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Responsabilidad política y 'responsividad' mediática
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Responsabilidad política y 'responsividad' mediática

Ambas figuras se entremezclan a menudo como si fueran lo mismo, cuando no puede ser igual responder (ser 'responsivo') que asumir responsabilidades políticas, por mucho que se parezcan

Foto: El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez. (Europa Press/Alejandro Martínez Vélez)
El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez. (Europa Press/Alejandro Martínez Vélez)

En su multipremiado libro Democracy for Realists: Why Elections Do Not Produce Responsive Government (2016), Achen y Bartels afirman, entre otras muchas cosas, la existencia de una teoría vulgar de la democracia repleta de asunciones absurdas que en la mayoría de las ocasiones son promiscuamente manejadas como si fueran verdades incontrovertibles, tanto por la cultura popular como por una doctrina científica que dándolas de antemano por buenas sencillamente no las cuestiona. Dejaremos a Tecnos la traducción al español de una de las más formidables monografías sobre política de la última década, debida a dos reputados profesores de Princeton y Vanderbilt, y nos centraremos solo en un punto de su análisis que en el actual momento español tal vez puede resultar particularmente esclarecedor. No es lo mismo responsabilidad que responsividad.

La responsabilidad política en un régimen parlamentario como el nuestro (art 1.3 CE), es la consecuencia lógica de la investidura que el presidente del Gobierno (art.99.3 CE), y el Gobierno con él (arts. 99.2 y 100 CE), reciben de los diputados que actúan según su criterio (art. 67.2 CE) y deben su mandato al pueblo (art.1.2 CE). Responder políticamente significa que el Ejecutivo dé cuenta de sus acciones y omisiones, así como que ofrezca explicaciones continuamente sobre lo que pretende hacer. Es una figura de derecho público construida desde la idea de que en democracia quien ejerce el poder es solo un mero tenedor fiduciario que debe rendir permanentemente justificaciones por sus intervenciones. Por su parte, responsividad es una palabra nueva - que por no estar no está ni en el diccionario - que hace referencia a la repetida dación de razones a que parece impelido quien algo pretende respecto de aquel que pueda ofrecérselo. Es un término neutro que pone el acento en la necesidad de insistir y convencer a la otra parte de la buena fe propia. Hace referencia no a la administración de una confianza que no se tiene, sino al deseo de obtenerla a base de reiteradas aclaraciones. Es más propio del comercio y del derecho privado, en que las partes buscan darse seguridades mutuas, que del derecho público, donde constantemente hay que dar cuentas por una confianza que a priori se posee.

Todas estas precisiones vienen a cuento de que en este mundo de confusión entre lo público y lo privado, ambas figuras se entremezclan a menudo como si fueran lo mismo, cuando no puede ser igual responder (ser “responsivo”) que asumir responsabilidades políticas, por mucho que se parezcan. Las dos pueden coincidir e ir juntas, pero en todo caso se trata de cuestiones muy diferentes en fondo y forma. Con unos ejemplos tal vez se entienda mejor lo que se pretende decir.

Responsable y responsivo ha sido, sin ir más lejos, el honorable Pere Aragonès, que ha asumido plenamente su responsabilidad por haber convocado unas elecciones que ha perdido, y frente a las que automáticamente ha “respondido” dimitiendo de manera inmediata. Ni responsable ni responsivo es el señor Marlaska que acostumbra a hacer como si no fueran con su departamento los acontecimientos que vulneran una seguridad pública que a todas luces depende de su ministerio. Enormemente responsivo pero no siempre responsable parece ser el presidente del Gobierno cuando hace frente a las peticiones de rendición de cuentas de su Gobierno exponiendo su particular visión de las cosas.

La tendencia es hacer confundir 'responsividad' con responsabilidad para presentar las respuestas como rendición de cuentas

En un Gobierno constitucional, la responsabilidad deriva no de la presunción de inocencia a la que como ciudadanos todos tenemos derecho por imperativo constitucional, y que solo un juez puede desmentir por medio de una sentencia firme. En el régimen parlamentario la responsabilidad significa una rendición de cuentas (accountability) derivada de la posición de confianza que nace de la investidura. Es una consecuencia de la confianza que previamente se ha otorgado por el Parlamento, que exige necesariamente explicar de lo que se ha hecho y lo que se está haciendo. La responsabilidad política es un deber, la responsividad una facultad de libre disposición; la primera atiende a obedecer, la segunda procura agradar; la responsabilidad es dar cuenta de algo que no es propio y que se tiene en confianza, la responsividad supone la capacidad de responder a las demandas de unos ciudadanos que tienden a pensar y actuar únicamente como consumidores.

En el actual momento mediático que viven las sociedades posmodernas, la tendencia natural es confundir y hacer confundir responsividad con responsabilidad para presentar muchas veces las respuestas como rendición de cuentas. Una dinámica perversa que a la postre se traduce en la dilución de los mecanismos de la democracia, y, por tanto, en la degradación de uno de los principios claves que fundamentan la vida constitucional, la confianza a largo plazo conseguida a fuerza de un continuo rendir cuentas, esto es, fundada en el hecho de responder políticamente de la acción de gobierno.

*Eloy García, catedrático de Derecho Constitucional.

En su multipremiado libro Democracy for Realists: Why Elections Do Not Produce Responsive Government (2016), Achen y Bartels afirman, entre otras muchas cosas, la existencia de una teoría vulgar de la democracia repleta de asunciones absurdas que en la mayoría de las ocasiones son promiscuamente manejadas como si fueran verdades incontrovertibles, tanto por la cultura popular como por una doctrina científica que dándolas de antemano por buenas sencillamente no las cuestiona. Dejaremos a Tecnos la traducción al español de una de las más formidables monografías sobre política de la última década, debida a dos reputados profesores de Princeton y Vanderbilt, y nos centraremos solo en un punto de su análisis que en el actual momento español tal vez puede resultar particularmente esclarecedor. No es lo mismo responsabilidad que responsividad.

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