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Tribuna
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Sánchez dice gobernar de acuerdo con la ciencia. Es solo postureo
El presidente ha anunciado la contratación de 22 científicos para asesorar a los ministerios. Por talentosos que sean, estarán sometidos a las políticas oportunistas y electoralistas que establezca el presidente. Hay precedentes
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A principios de diciembre, Pedro Sánchez se reunió con 22 científicos que se incorporarán a los ministerios para asegurarse de que las políticas públicas que estos impulsan están basadas en la ciencia. Los asesores han sido elegidos "en un proceso transparente y objetivo basado en méritos", dijo la nota de prensa de Moncloa. Con esta iniciativa, "España busca elevar y consolidar el papel de la ciencia en las labores gubernamentales y situarse en la vanguardia internacional de esta práctica".
Muchos de esos científicos son grandes profesionales. Por eso, es una pena que, según auguran los precedentes, se trate de una medida cosmética. A Pedro Sánchez y a su Gobierno les encanta rodearse de científicos, utilizar retórica tecnocrática y citar papers académicos y datos. Luego, como todos, toman decisiones oportunistas y basadas solamente en el interés político.
De Tezanos a Morant
Hay muchos ejemplos de ello en la primera línea del Gobierno. En una entrevista en El País, el director del CIS, José Félix Tezanos, se describió a sí mismo como científico; sin embargo, la manera en que "cocina" las encuestas sobre intención de voto no se basa en el método de la ciencia, sino en el interés político: favorecer al partido del que forma parte.
José Luis Escrivá llegó al Gobierno con una merecida fama de tecnócrata económico, cuyo rigor técnico demostró en el Banco Central Europeo, el Servicio de Estudios de BBVA y en AIReF, el organismo independiente que supervisa la situación fiscal del país. Sin embargo, cuando fue nombrado ministro, impulsó una reforma de las pensiones que iba en contra del consenso científico sobre su sostenibilidad y presentó un sistema para impedir que los menores puedan acceder a la pornografía online, conocido como "pajaporte". Este diseño, según casi todos los expertos en criptografía y ciberseguridad, hacía inviable su implantación de manera segura y eficaz.
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En 2018, Pedro Sánchez tuvo la magnífica idea de poner al frente del Ministerio de Ciencia a Pedro Duque, quien tenía una larga experiencia en instituciones científicas públicas y privadas. Pero pronto se cansó de su criterio y, justo cuando empezaba la pandemia, el acontecimiento de la historia reciente que más necesario ha hecho el conocimiento científico, lo sustituyó por una apparatchik sin ninguna credencial científica: Diana Morant. Hoy, esta se enfrenta a fenómenos tan graves como las inundaciones de Valencia con una visión estrictamente partidista.
Científicos partidistas
Sin embargo, la atracción de Sánchez por la gestualidad científica y su desdén por los resultados de esta, cuando interfieren en sus planes políticos, ha impactado aún más entre los rangos inferiores del Gobierno. Concretamente, en los cargos de libre designación de los ministerios y Moncloa que, incluso antes de la presentación de estos nuevos asesores científicos, debían impregnar las políticas públicas de sus conocimientos tecnocráticos. Y es justo reconocer que tenían esos conocimientos: he tenido la suerte de conocer a muchos de ellos, y son profesionales muy sólidos.
Sin embargo, muchos de ellos se han amoldado al carácter de este Gobierno y han abandonado la ciencia por el partidismo y la mera política coyuntural. Supongo que muchos se han cansado de repetir que existe un amplio consenso científico en que algunas medidas del Gobierno, como el tope de los alquileres, o los mecanismos de la llamada "solidaridad intergeneracional", son contraproducentes y fracasarán.
Pero, por encima de eso, muchos han adoptado la actitud de peones de los partidos. El ejemplo más evidente es Diego Rubio, quien llegó al Gobierno con el encargo de reunir a sólidos científicos para prever las tendencias a largo plazo de la sociedad española —cosa que, más allá de las dificultades intrínsecas de pensar a 25 años vista, lograron hacer con seriedad—, pero que ha acabado convertido en el jefe de Gabinete del presidente, quizá el puesto más político y combativo que quepa imaginar.
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Este fenómeno ha repercutido en algo que estudió este mismo año uno de los papers que estos científicos sociales dicen reverenciar. Se titula "La ciencia politizada: el coste de credibilidad de la expresión política en Twitter", y lo firmaron académicos de la Universidad de Bath, la Erasmus University de Rotterdam y el Imperial College de Londres. Según su investigación —que, debo decir, tampoco es nada del otro mundo—, cuando los científicos se politizan, y llevan esa politización a Twitter, cosa que han hecho muchas de las personas a las que me refiero, pierden buena parte de su credibilidad en tanto que científicos. A partir de entonces, solo tiende a otorgarles credibilidad la gente que comparte ideología con ello. Es decir, se convierten en meros actores partidistas.
Parte de todo esto es inevitable. No está claro que un ministro científico sea más eficaz que uno que no lo sea. Es lógico que los asesores que fiche un Gobierno tengan sintonía ideológica con este; incluso, que sean fans irredentos de él. Pero todo esto contrasta con la imagen que el Gobierno quiere transmitir, según la cual los datos, las investigaciones y el método científico guían su labor. No, lo hace la mera política. Y esta, hoy, para el Gobierno, consiste sobre todo en asegurar su propia supervivencia.
A principios de diciembre, Pedro Sánchez se reunió con 22 científicos que se incorporarán a los ministerios para asegurarse de que las políticas públicas que estos impulsan están basadas en la ciencia. Los asesores han sido elegidos "en un proceso transparente y objetivo basado en méritos", dijo la nota de prensa de Moncloa. Con esta iniciativa, "España busca elevar y consolidar el papel de la ciencia en las labores gubernamentales y situarse en la vanguardia internacional de esta práctica".