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La derecha radical europea quiere parecer respetable
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Ramón González Férriz

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La derecha radical europea quiere parecer respetable

Le Pen y Weidel han decidido cambiar su estrategia para seguir el ejemplo de Giorgia Meloni, que ha pasado de militar en el neofascismo a parecer una homologable líder de centroderecha

Foto: Alice Weidel, colíder de Alternativa para Alemania. (EFE)
Alice Weidel, colíder de Alternativa para Alemania. (EFE)
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El presidente de Agrupación Nacional, el partido de Marine Le Pen, no parece un fanático de extrema derecha. Jordan Bardella tiene 28 años, suele vestir traje y corbata oscuros con camisa blanca, y habla en la televisión como cualquier otro líder francés de su generación. Desde que está en campaña para las elecciones europeas, hace cosas anodinas, como dar una conferencia en una de las escuelas de negocios más importantes de Francia o cortejar a la élite económica del país.

Pero eso era impensable hace no mucho en un partido que se presentaba como el tribuno del pueblo llano en lucha contra la vieja clase alta liberal francesa. Como señalaba The Economist hace unas semanas, Agrupación Nacional es cada vez más un partido de los educados y prósperos. Un 26% de quienes tienen estudios universitarios votaron a Marine Le Pen en la segunda vuelta de las últimas elecciones presidenciales.

El último síntoma es su fichaje estrella para las elecciones europeas, que Bardella ha lanzado bajo el lema "Francia vuelve, Europa renace". Fabrice Leggeri estudió en la Ecole Nationale d’Administration, de la que salen la mayor parte de los altos funcionarios y muchos políticos franceses (entre ellos, Emmanuel Macron), y fue entre 2015 y 2022 el director de Frontex, la agencia europea encargada de la gestión de las fronteras. Su discurso contra la inmigración, como el de su nuevo jefe, es duro. Y, de hecho, tuvo que abandonar su puesto en Frontex porque fue acusado de maltrato a los inmigrantes. Pero es evidente que no le faltan credenciales. Encuestas recientes indican que Agrupación Nacional podría obtener un 30 por ciento de los votos en las próximas elecciones europeas, diez puntos más que la formación de Macron.

¿Significa eso que el partido ha abandonado su radicalismo? En absoluto. En la presentación de su campaña, Bardella insistió en que el partido no pretende sacar a Francia del euro y la UE, pero utilizó su vieja retórica de siempre: "Las naciones —dijo— deben recuperar el poder que la UE les ha confiscado". Su partido sigue simpatizando con Vladimir Putin y admira el autoritarismo cristiano de Viktor Orbán en Hungría. Y no es solamente partidario de reducir la inmigración, sino que aún cuenta entre sus filas con partidarios del viejo fascismo francés.

Alternativa ¿liberal?

Quien sí mantiene un discurso duro es Alternativa por Alemania, el partido de derecha radical que tiene magníficas expectativas en las elecciones europeas, las tres regionales que se celebrarán en septiembre y las nacionales del año que viene. Pero su apariencia también ha cambiado. Su colíder, Alice Weidel, es lesbiana y tiene dos hijos con su pareja, una productora de cine procedente de Sri Lanka. Es doctora en economía. Trabajó para Goldman Sachs y Allianz Global Investors. Y en más de una ocasión se ha definido como una "liberal clásica".

Lo cual es difícil de conciliar con su propio partido. En los últimos meses, la agencia de inteligencia del Gobierno alemán ha puesto bajo vigilancia a algunos miembros del partido por su extremismo. A principios de este año, estalló un escándalo cuando se supo que algunos representantes habían hablado con otros miembros de la derecha radical europea sobre la posibilidad de expulsar no solo a los inmigrantes ilegales, sino incluso a nacionales descendientes de inmigrantes que, a su juicio, no estuvieran integrados. Weidel también contempla la posibilidad de sacar a Alemania de la UE: cree que esta se debe reformar desde dentro, pero si no fuera posible lograrlo plantearía un referéndum como el del Brexit, que considera un ejemplo a seguir.

En España, Vox ha despedido a sus miembros más conservadores y ha dado un papel más visible a Jorge Buxadé

Pero lo cierto es que Weidel, que viste impecables camisas y trajes de chaqueta como las de cualquier ejecutiva, reviste estas opiniones de respetabilidad burguesa, como si fueran puro sentido común y lo contrario del extremismo.

El ejemplo de Meloni

Agrupación Nacional y Alternativa por Alemania han decidido cambiar su estrategia para seguir el ejemplo de Giorgia Meloni, que ha pasado de militar en el neofascismo radical italiano a parecer una homologable líder de centroderecha. Aunque ambas formaciones tienen buenas expectativas, sus circunstancias son distintas: en Francia, el centro-derecha tradicional está en declive, mientras que en Alemania sigue siendo robusto. Pero esta mezcla de convencionalismo y radicalidad hace cada vez más difícil que el resto de partidos mantengan sus "cordones sanitarios"; de hecho, estos están cayendo a toda velocidad en todas partes. Y seduce a amplias clases medias que, a pesar de su enfado, no quieren sentir que votan a nihilistas.

Mientras tanto, en España, Vox parece circular en dirección contraria. En lugar de buscar la respetabilidad como sus hermanos mayores francés y alemán, ha despedido a sus miembros más convencionalmente conservadores —como Iván Espinosa de los Monteros— y mejor conectados con la élite empresarial española —como Rubén Manso, exfuncionario del Banco de España—. En lugar de orillar la fuerte influencia de las teorías de la conspiración y el radicalismo nacionalista entre sus dirigentes, ha dado un papel más visible a Jorge Buxadé, que cada vez apuesta más por relatos que no tienen puntos de conexión con la clase media española.

La derecha radical no solo tendrá un buen resultado en las elecciones europeas, sino que cada vez será más decisiva en Francia y Alemania, además de en Países Bajos, Suecia y Finlandia, donde su participación en la gobernación es casi inevitable, e Italia y Hungría, donde gobierna. Quizá siga esta senda de la respetabilidad y la relativa moderación y se convierta en el nuevo centro-derecha. Pero no me haría demasiadas ilusiones. Sus nuevos y serenos líderes, como los viejos y excéntricos, no son simples conservadores: son revolucionarios que quieren deshacer buena parte del sistema político, económico y cultural de Europa. Quizá convenzan a muchos votantes. Pero no por ello serán, como repite Weidel, liberales-conservadores. A diferencia de estos, no pretenden preservar, sino destruir.

El presidente de Agrupación Nacional, el partido de Marine Le Pen, no parece un fanático de extrema derecha. Jordan Bardella tiene 28 años, suele vestir traje y corbata oscuros con camisa blanca, y habla en la televisión como cualquier otro líder francés de su generación. Desde que está en campaña para las elecciones europeas, hace cosas anodinas, como dar una conferencia en una de las escuelas de negocios más importantes de Francia o cortejar a la élite económica del país.

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