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Lo que el 11-M prefiguró sobre la actual amenaza yihadista en Europa
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Lo que el 11-M prefiguró sobre la actual amenaza yihadista en Europa

Las células yihadistas que se movilizan para preparar y ejecutar atentados dentro de Europa occidental tienen una mayor probabilidad de completar sus planes si los desarrollan en contacto con alguna organización matriz

Foto: Un hombre rinde homenaje a las víctimas de los atentados del 11-M en la estación de Atocha, Madrid. (Reuters)
Un hombre rinde homenaje a las víctimas de los atentados del 11-M en la estación de Atocha, Madrid. (Reuters)

Hablar hoy de la amenaza que el terrorismo yihadista continúa suponiendo para las sociedades europeas es hacerlo de un amplio rango de expresiones, desde la que es propia de los denominados actores solitarios hasta la que suponen células o redes constituidas por hasta incluso varias docenas de integrantes. Pero contamos con evidencia suficiente, proporcionada por la investigación académica sobre el fenómeno, como para saber bajo qué tres factores es mucho más verosímil que esas células y redes sean particularmente eficaces en su voluntad de materializar dicha amenaza en forma de atentados innovadores y con cotas de letalidad comparativamente mayores. Y los atentados del 11 de marzo de 2004 en Madrid prefiguraron esos tres factores.

En primer lugar, las células o redes yihadistas que se movilizan para preparar y ejecutar atentados dentro de Europa occidental tienen una mayor probabilidad de completar sus planes si los desarrollan en contacto con alguna organización matriz. Alguna organización yihadista asentada por lo común en una zona de conflicto, en especial si el vínculo incluye recibir instrucciones y facilitación. Además, las células y redes enlazadas de una u otra manera con el mando central de una organización matriz suelen ser más extensas y están mejor dispuestas para llevan a cabo atentados de mayor envergadura, a menudo coordinados y complejos, con elevados niveles de letalidad.

Los atentados del 11-M pusieron de manifiesto la importancia que en términos de eficacia y de letalidad tiene ese factor. La red terrorista que preparó y ejecutó la matanza en los trenes de Cercanías empezó a configurarse en Madrid en marzo de 2002, siguiendo instrucciones del marroquí Amer Azizi, aquel destacado miembro de la célula de Abu Dahdah que no pudo ser detenido en la Operación Dátil por hallarse en Irán camino de Afganistán y que huyó a Pakistán integrándose en las filas de Al Qaeda. Pero hacia mediados de 2003, cuando ocupaba un puesto de responsabilidad como adjunto al jefe de operaciones externas de Al Qaeda, consiguió que los líderes de esta última apoyasen y facilitasen su plan para atentar en España.

Una de las conclusiones del informe The Case for Al-Qai’da Links to the 2004 Madrid Bombings, del National Counter Terrorism Center de Estados Unidos, fechado en agosto de 2008, que recoge datos y hechos fundamentales para conocer cómo se planificó y preparó la matanza de los trenes de Cercanías, es la siguiente: “Azizi estaba bien situado en 2003 –cuando estarían desarrollándose los preparativos de los atentados con bomba en Madrid– para actuar de conducto entre el jefe de operaciones externas Hamza Rabia y otros líderes de Al Qaeda y los activistas en Madrid. A través de Azizi, Al Qaeda contaba con un vehículo para transmitir la aprobación de la operación en Madrid o para proporcionar instrucciones detalladas”.

Foto: Equipos de rescate en uno de los trenes del 11M. (Reuters/Kai Pfaffenbach)

En segundo término, si los integrantes de una célula o red yihadista activa en cualquier país europeo preparan para atentar, la presencia entre ellos de al menos un individuo que cuente con experiencia como combatiente terrorista extranjero o haya recibido entrenamiento terrorista en el exterior es un factor capaz de incrementar considerablemente la probabilidad de que esos preparativos se completen. Además, esa presencia de al menos un individuo con experiencia combatiente o entrenado en el exterior multiplica las posibilidades de que el atentado o atentados a los cuales den lugar sean letales. No solo por las destrezas con que este tipo de activistas cuentan para prepararlos y ejecutarlos. También porque su experiencia les confiere un carisma mediante el cual radicalizar, reclutar y agrupar individuos que pueden permanecer largo tiempo en estado durmiente o activarse a corto plazo.

El caso del 11-M continúa siendo un buen recordatorio de la importancia que sobre la eficacia y letalidad de la amenaza del terrorismo yihadista supone el concurso de esos individuos con experiencia como combatientes en zonas de conflicto o entrenados como operadores en campos de organizaciones yihadistas. Entre quienes prepararon y ejecutaron la matanza en los trenes de Cercanías, el también marroquí Said Berraj había recibido adiestramiento en tácticas de terrorismo en Afganistán, incluyendo capacitación especializada en la manufactura y uso de artefactos explosivos como los que estallaron en los vagones de esos trenes.

