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Osoro, de cerca: el pastor del padrenuestro
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Osoro, de cerca: el pastor del padrenuestro

Durante sus casi nueve años de pontificado, quien ahora pasará a ser arzobispo emérito de Madrid —y no quiere más que ser un cura de a pie— ha repetido en numerosas ocasiones que "no se comienza a ser cristiano por una decisión ética"

Foto: Carlos Osoro. (Alejandro Martínez Vélez)
Carlos Osoro. (Alejandro Martínez Vélez)

"Llega 30 minutos tarde, ¿le habrá ocurrido algo?, ¿cómo voy a tratarlo?", pensé mientras lo aguardaba en mi coche cerca de la residencia de las Hermanitas de los Ancianos Desamparados en la que estaba viviendo. Dubitativo, unos minutos después, le mandé un mensaje de WhatsApp y su respuesta no tardó en llegar: "Estoy de camino. Espérame en la puerta". Pasaron otros 10 minutos hasta que apareció su coche. Carlos Osoro Sierra —que unos meses antes había tomado posesión como arzobispo de Madrid— se bajó sonriente. "Perdona, porque llevo un día de locos", se justificó mientras me conducía al interior.

En un austero comedor, las religiosas —supuse— habían colocado con gran mimo unas fuentes metálicas con queso y jamón, cubiertas con film transparente, y nos habían dejado una botella de vino de esas que tienen tapón de rosca, por lo que me sentí en la típica casa de ejercicios espirituales y me relajé un poco. Estuvimos cerca de dos horas hablando de lo humano y lo divino: de mi experiencia profesional en varias redacciones y en la Comunidad de Madrid, del panorama mediático, de parroquias, congregaciones y movimientos, de algún jesuita al que ambos conocíamos… y, al final, acabamos fregando juntos los platos. No sé si por amor a la Iglesia o por pura inconsciencia juvenil, no intuí que el verdadero fregado era en el que me estaba metiendo al aceptar su propuesta de llevar la comunicación de la mayor diócesis de España. Lo que sí descubrí ya aquella noche es que don Carlos —como le he llamado siempre— es un pastor cercano, que pone toda su atención en la persona que tiene al lado, aunque eso le haga llegar tarde a otros sitios, y que tiene una genuina preocupación por la comunión.

Foto: Entrevista a Carlos Osoro. (Alejandro Martínez Vélez)
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Aterricé en la calle de La Pasa —donde se encuentran las oficinas de la Delegación de Medios y de Alfa y Omega— a finales de abril de 2015. Tras dos décadas de pontificado del cardenal Rouco, la gente estaba algo inquieta y expectante por las posibles decisiones de gobierno de Osoro, pero también había un voto de confianza e incluso ilusión, dadas las buenas referencias de Valencia y del resto de diócesis por las que había pasado "el peregrino", en expresión del papa Francisco. A mediados de junio, el nuevo arzobispo anunció la composición de su Consejo Episcopal, plagado de nombres de la etapa anterior y también con algunos fichajes que, a la postre, han sido su gran apoyo, como el jesuita Elías Royón, para llevar las relaciones con la vida consagrada, o José Luis Segovia, al frente de la pastoral social.

A pesar de los esfuerzos de Osoro para no romper con su antecesor e integrar distintas sensibilidades, no tardaron en llegar las filtraciones a medios ni las maledicencias en distintos corrillos. Le llovieron críticas, por ejemplo, cuando no quiso lapidar en la plaza pública a Manuela Carmena, por no acudir a su primera fiesta de la Paloma como alcaldesa, ni tampoco a su portavoz, Rita Maestre, por haber entrado semidesnuda unos años antes en la capilla de Psicología de la Complutense. La exjueza sí fue después a la celebración de la Almudena y renovó el tradicional Voto de la Villa, como hizo durante todo su mandato, pidiendo a la Virgen que en Madrid no se huyera "del sufrimiento del otro". La actual líder de Más Madrid —a la que escuchó en privado— participa habitualmente en la fiesta de la patrona de la capital e incluso le ha ofrecido flores, probablemente por cálculo electoral, pero también —¿por qué no?— con una renovada visión de que el hecho religioso tiene cabida en el espacio público y agradecida a una Iglesia que se mostró como una Madre.

Durante sus casi nueve años de pontificado, quien ahora pasará a ser arzobispo emérito de Madrid —y no quiere más que ser un cura de a pie— ha repetido en numerosas ocasiones que "no se comienza a ser cristiano por una decisión ética o una gran idea, sino por el encuentro con una Persona", como remarcaba Benedicto XVI en Deus caritas est. También ha insistido en que los cristianos hemos de llevar "la alegría del Evangelio a otros" y promover la "cultura del encuentro", en línea con lo que el papa Francisco plantea desde Evangelii gaudium. Y, sobre todo, ha intentado vivirlo, aunque eso le haya costado incomprensiones y ataques. Frente a una Iglesia que reunía a multitudes en la calle para denunciar la persecución a la institución familiar, optó por recibir una a una a centenares de familias en la Almudena para recordarles que Dios las ama y que su tarea es hacer presente ese amor en la sociedad. Frente a una Iglesia que se erige en actor político y solo pone el foco en determinadas páginas del Evangelio y del Catecismo, se ha reunido con dirigentes de todo signo y ha intentado sumar esfuerzos por el bien común, sin dejar de hablar de la Verdad ni denunciar, entre otras cuestiones, el aborto y la eutanasia. Frente a una Iglesia hermética, reservada a puros y fariseos, ha querido que esta sea un auténtico "hospital de campaña" y ha mirado siempre a las periferias, en plena sintonía con el sucesor de Pedro, que lo creó cardenal en 2016.

