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Es la ciencia y la tecnología, estúpido
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Javier Ramos López

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Es la ciencia y la tecnología, estúpido

El futuro de Europa y España están ligados al de sus universidades. Sin una transformación del actual sistema universitario, no es posible afrontar los desafíos del siglo XXI

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Vivimos tiempos de incertidumbre. Basta con leer o escuchar las noticias cada mañana, y no solo las recientes noticias de la administración norteamericana. El actual escenario geopolítico, la crisis climática, el cambio social propiciado por la aparición de tecnologías disruptivas como la biotecnología y la inteligencia artificial, fallas del sistema económico como la vivida en 2008, la creciente polarización política y radicalización social, cambios acelerados en la distribución de la riqueza, y otros muchos factores indican que nos encontramos en una encrucijada que puede evolucionar hacia un desastre para la próxima generación de europeos o hacia un crecimiento sostenible que consiga sus mayores cotas de bienestar.

La evolución hacia uno u otro escenario depende, en definitiva, de las decisiones y apuestas que hagamos hoy.

Contradiciendo –o quizás apuntalando– el famoso eslogan del presidente Clinton, la historia demuestra, reiterada y tozudamente, que la respuesta “es la ciencia y la tecnología, estúpido”. La solución de menor coste y mayor fiabilidad a los problemas enumerados en mi primer párrafo pasa necesariamente por el desarrollo científico y tecnológico del país. La resolución de problemas tan dispares como el acceso a la vivienda de los jóvenes o el liderazgo internacional requieren del desarrollo científico y tecnológico.

Este desarrollo conllevará aumentos en la productividad que permitan el aumento de los salarios de los jóvenes y el liderazgo de las empresas a nivel internacional que asegure la soberanía nacional. Estos efectos positivos del desarrollo científico y tecnológico son seguros, aunque no se perciban a corto plazo.

Ciencia y tecnología: una apuesta segura

En línea con la propuesta del reciente informe Draghi, no existe una apuesta más segura que la que se haga por la ciencia y la tecnología. Y esa apuesta es la misma que apostar por la universidad. Así lo dicta también el sentido común de los ciudadanos, que no dudan en acudir a los campus universitarios para garantizarse un futuro mejor.

Sin embargo, la universidad española de hoy difícilmente puede hacer frente a los retos planteados por la sociedad. La evolución política, cultural y económica de España durante las décadas de los años 70, 80 y 90 lleva a afirmar que las universidades tuvieron un buen desempeño durante estas décadas. En gran medida, las universidades españolas fueron la base sobre la que se cimentó todo aquel progreso. Pero hoy las universidades en España tienen graves déficits a la hora de ser el motor que necesita la sociedad de 2025.

Para asegurar el futuro de España, es imperativo repensar el modelo universitario. Se requiere una transformación integral que abarque desde la legislación hasta la financiación, pasando por la gobernanza y los métodos de enseñanza e investigación.

Para asegurar el futuro de España, es imperativo repensar el modelo universitario

España, y en particular la Comunidad de Madrid, posee una economía pujante, pero, para garantizar el bienestar de las futuras generaciones, es crucial que las universidades impulsen dos cambios fundamentales: el aumento de la productividad empresarial a través de la formación del capital humano y el desarrollo tecnológico; y el incremento de la contribución de las empresas de alta tecnología en el PIB. Estas dos iniciativas mejorarán a medio plazo la soberanía tecnológica y estabilidad laboral.

Las universidades responden a tres funciones sociales: docencia, investigación y transferencia de conocimiento al sector productivo. Para dar respuesta exitosa a estas tres funciones, el sistema universitario español enfrenta desafíos significativos. La atracción y retención de talento ha empeorado en las dos últimas décadas, y la adaptación a las nuevas formas de generar y transmitir conocimiento, como la inteligencia artificial, es insuficiente.

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Un problema de agilidad

La gobernanza universitaria actual carece de la agilidad necesaria para responder a los cambios rápidos de la sociedad. Además, es esencial fomentar la colaboración entre universidades, empresas y otros actores sociales, siguiendo el ejemplo de otros sectores, como el de defensa, donde la cooperación es clave para el progreso.

Para lograr esta transformación, se necesita una mayor financiación y una nueva legislación que aborde los problemas existentes. Es fundamental evaluar el desempeño universitario y establecer sistemas de rendición de cuentas e incentivos adecuados.

Es esencial fomentar la colaboración entre universidades, empresas y otros actores sociales

La Comunidad de Madrid tiene la oportunidad de liderar este cambio, proponiendo un modelo universitario que garantice la prosperidad y el bienestar de las futuras generaciones.

La Universidad Rey Juan Carlos, ubicada en una zona de alto crecimiento demográfico y empresarial, enfrenta un déficit de financiación que pone en riesgo su capacidad para cumplir su función. A pesar del esfuerzo de su personal, la falta de recursos adecuados limita su potencial. Es crucial establecer criterios objetivos y ambiciosos para la financiación de las universidades, asegurando así el futuro de la Comunidad de Madrid.

* Javier Ramos López es rector de la Universidad Rey Juan Carlos (URJC)

Vivimos tiempos de incertidumbre. Basta con leer o escuchar las noticias cada mañana, y no solo las recientes noticias de la administración norteamericana. El actual escenario geopolítico, la crisis climática, el cambio social propiciado por la aparición de tecnologías disruptivas como la biotecnología y la inteligencia artificial, fallas del sistema económico como la vivida en 2008, la creciente polarización política y radicalización social, cambios acelerados en la distribución de la riqueza, y otros muchos factores indican que nos encontramos en una encrucijada que puede evolucionar hacia un desastre para la próxima generación de europeos o hacia un crecimiento sostenible que consiga sus mayores cotas de bienestar.

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