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Irredentismo o 70%: esta es ahora la fractura entre Junts y ERC
Ambos partidos compiten por el poder de manera descarnada y sus líderes se detestan. Pero, más allá de algunas pequeñas discrepancias ¿en qué se han diferenciado?
Durante buena parte del procés, ha sido difícil identificar cuáles eran las diferencias estratégicas entre Junts y ERC. Ambos partidos han competido por el poder de una manera descarnada y sus líderes se han detestado, y se detestan, mutuamente. Pero, más allá de eso, y de algunas pequeñas discrepancias en cuestiones económicas y sociales, ¿en qué se han diferenciado? La respuesta no estaba clara.
Sin embargo, en los últimos tiempos, y especialmente ahora, ante las elecciones de mayo, se ha podido advertir cómo sus estrategias han divergido. Su interpretación del procés es distinta. Imaginan caminos distintos para alcanzar la independencia. Y si se miran con un poco de calma los resultados de las elecciones de 2021, es posible aventurar que ello se debe a razones demográficas, geográficas e incluso psicológicas. Hoy, Junts defiende el irredentismo épico; en buena medida, porque muchos de sus votantes viven en lugares en los que casi nunca se cruzan con no independentistas y creen vivir en un país monolítico. Muchos votantes de ERC, en cambio, viven en lugares en los que se ven obligados a reconocer que Cataluña es un sitio plural en el que los contrarios a la independencia no son monstruos fascistas, sino gente común.
Las diferencias
Como ha reiterado Carles Puigdemont desde 2017, para Junts el referéndum no solo fue válido y legal, sino que su resultado está vigente. Quienes no participaron, renunciaron voluntariamente a la oportunidad de hacerlo, y la supuesta represión del Estado, si acaso, le da una legitimidad extra. La declaración de independencia del 27 de octubre quedó en suspenso por magnanimidad. El principal reclamo de Junts para regresar al poder, pues, es hacerla efectiva. Los líderes de Junts reconocen que eso puede requerir tiempo. Puede implicar negociaciones con el Gobierno español para que el proceso se haga con una cierta bilateralidad. Puede incluso requerir nuevas movilizaciones o campañas en Europa. Pero Cataluña ya se ha ganado la independencia y solo queda implantarla.
La visión de ERC es hoy distinta. Como ha contado en varias ocasiones Jordi Muñoz, que fue uno de los intelectuales de referencia de Esquerra y hoy dirige el Centre de Estudis d’Opinió de la Generalitat, no puede declararse la independencia con un apoyo de menos del 50%, y tras un referéndum en el que se abstuvieron casi todos los no independentistas. La declaración unilateral del 27 de octubre fue un error, porque evidenció que no había nada preparado para hacerla efectiva y que ningún país la iba a reconocer. El trabajo de quien lidere la Generalitat es hacer crecer la población independentista hasta que el resto de España, y el Gobierno nacional, consideren inevitable la independencia y se resignen a encontrar una vía para ella. Cuando haya un 70% de apoyo, eso será posible. ERC se postula para hacer ese trabajo.
Ambas posturas son poco realistas. En Junts saben que declarar la independencia el día después de que Puigdemont fuera investido sería tan estéril como lo fue el 27 de octubre. Y en ERC saben que el porcentaje de votantes independentistas no ha crecido en una década y que es poco probable que lo haga entre las nuevas generaciones. Pero al menos esta última versión del independentismo tiene en cuenta, ni que sea mínimamente, la pluralidad de Cataluña.
Ahora bien, más allá del afán de diferenciarse como ofertas políticas que durante años han sido prácticamente indistinguibles, ¿a qué responde esa divergencia?
La Cataluña homogénea vs la heterogénea
Esta hipótesis no es plenamente original. Y hay que tener en cuenta que la ciudad de Barcelona es una gran excepción. Pero las elecciones de 2021 mostraron algunos patrones que pueden explicar una parte de estas divergentes estrategias políticas y de mentalidad que hay detrás de ellas.
En 2021, por ejemplo, en 38 municipios un partido obtuvo más del 50% de los votos. De estos, en 35 casos, se trató de Junts. A este partido le va muy bien en lugares pequeños y homogéneos. De hecho, existe una cierta correlación: en los lugares más homogéneos —donde todo el mundo es nacionalista—, los independentistas votan más a Junts; en los más heterogéneos —es decir, allí donde viven muchos no independentistas— los votantes independentistas prefieren a ERC. Un estudio académico liderado por el politólogo Ignacio Jurado, de la Universidad Carlos III, estudia la hipótesis de que "los individuos que residen en vecindarios en los que tienen interacciones mínimas con ciudadanos que tienen distintas ideas sobre la independencia muestran una mayor polarización sobre esta cuestión".
En definitiva: los independentistas que viven en entornos en los que todo el mundo es independentista, y apenas se tratan con quien no lo es, son quienes siguen en modo irredento y votan a Junts —por ejemplo en Girona—. Mientras que los que viven en lugares donde el contacto con los no independentistas es cotidiano, votan a ERC y han adoptado una postura un poco más gradual —por ejemplo, en el cinturón industrial de Barcelona—.
Sartén y brasas
Estas estrategias divergentes, pues, se basan en la mentalidad de los electores, que a su vez está fuertemente vinculada a la geografía y la distribución demográfica. Eso no significa que una de las dos sea mejor para los catalanes no independentistas. Junts les ignora, no les considera demócratas y, probablemente, ni siquiera catalanes. Aunque la postura de ERC es más respetuosa, sus métodos para conseguir que aumente la población independentista son los clásicos del pujolismo pero con una inyección extra de esteroides: políticas identitarias, victimismo, utilización espuria de la educación y una concepción puramente ideológica de los medios de comunicación públicos. Las dos mentalidades, de hecho, parten de un mismo punto de vista: la sensación de que si Cataluña no proclama su independencia en un momento u otro, la identidad catalana está condenada a desaparecer.
Estos son los marcos mentales de los independentistas para las elecciones de mayo. Ninguno de los dos es una buena noticia. Pero ya no se puede decir que sea el mismo.
Durante buena parte del procés, ha sido difícil identificar cuáles eran las diferencias estratégicas entre Junts y ERC. Ambos partidos han competido por el poder de una manera descarnada y sus líderes se han detestado, y se detestan, mutuamente. Pero, más allá de eso, y de algunas pequeñas discrepancias en cuestiones económicas y sociales, ¿en qué se han diferenciado? La respuesta no estaba clara.
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