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Este es el nuevo relato: un enemigo fuera, una oposición antipolítica dentro
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Ramón González Férriz

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Este es el nuevo relato: un enemigo fuera, una oposición antipolítica dentro

Sánchez ha adoptado una vieja estrategia política para cohesionar a los suyos: decir que se enfrenta a un gran poder externo y, al mismo tiempo, a adversarios internos

Foto:  El presidente de España, Pedro Sánchez. (EFE/Alberto Valdés)
El presidente de España, Pedro Sánchez. (EFE/Alberto Valdés)
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Todo empezó de manera azarosa. En mayo del año pasado, el ministro de transportes, Óscar Puente, dijo que Javier Milei, el presidente de Argentina, ingería "sustancias". Más tarde, este, durante un acto de Vox en Madrid, llamó "corrupta" a la mujer de Pedro Sánchez. España no tuvo más remedio que retirar a la embajadora en Buenos Aires. Milei, que tiene un largo historial de insultos a mandatarios extranjeros, insistió y llamó a Sánchez "arrogante" y "cobarde". Era un conflicto diplomático inusual, absurdo y potencialmente peligroso. Pero el Gobierno español se dio cuenta de que también podía ser rentable. Y se aficionó al recurso.

A principios de este mes, en el primer acto de conmemoración de la muerte de Francisco Franco, Sánchez buscó un enemigo más grande que Milei y alertó contra el "fascismo que creíamos dejar atrás". Acusó a Elon Musk, "el hombre más rico del planeta", de liderar la "internacional reaccionaria y ultraderechista". En Davos, la semana pasada, fue más allá. "Los magnates de las redes sociales deben responder si sus algoritmos envenenan a nuestra sociedad", dijo. Y parodió la retórica de Donald Trump. "Recuperemos el control", dijo, "hagamos que las redes sociales vuelvan a ser grandes".

Como afirmó mi colega Ángel Villarino, Sánchez, seguramente, estaba "provocando a un enemigo a la altura de sus ambiciones para devolver el pulso a las encuestas". El presidente puede tener una preocupación genuina por las noticias falsas —aunque debería revisar las que genera su Gobierno— y el auge de la derecha radical. Pero ahora ya es evidente que estos choques, las alusiones frecuentes a Trump y a las redes de sus sumisos aliados milmillonarios, conforman una estrategia. El mensaje es que hay un enemigo exterior coordinado que amenaza a la democracia global y, más en concreto, al gobierno español. Y Sánchez pretende enfrentar ese enemigo y denunciarlo como responsable de nuestros males. Es el truco más viejo para generar cohesión política entre los tuyos.

Casi al mismo tiempo que Sánchez identificaba a un enemigo exterior en Davos, su Gobierno perdía la votación para sacar adelante un decreto ómnibus mal concebido que mezclaba asuntos que cuentan con un apoyo transversal —como el aumento de las pensiones o las ayudas por la DANA—, y otros mucho más discutidos como la cesión de un palacete parisino al PNV, una ley anti-opas o la moratoria de ciertos desahucios. Los argumentos del presidente para explicar la derrota fueron claros: España cuenta con una "oposición destructiva" que "causa dolor social", que hace "antipolítica".

La segunda parte del truco más viejo para generar cohesión política: además de un enemigo exterior, hay una desleal oposición

Si los viejos no cobran un poco más, si los jóvenes no viajan más barato, si los valencianos se siguen anegando en las consecuencias de la tragedia, la culpa no es del Gobierno, sino de la oposición. De hecho, los problemas de España no proceden de posibles errores del Gobierno o su inestable coalición parlamentaria, sino, en primer lugar, de la oposición: esta no ha construido suficientes pisos, esta quiere desmantelar la sanidad, esta invita a eludir impuestos, esta no vota lo que el país necesita, esta no es democrática. También son responsables los jueces, una parte de los cuales, según este relato, conforma un cuerpo antidemocrático dentro del Estado. Y también los medios de comunicación críticos, considerados meros tabloides con inclinaciones golpistas. Es la segunda parte del truco más viejo para generar cohesión política: además de un enemigo exterior, hay una desleal y antipatriótica oposición en el interior.

La temeridad de este relato

El auge de la derecha radical es un peligro muy, muy real. Aunque con frecuencia se exagere, la desinformación digital también lo es. El PP es muchas veces torpe y errático. Vox se comporta, en ocasiones, como un partido antisistema. Pero coger todos esos elementos y convertirlos en un relato según el cual una pinza entre los enemigos exteriores y los adversarios antipolíticos quiere destruir un gobierno legítimo y dejar desvalidos a los ciudadanos más necesitados es recurrir al grado cero de la política. Y convertir ese relato en la estrategia principal del Gobierno es temerario. Porque implica que este cree que su trabajo consiste en oponerse a los oponentes —exteriores e interiores, reales e imaginarios—, no en gobernar.

Es ilustrativo, en ese sentido, volver al discurso de Sánchez en Davos. Este empezó diciendo que tenía pensado hablar del éxito económico de su Gobierno y de la buena situación general en la que se encuentra España. Es algo discutible, pero se trata del discurso estándar que debe dar un presidente en un foro económico lleno de medios internacionales e inversores. Pero él mismo reconoció tras dos párrafos que no iba a hablar de sus propios triunfos, sino de la maldad de sus oponentes. "Tenemos los resultados, los hechos concretos que demuestran [el éxito de las políticas del Gobierno], mientras que los que defienden el modelo opuesto no tienen nada. Tan solo palabras y promesas envueltas en medidas radicales que nos llevaron al caos en el pasado, y volverán a hacerlo si no actuamos", dijo. "Por eso he decidido cambiar el tema de mi intervención".

El enemigo exterior. Una oposición antipolítica en el interior. Es un truco viejo. Y peligroso.

Todo empezó de manera azarosa. En mayo del año pasado, el ministro de transportes, Óscar Puente, dijo que Javier Milei, el presidente de Argentina, ingería "sustancias". Más tarde, este, durante un acto de Vox en Madrid, llamó "corrupta" a la mujer de Pedro Sánchez. España no tuvo más remedio que retirar a la embajadora en Buenos Aires. Milei, que tiene un largo historial de insultos a mandatarios extranjeros, insistió y llamó a Sánchez "arrogante" y "cobarde". Era un conflicto diplomático inusual, absurdo y potencialmente peligroso. Pero el Gobierno español se dio cuenta de que también podía ser rentable. Y se aficionó al recurso.

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