Foto: Jamal Zougam, Rachid Aglif, Rafa Zouhier y Abdelilah El Fadual, durante el juicio del 11-M. (Reuters/Pool/Paco Campos)

Allekema Lamari, exmiembro de una célula de la organización yihadista Grupo Islámico Armado (GIA) desarticulada en Valencia en 1997 como resultado de la Operación Appreciate, condenado en 2001 a catorce años de prisión, pero excarcelado en junio de 2002 debido a un tremendo error judicial, fue otro de los terroristas del 11-M y con anterioridad a su llegada a España había sido combatiente yihadista en Afganistán. El propio Azizi, inductor de la movilización de la red del 11-M y a la postre conducto entre esta y el mando de operaciones externas de Al Qaeda, había recibido entrenamiento en el uso de armas y explosivos, primero en un campo yihadista de Zenica, en Bosnia y, unos años después, en distintas instalaciones sitas en Afganistán.

Un tercer factor que incrementa significativamente las capacidades de una célula o red yihadista para completar con eficacia y letalidad sus planes de atentar en países europeos es la participación de individuos con trayectoria previa como delincuentes violentos. Entre las habilidades de estos individuos se incluyen una particular facilidad para adquirir armas y explosivos, una familiaridad con la violencia que rebaja su umbral psicológico para implicarse en actos de terrorismo y una especial destreza para conducirse eludiendo actuaciones policiales de seguimiento y control. Otras habilidades prácticas y logísticas muy valiosas son las de acceder a documentos falsificados, procurar domicilios seguros donde ocultarse y obtener, precisamente mediante actividades criminales, los recursos financieros necesarios.

Foto: Imagen: Getty
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Una vez más, el caso del 11-M prefigura la trascendencia de este factor. Uno de los tres componentes que tuvo la red a que pertenecieron los yihadistas que atentaron en los trenes de Cercanías –y el último en ensamblarse, pues lo hizo en el verano de 2003— procedió de una banda de delincuentes violentos radicalizados en el yihadismo cuyos integrantes contaban con amplia y prolongada trayectoria en el tráfico ilícito de drogas y otras manifestaciones de delincuencia violenta como el robo en viviendas o el comercio ilícito con bienes sustraídos. Hasta diez miembros de la red del 11-M, gran parte de ellos con antecedentes penales, provenían de esa banda. Eran todos marroquíes, residentes –legalmente o no— en España y entre ellos se encontraba su cabecilla, Jamal Ahmidan, conocido como El Chino.

A través de los yihadistas con trayectoria previa en la criminalidad violenta y de sus relaciones con otros círculos criminales es como la red del 11-M consiguió contar con un inusual número de individuos dispuestos a participar en actos de terrorismo espectaculares y altamente cruentos. También acumular una capacidad financiera de más de un millón y medio de euros. Además, infraestructura, vehículos, documentos falsos y acceso ilícitamente a explosivos industriales, sustraídos de una explotación minera asturiana por delincuentes españoles nativos que los intercambiaron por droga y probablemente algún otro incentivo económico ofrecido por esos integrantes de la red del 11-M con pasado como delincuentes violentos.

Foto: Un hombre se sitúa frente al altar dedicado a las víctimas del atentado en la estación de Atocha, en Madrid. (Getty Images/Ian Waldie)

En suma, el 11-M nos sigue enseñando mucho, más de veinte años después, sobre las peores expresiones que puede adoptar la incesante amenaza del terrorismo yihadista para las sociedades europeas. En la red terrorista que los llevó a cabo se dieron los tres factores que hacen de una conspiración terrorista más eficaz y letal. En la década durante la cual ocurrieron, la amenaza del yihadismo global para las sociedades europeas estaba relacionada con Al Qaeda. En la década posterior se sumó la relacionada con Estado Islámico. Durante este periodo, los mismos tres factores volvieron a coincidir en la red que perpetró los atentados del 13 de noviembre de 2015 en París. No en vano, los atentados de Madrid y París son los actos de terrorismo yihadista más letales acontecidos hasta hoy en Europa occidental.

El entorno antiterrorista en que tratan de desenvolverse células y redes yihadistas con planes para atentar en Europa ha cambiado mucho a lo largo del último cuarto de siglo. Esto hace que les resulte más difícil preparar atentados complejos y altamente cruentos sin ser desbaratados por los servicios de lucha contra el terrorismo, incluso si se dan los factores asociados a una mayor probabilidad de que esos planes culminen con matanzas terroristas. Al tiempo, sin embargo, tanto Al Qaeda como, de manera más inmediata, Estado Islámico, vienen generando, como resultado de sus actividades en zonas de conflicto y de sus estrategias de movilización en nuestros países, las condiciones gracias a las cuales recuperar su potencial para promover y facilitar operaciones de elevada letalidad en las sociedades europeas.

* Fernando Reinares, catedrático en la Facultad de Ciencias Jurídicas y Políticas de la Universidad Rey Juan Carlos. Autor de 11-M. La venganza de Al Qaeda y 11-M. Pudo evitarse (ambos en Galaxia Gutenberg).

Hablar hoy de la amenaza que el terrorismo yihadista continúa suponiendo para las sociedades europeas es hacerlo de un amplio rango de expresiones, desde la que es propia de los denominados actores solitarios hasta la que suponen células o redes constituidas por hasta incluso varias docenas de integrantes. Pero contamos con evidencia suficiente, proporcionada por la investigación académica sobre el fenómeno, como para saber bajo qué tres factores es mucho más verosímil que esas células y redes sean particularmente eficaces en su voluntad de materializar dicha amenaza en forma de atentados innovadores y con cotas de letalidad comparativamente mayores. Y los atentados del 11 de marzo de 2004 en Madrid prefiguraron esos tres factores.

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