placeholder El cardenal y arzobispo de Madrid, Carlos Osoro, durante una entrevista con EC. (A. M. V.)
El cardenal y arzobispo de Madrid, Carlos Osoro, durante una entrevista con EC. (A. M. V.)

Consciente de que "un cristiano, cuando reza el padrenuestro que salió de labios de Jesús, está reconociendo un título, hijo de Dios, y otro título, que es hermano de todos los hombres", de la mano de don Carlos nacieron iniciativas tan necesarias como la Mesa por la Hospitalidad o el Proyecto Repara. La primera reúne a distintas entidades de Iglesia para acoger de emergencia a migrantes y refugiados que se encuentran en la calle, haciendo así verdad el "fui forastero y me hospedasteis". La segunda es la oficina de atención a víctimas de abusos, que se ha convertido en una referencia en España al colocar a la persona en el centro, apostar por la escucha y el acompañamiento e intentar avanzar en prevención y transparencia para afrontar una lacra por la que, varias veces, el propio purpurado ha pedido perdón en público.

Estos son dos de sus grandes aciertos, pero quedan en el tintero otros como su empeño en escuchar a los laicos en el Plan Diocesano de Evangelización y en el Sínodo; los cerca de 120 sacerdotes ordenados y su sensibilidad con los religiosos; la incorporación de mujeres a la Curia; sus encuentros permanentes con jóvenes; su estima a las hermandades y cofradías, o las causas de beatificación y canonización promovidas. Quedan también sus visitas a los internos de Soto del Real; su cercanía a Cáritas Diocesana y a quienes trabajan en sitios como la Cañada Real; su cuenta de Twitter y su buena disposición a aparecer en medios y allí donde le dejaran "hablar de Cristo", o su impulso al Encuentro Europeo de Jóvenes de Taizé, al Encuentro Internacional Paz sin Fronteras o al reciente Año Santo de San Isidro...

Foto: Carlos Osoro (centro), obispo de Madrid. (Efe) Opinión

Entre sus errores quizá esté no haber sido más valiente en algunas decisiones de gobierno y, al mismo tiempo, haber tirado la toalla a la hora de reconectar con esa parte del clero diocesano que, con menor o mayor razón, está descontento con su gestión. Emergen, además, nombramientos como los de los responsables de fundaciones, que buscaron aprovecharse de estas y le hicieron vivir sus momentos más complicados como arzobispo, aunque, gracias a Dios, poco a poco todo se está desenmarañando en los tribunales.

Este lunes, 12 de junio, a mediodía, pocas semanas después de que el cardenal Osoro cumpliera 78 años, el papa Francisco ha aceptado su renuncia —presentada cuando alcanzó los 75, como es preceptivo—. Ahora yo, que dejé mi cargo hace unos meses, espero que por fin podamos poner fecha a esa comida pendiente en la que hablar de lo humano y lo divino de nuevo. Aunque ya no tendré que regañarle por sus largas homilías, seguro que me preguntará por mi familia y recordaremos muchos momentos de estos años, con profundo agradecimiento y una sonrisa a pesar de todo. Su sustituto será el hasta ahora obispo auxiliar José Cobo, otro buen pastor. Digan lo que digan, ambos han sido grandes colaboradores y hay entre ellos un gran cariño y una admiración sincera. Tengo la certeza de que, con los acentos que estime oportunos, el nuevo arzobispo seguirá trabajando para que, en una sociedad tan falta de sentido como la nuestra, la Iglesia sea ese "hospital de campaña" en el que todos, con nuestras heridas y preocupaciones, podamos encontrarnos con Cristo.

*Rodrigo Pinedo Texidor fue director de Comunicación del Arzobispado de Madrid durante ocho años.

"Llega 30 minutos tarde, ¿le habrá ocurrido algo?, ¿cómo voy a tratarlo?", pensé mientras lo aguardaba en mi coche cerca de la residencia de las Hermanitas de los Ancianos Desamparados en la que estaba viviendo. Dubitativo, unos minutos después, le mandé un mensaje de WhatsApp y su respuesta no tardó en llegar: "Estoy de camino. Espérame en la puerta". Pasaron otros 10 minutos hasta que apareció su coche. Carlos Osoro Sierra —que unos meses antes había tomado posesión como arzobispo de Madrid— se bajó sonriente. "Perdona, porque llevo un día de locos", se justificó mientras me conducía al interior.

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