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Netanyahu: el fin del ilusionista
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Netanyahu: el fin del ilusionista

El líder israelí hizo creer a la población que era posible superar el conflicto palestino sin resolverlo realmente. La masacre del pasado sábado ha roto esa idea

Foto: El primer ministro israelí. (Reuters/Abir Sultan)
El primer ministro israelí. (Reuters/Abir Sultan)

Se ha convertido en un topos, fruto de la pereza o ignorancia de muchos periodistas y analistas, el dar por sentado que el primer ministro israelí Benjamín Netanyahu es un extremista belicoso que lidera "el Gobierno más radical en la historia de Israel". Es cierto que la coalición que conforma su administración cuenta con partidos extremistas y que Netanyahu ha liderado un preocupante asalto al poder judicial... pero lo mismo podría decirse de algún gobierno europeo y aquí nadie habla de "nazis" o "fascistas".

En realidad, Netanyahu no es ningún halcón (usando la jerga geopolítica). Esto es fácil de desmontar porque cuenta con una larga carrera política: ha estado al frente del Gobierno de Israel entre los años 1996-1999, 2009-2021 y desde el 20 de diciembre de 2022. Pese a su retórica, durante sus años como primer ministro no tuvieron lugar ni la Segunda Intifada ni la guerra del Líbano de 2006. Tampoco comenzaron bajo su mandato las operaciones militares en Gaza como respuesta a los ataques de Hamás. Pese a sus discursos, Netanyahu se ha abstenido siempre de llevar a cabo ninguna acción contra el programa nuclear iraní que pudiese desembocar en una guerra abierta con la República Islámica. Por el contrario, tanto con Hamás como con Irán, Netanyahu se limitó a una estrategia de guerra aérea limitada a Gaza y Siria, que mantuviese a raya a sus enemigos sin arriesgar una escalada y limitando siempre las bajas entre combatientes y civiles.

El país parecía gozar de los beneficios de la paz sin solucionar la crisis en Cisjordania y Gaza

Esta política, bautizada como "la guerra entre las guerras", no buscaba neutralizar las amenazas a Israel, sino convertirlas en algo manejable con lo que se pudiese convivir. Los bombardeos esporádicos nunca eran suficientes como para expulsar a Irán de Siria o desmantelar a Hamás en Gaza. No era ese el objetivo. La idea era mantenerlos en una posición de debilidad —destruyendo periódicamente algún depósito de munición o base logística y eliminando a algún alto mando— para retrasar la llegada de la confrontación final. La lógica subyacente era que, si Hamás e Irán se mantenían en una posición débil en Gaza y Siria, no se atreverían a entrar en guerra con Israel. En el caso del Líbano, los cazas israelíes sobrevolaban regularmente Beirut para recordar a Hezbolá que vigilaban sus movimientos de cerca. Por supuesto, todo era una ficción. Irán y Hamás se rearmaban y preparaban pese a los bombardeos puntuales. Y Hezbolá aumentaba su arsenal de misiles, sobrevolasen o no los cazas israelíes en misión de reconocimiento. Sin embargo, estas acciones conferían una falsa sensación de seguridad entre la población israelí.

Foto: Fuerzas antidisturbios rodean una manifestación vetada a favor de Palestina en la plaza de la República de París. (EFE/Teresa Suárez)

El proceso de reconciliación con las monarquías árabes reforzó esta sensación de engañosa seguridad. Israel por fin normalizaba las relaciones diplomáticas con importantes (y ricos) países árabes sin necesidad de resolver el conflicto con los palestinos. Como decía Netanyahu hace solo unos días, los palestinos apenas representan un 2% de la población árabe y no pueden seguir dictando la política del 98% restante. Esto coincidió con un boom económico que transformó a Israel en la start-up nation. Netanyahu abrazó entusiasmado la idea de convertir Tel Aviv en un cruce de Silicon Valley y Los Ángeles. Israel se promocionaba como la California del Mediterráneo. Y todo sin necesidad de abrir el melón del conflicto palestino. El país ya parecía gozar los beneficios de la paz sin tener que solucionar la crisis en Cisjordania y Gaza. Ese fue el espíritu de la era Netanyahu: creer que era posible superar el conflicto palestino sin resolverlo. La ilusión creada por Netanyahu fue ofrecer a los israelíes la posibilidad de vivir como si ya no existiera.

Israel se adentraba en la edad post-heroica, similar a la de cualquier otro país occidental. Lejos quedaba el espíritu de los pioneros y el kibutz. El bróker, el youtuber, la modelo, el científico, la emprendedora... eran la nueva imagen de una Israel que cada vez era más Atenas (entendida como arquetipo de una sociedad libre, de comerciantes y sabios) y menos Esparta (entendida como paradigma del vigor, las virtudes marciales y la disposición al sacrificio).

placeholder Israel se promocionaba como la California del Mediterráneo. (EFE/Abir Sultan)
Israel se promocionaba como la California del Mediterráneo. (EFE/Abir Sultan)

La masacre del pasado sábado ha roto la ilusión: una que pensaba que las poblaciones israelíes junto a la Franja de Gaza serían similares a las de los pioneros del antiguo Oeste que vivían en la frontera, rodeados de indios. Sin embargo, casi todos los civiles murieron desarmados en sus casas y, a unos pocos kilómetros de Gaza, celebraban una rave hippie con un Buda gigante. ¿Rescatará la tragedia a Israel de su ensoñación? Es probable, a tenor de las primeras imágenes que hemos visto: el bróker, el youtuber, la modelo, el científico y la emprendedora acuden en masa a las oficinas de reclutamiento y se transforman rápidamente en soldados dispuestos a dar su vida por su país. En Europa no cabe esperar lo mismo.

*Javier Gil Guerrero es Investigador del Instituto Cultura y Sociedad de la Universidad de Navarra.

Se ha convertido en un topos, fruto de la pereza o ignorancia de muchos periodistas y analistas, el dar por sentado que el primer ministro israelí Benjamín Netanyahu es un extremista belicoso que lidera "el Gobierno más radical en la historia de Israel". Es cierto que la coalición que conforma su administración cuenta con partidos extremistas y que Netanyahu ha liderado un preocupante asalto al poder judicial... pero lo mismo podría decirse de algún gobierno europeo y aquí nadie habla de "nazis" o "fascistas".

Benjamin Netanyahu Conflicto árabe-israelí
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