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La política se va a llenar de 'Alvises' (y no solo de derechas)
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Ramón González Férriz

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La política se va a llenar de 'Alvises' (y no solo de derechas)

Hay que olvidarse de los partidos y apostar por la marca personal. Como un emprendedor cualquiera. Solo que en el sector público

Foto: El líder de la agrupación de electores Se Acabó la Fiesta, Luis 'Alvise' Pérez. (EFE)
El líder de la agrupación de electores Se Acabó la Fiesta, Luis 'Alvise' Pérez. (EFE)
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Ahora, la política es una rama del entretenimiento. Por lo tanto, para convertirse en político por la vía rápida, hay que ser famoso primero.

Si Pablo Iglesias hubiera querido entrar en política hoy, no habría fundado un partido. Habría reforzado su perfil mediático como tertuliano, se habría abierto canales en YouTube y Telegram, y habría prescindido de las molestias de tener que compartir el poder con ideólogos afines, escribir un programa electoral que nadie iba a leer y purgar a los chalados o los rivales que se colaran en su organización. Lo mismo podría decirse de Albert Rivera.

Quizá hace una década o dos tuviera sentido seguir confiando en la noción tradicional de partido, que se presenta a todas las elecciones y quiere representantes municipales, autonómicos, nacionales y europeos, con el fin de ir escalando y alcanzar la presidencia del país. Hoy, eso resulta inverosímil. La llegada a la celebridad política, y al poder, funciona de otra manera.

Los viejos partidos resisten, los nuevos no funcionan

Por supuesto, los viejos partidos siguen vivos, con sus experimentadas estructuras, sus cientos de empleados, sus juventudes y fundaciones, sus conexiones con los grandes medios de comunicación y sus edificios corporativos. Es improbable que en los próximos años llegue a la presidencia alguien que no sea del PSOE o del PP. Pero quien quiera entrar en el juego ahora debe hacerlo de otro modo.

Foto: Cartel publicitario de Alvise Pérez para las elecciones europeas del 9 de junio. (Agencias)

Por eso resulta tan estéril la insistencia de Sumar en convertirse en algo parecido a un partido, con un líder mediocre y un montón de cargos que transmiten las órdenes y el argumentario de la cúpula hacia las obedientes capas inferiores de la jerarquía; hoy, eso es imposible con estructuras relativamente jóvenes. Esa es, también, la razón por la que ha fracasado Izquierda Española. Su fe en la vieja forma de hacer política ha resultado casi enternecedora: un líder poco carismático que escribe un libro con sus ideas, se rodea de intelectuales de prestigio, consigue el apoyo de unos cuantos medios de comunicación y da mítines en locales pequeños es una receta muerta. Por eso, también, resulta exasperante la insistencia de Edmundo Bal, y de otros como él, en crear un nuevo partido centrista por las vías tradicionales. Nada de eso va a funcionar en el futuro.

Las razones son múltiples. Ser un activista en la red es más fácil que ser un afiliado que alquila locales, moviliza a la gente y organiza mítines. Mucha gente construye ya sus preferencias al margen de los medios y socializa ideológicamente solo de manera digital. Quizá ya somos demasiado desobedientes, y nos parece absurdo someternos a la brutal dictadura que son los partidos. Los tradicionales financiadores de las nuevas aventuras políticas quizá ya no estén tan dispuestos a jugarse su dinero.

Foto: Feijóo, junto a Montserrat y Gamarra, en Génova este lunes. (Europa Press/ Matias Chiofalo)

Alvise lo ha entendido instintivamente. Su ascenso se convertirá en una receta para los muchos oportunistas que le sigan. Ha tenido éxito, pero si hubiera fracasado, se habría hecho un poco más famoso de lo que ya era, lo que no es poco para alguien cuyo modelo de negocio es ser una estrella mediática. Ni siquiera sabemos quiénes son los otros eurodiputados de su candidatura, por lo que no tendrá que compartir el poder con nadie. Dice que renunciará al dinero del Parlamento Europeo, pero ideará la manera de utilizarlo para impulsar su carrera. Si los medios tradicionales empiezan a hacerle caso, más a su favor; si no, ya ha demostrado que no los necesita. Y no pretenderá tener concejales en Tarrasa, diputados en Murcia y un programa elaborado por economistas y sociólogos. Su negocio es unipersonal. Es un emprendedor.

El modelo para los nuevos políticos

Y ese es el modelo sobre el que construirán sus carreras políticas otros muchos que no vean claro lo de meterse en las juventudes del PSOE y el PP, o incluso de Vox, y tragar décadas de disciplina. Y, también, de quienes, una vez sean famosos por otras vías, quieran diversificar sus ingresos, los mecanismos por los que se sustenta su fama y de paso blindarse judicialmente: a fin de cuentas, eso fue lo que hicieron los dos modelos de este tipo de político, Silvio Berlusconi y Donald Trump.

Como escribí hace meses, era inevitable la aparición de una escisión de Vox liderada por un personaje mediático. Casi todos los partidos europeos de esta clase las han tenido: de Eric Zemmour en Francia a Nigel Farage en Reino Unido, pasando por Thierry Baudet en Holanda. Y habrá más, también en España. Esperen una larga sucesión de tuiteros, escritores, presentadores, tiktokers, periodistas y políticos rebotados de otras formaciones que acusen a Vox de haberse aburguesado, de ser ya un partido normal y corriente.

Foto: Alvise Pérez, durante su comparecencia del domingo. (EFE)

Pero espérenlo también en la izquierda. Tras el fracaso y la probable descomposición de Sumar, unos cuantos nostálgicos poscomunistas siguen utilizando fórmulas de hace años: “reconstruir el espacio”, “recoser heridas”, “recobrar la alegría”. Es en vano. Iglesias lo olió hace un tiempo y por eso ha convertido Podemos en una empresa familiar de la que la operación más importante es un aparato mediático que produce contenidos que no tienen ninguna vinculación con la realidad, pero bastan para generar credulidad y fidelidad. Y en la que ya no hay más programa electoral que la lucha con el rival del mismo bloque.

Pero el próximo líder de la izquierda tardo-revolucionaria no será Iglesias, sino alguien más joven, más nuevo, que entienda incluso mejor que, para entrar con fuerza en la política, hay que olvidarse de los partidos y apostar por la marca personal. Como un emprendedor cualquiera. Solo que en el sector público.

Ahora, la política es una rama del entretenimiento. Por lo tanto, para convertirse en político por la vía rápida, hay que ser famoso primero.

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