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Tribuna
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La Defensa es tan importante que Sánchez no necesita explicarla
El Gobierno diluyó las nuevas medidas para la protección y la seguridad de España en un debate enmarañado. Es la enésima vez que se hurta a los ciudadanos una explicación detallada sobre una decisión trascendente y cara
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Ayer, Pedro Sánchez compareció a petición propia en la sesión plenaria del Congreso para informar sobre las nuevas medidas de seguridad y defensa. Era lo menos que podía hacer, dado que ha decidido no someter esas medidas a votación parlamentaria y que no van a aparecer, pese a su coste de más de 10.000 millones de euros, en los presupuestos generales del Estado.
Sin embargo, el asunto se desvaneció. En la sesión, se mezcló esa cuestión con otro asunto estratégico, el modelo energético de nuestro país. Mezclar debates cruciales, convertir lo que deberían ser estrategias a largo plazo en trifulcas a corto plazo y diluir unos debates en otros es una especialidad de este Gobierno. Para él, cada crisis es una oportunidad para disipar la anterior. Para su electorado, es mucho más agradable oír cómo el presidente acusa al PP de estar a sueldo del lobby nuclear que escuchar argumentos acerca de la necesidad de armarnos.
No explicar las grandes decisiones
La tendencia a soslayar los grandes debates estratégicos no es nueva en España. Nuestros presidentes y ministros de Asuntos Exteriores pueden hablar con locuacidad y grandilocuencia de asuntos internacionales corrientes y burocráticos, pero luego no se sienten obligados a explicar detenidamente a la ciudadanía las decisiones más trascendentales.
El caso más trágico fue el de José María Aznar. Quiso cambiar la trayectoria moderna de nuestra política exterior para seguir la estrategia de Estados Unidos en Oriente Medio. Con el tiempo, se vio que fue un error absurdo. Pero entonces, Aznar y su ministra Ana Palacio no nos explicaron bien cuál era el objetivo, más allá de sus simpatías ideológicas por el neoconservadurismo. José Luis Rodríguez Zapatero y Miguel Ángel Moratinos idearon la Alianza de Civilizaciones. Nos contaron hasta la extenuación los buenos sentimientos que habían motivado la puesta en marcha de esa iniciativa. Pero nunca pensaron que los ciudadanos necesitáramos conocer sus implicaciones reales en términos económicos, energéticos o de defensa.
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El turno de Pedro Sánchez
El Gobierno actual ha tomado dos decisiones importantes acerca de nuestra posición en el mundo. La primera fue alinearse con Marruecos en el conflicto del Sáhara. Seguramente, fue la decisión correcta. Pero pensó que era innecesario explicarnos las razones que había tras ese movimiento, como el auge del terrorismo en ciertas regiones de África, las presiones de la UE y Estados Unidos y nuestros propios intereses en materia de inmigración. Todavía recuerdo cómo, en un acto privado, el ministro José Manuel Albares respondió con malas formas a una persona que le pidió reiteradamente que explicara esa decisión histórica. "¿Es que quieren que nos llevemos mal con nuestro vecino, con Marruecos?", fue la única respuesta que creyó que merecíamos los presentes.
Ahora el Gobierno ha tomado una segunda decisión, igualmente compleja. Ha identificado que un país concreto, Rusia, es un peligro para nuestra seguridad. Y ha decidido un aumento sin precedentes de nuestro gasto en defensa. Es lo correcto, aunque el plan que conocemos para aumentar la inversión militar es pobre; una consecuencia de que se haya diseñado sin contar con un presupuesto para este año y de que su gestión deba hacerse con el rechazo del socio menor del Gobierno y buena parte de la coalición parlamentaria. Por supuesto, ayer no se detalló de una manera creíble.
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Pese a tratarse de una decisión muy relevante, y que la defensa era el principal punto del plenario de ayer, el presidente no dijo más que vaguedades. "España debe ser capaz de neutralizar las amenazas. Y debe ser capaz de ayudar a sus aliados europeos a hacerlo. Porque la UE no puede acabar dividiéndose entre quienes viven con miedo y quienes observan ese temor desde la distancia y la indiferencia", dijo. Es cierto. "Nuestro objetivo no es amenazar a nadie ni alentar ninguna escalada armamentística. Nuestro objetivo es protegernos. Disuadir. Es modernizar las capacidades de seguridad y disuasión de España y Europa", dijo. Estoy de acuerdo.
Pero se trata de una decisión extraordinariamente importante para nuestro futuro estratégico y, también, aunque se oculte transmitiendo que esos 10.000 millones de gasto extra pueden salir de remanentes de los demás ministerios, para nuestro bolsillo. No debemos seguir permitiendo que esta clase de decisiones se resuelvan con una rueda de prensa, tres canutazos y una comparecencia parlamentaria en la que también se abordó una jornada de apagón eléctrico y el futuro de nuestro modelo energético. Ayer se zanjó el asunto de la defensa no solo sin votación alguna, sino sin ninguna concreción.
El Gobierno, las divisiones en el interior de este y el clima mediático actual han conseguido que sea imposible distinguir entre los temas de fondo y el puro troleo. Los ciudadanos se han convertido en meros espectadores cuya única decisión relevante es a qué bando deben animar, pero que no merecen explicaciones serias acerca de decisiones trascendentales. Como decía, no es algo nuevo en la política reciente española. Pero ahora ya es la nueva normalidad.
Ayer, Pedro Sánchez compareció a petición propia en la sesión plenaria del Congreso para informar sobre las nuevas medidas de seguridad y defensa. Era lo menos que podía hacer, dado que ha decidido no someter esas medidas a votación parlamentaria y que no van a aparecer, pese a su coste de más de 10.000 millones de euros, en los presupuestos generales del Estado.