Es noticia
Tras UPyD y Cs, es inviable otro partido de centro
  1. España
  2. Tribuna
Ramón González Férriz

Tribuna

Por

Tras UPyD y Cs, es inviable otro partido de centro

Parece que surgirá un nuevo proyecto político de centro. Pero si estos dos partidos fracasaron, ¿por qué deberíamos pensar que triunfará un nuevo intento con la misma gente y las mismas ideas?

Foto: Nace la plataforma Nexo, con la que quieren impulsar un nuevo partido en la estela de Ciudadanos. (EFE/Fernando Villar)
Nace la plataforma Nexo, con la que quieren impulsar un nuevo partido en la estela de Ciudadanos. (EFE/Fernando Villar)
EC EXCLUSIVO Artículo solo para suscriptores

Parece que surgirá un nuevo proyecto político de centro. O puede que dos. Sus impulsores formaron parte de UPyD y Ciudadanos. Sus propuestas son las mismas que las de UPyD y Ciudadanos. Cualquiera que se sienta centrista y aborrezca la política de bloques y la influencia del nacionalismo catalán en el Gobierno debería celebrar su aparición, como celebró la de UPyD y Ciudadanos. Pero si estos dos partidos fracasaron, ¿por qué deberíamos pensar que triunfará un nuevo intento con la misma gente y las mismas ideas?

El manifiesto fundacional del partido promovido por Fernando Savater, Francesc de Carreras y Andrés Trapiello, entre otros, se titula La tercera España. Cita los célebres versos de Machado sobre la alta probabilidad de que, en nuestro país, un bando u otro te acabe helando el corazón. Hace un retrato muy negativo de la situación política y culpa de ello al PSOE y el PP, pero más al primero y, en especial, a Pedro Sánchez. La solución que plantea es, "por racionalismo e instinto de conservación", la creación de un partido de izquierda socialdemócrata que apele a la "tercera España, hoy huérfana de representación". Por su parte, Edmundo Bal y Francisco Igea, ambos exdirigentes de Ciudadanos, presentaron ayer, junto a otros impulsores Nexo, una plataforma que estudiará la creación de un nuevo partido "reformista y progresista". También ellos mencionaron la orfandad de muchos centristas.

Los años del regeneracionismo

En la década posterior a la crisis financiera, la retórica centrista y regeneracionista generó entusiasmo entre algunas élites españolas y una parte relevante de la clase media joven. Ese era el momento idóneo, creíamos muchos, para impulsar importantes reformas de la Administración Pública, de la regulación económica y laboral, de la educación y del estado del bienestar. Muchas de las ideas que en esos años se plantearon en el interior de ese movimiento eran buenas y oportunas. Pero este tenía evidentes carencias y contradicciones que, en realidad, eran las mismas que han tenido todos los intentos regeneracionistas españoles desde el siglo XIX. Por un lado, era un movimiento abiertamente tecnocrático: los puntos principales de su programa de reformas eran obra de altos funcionarios, catedráticos de derecho y economía, intelectuales y profesionales de la política. Pero, al mismo tiempo, Rosa Díez adoptaba de vez en cuando una retórica populista contra la casta y el sistema. Por un lado, UPyD y Ciudadanos se definían como centristas, pero siempre estuvo claro que se encontraban más cerca de la derecha que de la izquierda. Albert Rivera nunca quiso pactar con el PSOE, aunque tuvo oportunidades inmejorables para hacerlo tras las elecciones autonómicas de 2019.

Foto: Nace la plataforma Nexo, con la que quieren impulsar un nuevo partido en la estela de Ciudadanos. (EFE/Fernando Villar)

Esto último fue algo más que una contradicción coyuntural. Era su ADN. Lo que impulsó el nacimiento de estos partidos, y guio su posterior y fracasada trayectoria, fue la sensación de que el PSOE y el PSC habían traicionado a España en general, y a los fundadores de las nuevas formaciones en particular. Estos tenían muchas razones para pensar que el PSOE se había desviado del que consideraban su cometido principal: ser un partido de la izquierda liberal constitucionalista. Pero, en realidad, muchos de quienes hace quince años pusieron en marcha esos proyectos se habían pasado toda la vida decepcionados con el PSOE. Durante los años ochenta y los noventa, porque era demasiado de derechas y occidental —Savater hizo campaña por el No en el referéndum de la OTAN; Félix de Azúa, fundador de Ciudadanos, escribió artículos memorables contra la generación de socialistas que abandonó el obrerismo revolucionario por la corbata y el orden burgués—; a partir de los 2000, porque era demasiado de izquierdas y proclive al nacionalismo y no respetaba el legado de la Transición y el felipismo, que tanto habían criticado. Por supuesto, estoy a favor de que la gente cambie de opinión. Pero no tanto de que su autobiografía se convierta en la excusa para fundar partidos.

La causa más profunda

Por supuesto, la negativa a pactar con el PSOE no fue la única causa del fracaso del movimiento reformista. Ni será ese el único motivo del fracaso del nuevo intento (es revelador que el manifiesto La tercera España critique a todo el mundo, e insulte a la izquierda, pero reivindique la "concordia"; y un poco cómico que lamente el "peligroso fraccionamiento del electorado" pero proponga un nuevo partido que, en caso de llegar a cuajar, lo cual es improbable, lo fragmentaría aún más). Entonces, fallaron también la selección de personal, la estrategia política y, por encima de todo, los liderazgos de Díez y Rivera.

Pero seguramente hay una razón aún más dramática y profunda por la que ahora se producirá un nuevo fiasco: la falta de viabilidad de un partido liberal y centrista en España es estructural. No hay espacio electoral para él. Los experimentos fallidos han destruido la confianza de la mayor parte de centristas que, hace años, creyeron que el proyecto era posible. La nueva situación política es clara: cuatro partidos nacionales grandes no dejan espacio a uno nuevo. El clima de polarización hace la vida imposible a quien aspire a ejercer de bisagra. La izquierda española no se ha aliado con el independentismo a causa de las malas ideas, y las necesidades demasiado evidentes, de Sánchez: su alianza es estructural y seguirá ahí cuando Sánchez se haya ido.

Es cierto que algunos votantes centristas nos sentimos huérfanos. Pero somos muy pocos. Estamos sobrerrepresentados en los medios de comunicación y en algunas capas tecnocráticas de la sociedad. No hay coherencia ideológica entre nosotros. No hay ningún liderazgo verosímil. Y ya nos hemos acostumbrado al dilema que supone escoger entre la derecha y la izquierda. A estas alturas, eso es más fácil de tragar que ver cómo vuelve a fracasar el centrismo porque una docena de hiperactivos promotores creen que, haciendo las cosas de la misma manera una vez más, van a obtener un resultado distinto.

Parece que surgirá un nuevo proyecto político de centro. O puede que dos. Sus impulsores formaron parte de UPyD y Ciudadanos. Sus propuestas son las mismas que las de UPyD y Ciudadanos. Cualquiera que se sienta centrista y aborrezca la política de bloques y la influencia del nacionalismo catalán en el Gobierno debería celebrar su aparición, como celebró la de UPyD y Ciudadanos. Pero si estos dos partidos fracasaron, ¿por qué deberíamos pensar que triunfará un nuevo intento con la misma gente y las mismas ideas?

Ciudadanos UPyD
El redactor recomienda