano, sin fecha, por el que habría que trabajar —con ellos en el poder— a lo largo de décadas antes de encontrar el momento idóneo. El hecho de que ambos se impacientaran y quisieran la independencia en ese momento mostró sus carencias. Evidenció que solo representaban a la mitad de la población, y que la otra mitad estaba dispuesta a movilizarse si la amenaza de dejar de pertenecer a su país era real; y una vez frustrados sus intentos, se quedaron sin un proyecto y sin la posibilidad de volver a ilusionar a sus partidarios durante mucho tiempo. Para que la gente siga soñando con la independencia, es mejor no demostrarle que esta es, básicamente, inviable.

Foto: Banderas de Cataluña en apoyo de Escocia. (EFE) Opinión

Sin embargo, hay otro elemento: ambos movimientos se han quedado sin un liderazgo creíble. El SNP ha apostado por Yusaf, un candidato joven y talentoso de origen paquistaní, para demostrar que el partido es más de izquierdas que nunca y está abierto al mundo. El líder real del independentismo catalán es Pere Aragonès, un hombre empeñado en demostrar ante todo que el independentismo es capaz de gestionar bien, decidido a ganarse la reputación de serio y, de nuevo, a marcar un perfil izquierdista. Ninguno de esos reclamos resulta muy atractivo para sendos movimientos sociales a los que les prometieron épica, soluciones mágicas y una especie de redención colectiva.

¿Significa esto que el independentismo catalán y el escocés van a desaparecer? Ni mucho menos. ¿Significa que van a perder el poder en las próximas elecciones? Es improbable. Pero sí significa que la independencia de Escocia y de Cataluña es hoy un objetivo aún más remoto que hace apenas unos años.

Hace unos pocos años, tanto la sociedad catalana como la escocesa se escindieron entre los partidarios de la independencia y los de permanecer dentro de España y Reino Unido, respectivamente. Fueron rupturas prácticamente simétricas, casi al 50% en los dos casos. Pero en ambos, la iniciativa política, los resultados electorales y la movilización social estaban del lado de los independentistas. Tanto, que en algún momento se pensó que su independencia era viable, si no inmediatamente, quizá sí en una década. Hoy esta parece más remota: en muchos sentidos, el independentismo ha entrado en declive en los dos lugares. ¿Por qué?

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