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Lo bueno de Junts es que, en general, no miente
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Ramón González Férriz

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Lo bueno de Junts es que, en general, no miente

A Junts hay que tomárselo en serio e interpretarlo de manera literal. Porque, en general, cuando dice que planea algo, es verdad

Foto: La portavoz de Junts en el Congreso, Míriam Nogueras. (Europa Press/Carlos Luján)
La portavoz de Junts en el Congreso, Míriam Nogueras. (Europa Press/Carlos Luján)
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Cuando Donald Trump se presentó a las elecciones estadounidenses por primera vez, decía cosas que los políticos experimentados sabían que eran inviables o inconstitucionales. Ante el escándalo que generaban esas afirmaciones, sus primeros partidarios sugirieron que a Trump había que tomárselo en serio, pero no interpretar lo que decía de manera literal. Por ejemplo, si prometía que construiría en la frontera con México un muro de las mismas dimensiones que la Gran Muralla China, decían estos trumpistas, no había que interpretar que haría exactamente eso, sino que mejoraría las políticas migratorias con contundencia, pero ajustándose a las leyes. Quería decir eso, pero hablaba con metáforas.

Lo bueno del nacionalismo catalán, y de Junts en particular, es que no habla con metáforas. Hay que tomárselo en serio e interpretarlo de manera literal. Porque, en general, cuando dice que planea algo, es verdad.

¿Sorpresa? ¿Qué sorpresa?

Por eso resulta tan sorprendente la estupefacción que han mostrado el Gobierno, los diputados socialistas y los medios de izquierdas ante la negativa de Junts de apoyar la amnistía. Porque Junts nunca ha escondido sus planes. Cuando el presidente Pedro Sánchez ha dicho que su inclusión en la gobernabilidad de España es buena para la democracia, Junts siempre ha dicho que no pretende “dar ninguna gobernabilidad, ninguna estabilidad”, sino conseguir la independencia de Cataluña, en palabras de Laura Borràs. Cuando la izquierda ha tratado de explicar que el objetivo de la amnistía es la concordia, Junts ha insultado a buena parte de la ciudadanía con la que supuestamente debe hacer las paces, diciendo que la cultura española se basa en la “picaresca” y que su sistema político es un “agujero negro”, en palabras de Carles Puigdemont. Cuando Félix Bolaños dice que la ley de amnistía debe ser impecablemente constitucional, sus co-redactores independentistas afirman que la Constitución les trae completamente sin cuidado. Cuando la izquierda dice que lo bueno de la amnistía es que aliviará a centenares de personas comunes que se dejaron engañar para participar en actividades ilegales, Junts responde que la medida debe cubrir especialmente los delitos vinculados al terrorismo y la cooperación con Vladímir Putin, que solo afectan a la élite independentista. Cuando los nacionalistas dicen ho tornarem a fer, es porque quieren de verdad volver a hacerlo.

El PSOE puede tratar de explicar que es necesario tragar con todo esto para asegurar la existencia de un Gobierno de izquierdas estable y evitar la repetición de las elecciones y una posible victoria de la derecha. Pero es asombroso que, después de 12 años de procés, siete de acciones judiciales, seis de Gobierno apoyado en el independentismo, tres de indultos y medio de negociaciones para la amnistía, se crea que Junts no habla de manera literal cada vez que dice que su proyecto político pasa por generar el caos en España y dañar todo lo posible su reputación internacional.

Uno podría pensar que se trata de cinismo, y es probable que haya algo de eso. Pero en una parte de la izquierda existe la genuina tendencia a creer que el independentismo no habla de manera literal o que, en todo caso, tras el fracaso del procés, adopta posturas radicales para satisfacer y alentar a un electorado alicaído, pero no porque crea genuinamente en ellas y en su viabilidad. En ese sentido, ha sido aleccionador ver a diputados socialistas quejarse de que Junts exige al Gobierno cosas inconstitucionales o que chocarían con el derecho de la UE, como si no hubiera estado haciendo exactamente eso desde las leyes de desconexión del Parlament del 6 y 7 de septiembre de 2017. O que El País tuviera que señalar en su editorial de ayer que “Junts fuerza los límites por su propio beneficio”, como si el partido de Carles Puigdemont no hubiera transmitido claramente desde hace meses que en el centro de la operación estaba el retorno de los fugados.

Amnistía, presupuestos y más allá

El Gobierno va a seguir negociando las enmiendas a la ley de amnistía, y es muy posible que ceda en muchos aspectos para conseguir el apoyo de Junts en una nueva votación. Si eso sucede, después de eso negociará con ellos los presupuestos. En el proceso, es probable que ERC se sienta obligada a subir sus exigencias y, para no quedar atrás en la pugna existente dentro del independentismo, reitere aún con más énfasis que su objetivo es un referéndum de independencia durante esta legislatura.

Foto: La portavoz de Junts en el Congreso, Míriam Nogueras. (Europa Press/Carlos Luján) Opinión
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Mientras eso suceda, el PSOE debería por lo menos abandonar su retórica optimista sobre la inclusión de los antisistema en la gobernabilidad y asumir públicamente que los partidos explícitamente anticonstitucionales suelen pedir, cuando negocian, cosas anticonstitucionales. Si decide seguir adelante con esta legislatura que tan difícil se le ha puesto desde el principio, debería dejar de hacerse ilusiones, y de tratar de creárselas a sus votantes, sobre la concordia en España y la normalización en Cataluña. Junts no ha venido a traer la paz, sino la espada. Y cada vez que lo haga explícito, la izquierda debería aceptar que es cierto y asumir el precio que deberemos pagar.

El independentismo tiene incontables efectos perniciosos, pero también la ventaja de que suele decir la verdad acerca de sus planes. Ahora solo hace falta que el Gobierno le escuche. Y que entienda que va en serio y lo interprete de manera literal.

Cuando Donald Trump se presentó a las elecciones estadounidenses por primera vez, decía cosas que los políticos experimentados sabían que eran inviables o inconstitucionales. Ante el escándalo que generaban esas afirmaciones, sus primeros partidarios sugirieron que a Trump había que tomárselo en serio, pero no interpretar lo que decía de manera literal. Por ejemplo, si prometía que construiría en la frontera con México un muro de las mismas dimensiones que la Gran Muralla China, decían estos trumpistas, no había que interpretar que haría exactamente eso, sino que mejoraría las políticas migratorias con contundencia, pero ajustándose a las leyes. Quería decir eso, pero hablaba con metáforas.

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