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Estado, gobierno, y prosperidad: esas fruslerías
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Estado, gobierno, y prosperidad: esas fruslerías

La deriva iliberal de este gobierno corrompiendo el Estado de Derecho y haciendo del enfrentamiento una consigna política es nuclear

Foto: El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez. (EFE/Javier Lizón)
El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez. (EFE/Javier Lizón)

Dice Fernando Savater en su última obra, Carne gobernada, que “en un mundo donde reina la frivolidad, lo esencial hay que explicarlo”. La cita viene a cuento porque en una democracia liberal moderna que se precie por tal, dilucidar hasta la extenuación la distinción entre la figura del Estado y el gobierno, en este país es crítico. La deriva impúdica de este gobierno con la colonización de instituciones, la voladura de la separación de poderes a cuenta de la amnistía, y el nepotismo de amigos, amiguetes y familiares sin ningún mérito en puestos oficiales, acopian un inventario de dislates públicos que constituye una marca distintiva.

Las ramificaciones del caso Koldo, que veremos dónde llegan, compondrán el último capítulo en fascículos de una lista de desvaríos que ha pasado de la S, a la XX, y al género “gore”. A mí, que me encantan los clásicos, me reverbera aquello de Ockham. Que la explicación más sencilla es la más probable: el más coleguis en el ministerio con más dinero. Con criterio de pudor público allende los Pirineos ¿cuántas dimisiones hubiera debido haber estos años?

Lo cierto es que la emergencia del papel del Estado en todo Occidente para afrontar dos crisis sistémicas en el último lustro, pandémica y la guerra de Ucrania, ha propiciado la coartada operacional ideal para aprovechar esa querencia a la confusión. Con el panorama geopolítico que se perfila sólo irá a más. Eso sí, en clave europea. Claro que, a la la hora de defender un perímetro nacional, la concertación aquí anda como perdida y dispersa entre reductos territoriales y el designio universal.

Siempre, siempre, es la misma pauta por parte de la práctica socialista, excepción hecha de la socialdemocracia alemana: confusión entre Estado y gobierno. Apropiación del espacio de encuentro común para la cosa pública, aderezado con aquello de que “el dinero público no es de nadie”. No que del otro lado no roben, pero sí que hay mucho más cuidado para hacer del Estado suyo.

Foto: El presidente del Ejecutivo, Pedro Sánchez, interviene en la sesión de control al Gobierno. (EFE/Mariscal) Opinión
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Comentaba el director de este diario recientemente que esto pasa por leer demasiado a Mazzucato. Me pregunto si siquiera nos alcanza el nivel de discurso de la economista italiana. La razón de fondo es quizás mucho más triste y de mayor calado. Esto pasa por no leer y aprender de nuestra propia historia. Y no hay que irse a los fracasos probados sin excepción de modelos comunistas de desarrollo. Esta confusión entre gobiernos y Estado fue la pauta política en la que precisamente degeneró nuestra II República. Aunque la ley de memoria democrática, frívolamente y sin el debido rigor y recato, se empeñe en otra cosa.

En la misma línea de desmemoria cabe apuntar lo poco que aprendimos de la última crisis gorda del 2010-2012. Tras la crisis euro, como recuerdo en el epílogo de mi libro ( La economía que viene, una propuesta radical), el economista Cesar de Molinas señaló en su obra ¿Qué hacer con España? el modelo arquetípico de cómo fallan las naciones. La consagración de marcos institucionales extractivos de rentas por parte de unas élites concretas encuentra en la subordinación al nacionalismo, un caso de laboratorio.

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La cuestión de la calidad de un Estado de Derecho precede con mucho el asunto de si más o menos Estado en la economía. La cuestión real es qué tipo de Estado- y ahí están las economías nórdicas con alta participación compartiendo niveles de productividad y renta per cápita en lo alto de la tabla. La cuestión cardinal es si contamos con un Estado de Derecho en el que impera el rigor de ley. No aprendimos lo suficiente de la crisis anterior cuando es eso, y sobre todo eso, la nota diferencial crítica entre jurisdicciones periféricas y el núcleo de Europa. Casos como el de Koldo espantan de raíz cualquier conato de concertación, tan urgente en estos tiempos. Y veremos qué pasa con los fondos europeos.

Un Estado de Derecho de calidad es el criterio distintivo de las alturas en una tabla de riqueza. Junto con la innovación tecnológica y la educación media de la población, lo que permite a una economía acceder a mayores niveles de productividad y mayores salarios. Es el vector que articula la tensión necesaria entre los factores de producción, entre los interlocutores económico y sociales, para que opere con efectividad las maravillas de “la mano invisible” del mercado. De la mano visible, un Estado de Derecho, funciona la invisible del mercado.

Cuando el espacio de la cosa pública, el Estado de derecho, el que entiende la ciudadanía como libres e iguales, converge con la impersonalidad de leyes y disposiciones de política económica- el consumidor, el contribuyente-, se alcanza el terreno fértil para que crezca la prosperidad. No hay más magia que recuperar la calidad del Estado de Derecho. Es una labor de esfuerzo y meritocracia de lustros, no del corto plazo. A base de reformas y concertación política para llegar a acuerdos de Estado, lo que por sistema precisamente ha volado la política del “no es no” y la polarización. Van para siete años ya…

Foto: El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez. (Europa Press/Eduardo Parra) Opinión
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La deriva iliberal de este gobierno corrompiendo el Estado de Derecho y haciendo del enfrentamiento una consigna política, es nuclear. No hay comunicación pública que no esté marcada por la incriminación a la oposición. Mire donde se mire. Condena a empresarios, confrontación entre arriba y abajo, la corrupción modélica de una ley de amnistía “ad hominen” que cambia impunidad por votos parlamentarios, el asalto a la justicia y a la separación de poderes, la consagración de nacionalismos y la prebenda para gobernar. No queda tierra por quemar. Sólo queda saber hasta dónde va a llegar este estropicio. Dense bola.

Nos recordaba Javier Gomá recientemente que el mismo Platón conminaba “a dejar a los hijos en herencia antes pudor que oro.” ¡Estos clásicos!

Dice Fernando Savater en su última obra, Carne gobernada, que “en un mundo donde reina la frivolidad, lo esencial hay que explicarlo”. La cita viene a cuento porque en una democracia liberal moderna que se precie por tal, dilucidar hasta la extenuación la distinción entre la figura del Estado y el gobierno, en este país es crítico. La deriva impúdica de este gobierno con la colonización de instituciones, la voladura de la separación de poderes a cuenta de la amnistía, y el nepotismo de amigos, amiguetes y familiares sin ningún mérito en puestos oficiales, acopian un inventario de dislates públicos que constituye una marca distintiva.

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