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Illa, el pánico lingüístico y la conversión del PSC en Convergència
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Ramón González Férriz

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Illa, el pánico lingüístico y la conversión del PSC en Convergència

Los independentistas creen que, tras el procés, la lengua catalana está herida de muerte. Illa ha respondido con un “pacto nacional” que muestra su objetivo: convertir el socialismo catalán en la nueva Convergència

Foto: El presidente de la Generalitat, Salvador Illa. (EFE/David Borrat)
El presidente de la Generalitat, Salvador Illa. (EFE/David Borrat)
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Anteayer, Salvador Illa presentó el Pacte Nacional per la Llengua. Su diagnóstico exhibe la retórica habitual del nacionalismo catalán: la conservación de la lengua es un "projecte de país" y el catalán es un "eix vertebrador", dice. Y su objetivo es crear 600.000 catalanohablantes más entre ahora y 2030. En la publicidad audiovisual se ven castellers, bombardeos franquistas, la serie de dibujos animados Bola de drac y a la gran novelista Mercè Rodoreda. El plan consiste en destinar 200 millones al año a la enseñanza del catalán para escolares, adultos e inmigrantes, a que los comercios adopten el catalán y a que haya más cultura en catalán.

No es muy distinto de lo que el nacionalismo lleva haciendo cuarenta y cinco años. Pero hay dos cosas que suponen un cambio de época. La primera es que se trata de una respuesta al reciente pánico lingüístico de los independentistas. La segunda es que Salvador Illa ha decidido convertir el PSC en Convergència Democràtica de Catalunya.

La salud del catalán

Una de las razones de ser del procés fue la sensación de muchos nacionalistas de que, si Cataluña no se convertía en un país independiente, el catalán estaba condenado a convertirse en una lengua marginal. Ahora, la mayoría de esos nacionalistas temen no poder salvarla.

Porque los datos son, para ellos, terroríficos. Según la última encuesta de usos lingüísticos de Cataluña, hoy más personas hablan y entienden el catalán que en el pasado reciente, pero muchas menos la consideran su lengua "habitual única". Solo un 30% de los catalanes señala el catalán como su lengua de identificación (frente al 36,3% de 2018), mientras que un 46,6% considera que es el castellano y un 14,6% una combinación de las dos. El problema, pues, no es que la gente no sepa catalán, sino que lo conoce, pero la considera una lengua secundaria.

Foto: Salvador Illa encabeza la firma del Pacte Nacional per la Llengua. (Europa Press/David Zorrakino)

El activismo nacionalista ha entrado en pánico. Siempre ha hablado de la hostilidad del Estado español a la lengua catalana, pero ahora ve una conjura global. El declive del catalán sería culpa también de los inmigrantes latinoamericanos y árabes, los catalanoparlantes que cambian de lengua cuando su interlocutor es castellanoparlante y los maestros, que son demasiado laxos. También es culpa de Instagram, TikTok y YouTube, porque sus algoritmos penalizan las publicaciones en catalán. De TV3, porque en ocasiones invita a entrevistados o tertulianos en castellano. De los libreros que venden libros en castellano en Sant Jordi. De Netflix, porque ofrece pocas películas en catalán. De la música latina que escuchan los jóvenes en sus móviles. De los diputados independentistas, porque no utilizan con la suficiente frecuencia el catalán en las Cortes. De las marcas agroalimentarias que no etiquetan en catalán.

Para ese nacionalismo, las autoridades catalanas no solo deberían fomentar el uso del catalán. Se trata de castigar a quien no lo hable, sea mediante herramientas legales o mediante el señalamiento social. Esa es la posición de Junts y la CUP, que se han mostrado en contra del Pacte. El PSC de Illa responde con un mensaje de esperanza. "El catalán es nuestra lengua —dijo Illa en la presentación—. Si actuamos con inteligencia, el catalán seguirá incorporando a nuevos hablantes que la amen y la hagan amar". Es dudoso.

La nueva Convergència

Si todo esto les suena a Jordi Pujol y la Convergència de los años ochenta y noventa es porque se trata de un calco. Salvador Illa alardea de que ha logrado un gran consenso social para este proyecto; cuenta con el apoyo de la habitual retahíla de asociaciones catalanas que, desde el principio de la democracia, siempre están de acuerdo con lo que decida el poder: los sindicatos, la patronal, la cámara de comercio, las organizaciones culturales y educativas y colegios profesionales como el de los abogados o los licenciados en filosofía. Tiene un lenguaje mesurado que apela a los viejos clichés nacionalistas: denuncia los problemas del catalán, pero habla constantemente de incentivos, no de castigos (aunque también los hay). Da por hecho que el dinero público bien repartido tiene un poder mágico para transformar voluntades. Muestra una apariencia de centralidad: no está ni con el independentismo nihilista ni tampoco con lo que considera el radicalismo españolista de PP y Vox, que también han rechazado el plan.

En el resto de España, el PSOE se encoge de hombros. El PP nacional acabará comprándolo si lo necesita para conseguir votos en Cataluña, distinguirse de Vox y llegar al poder. Es la enésima muestra de que la Generalitat no se ve a sí misma como un poder neutro ante las dos grandes comunidades lingüísticas que viven en Cataluña, sino como una institución dedicada a promover la identidad de los más ricos.

Si todo recuerda a Convergència es porque ese es exactamente el plan de Illa: convertir al PSC en Convergència. Después del fracaso del procés, hacer de su partido el vehículo del nacionalismo tradicional. Ya está cerca de lograrlo. Eso podría suponer muchos más años de poder para él. Y también la certidumbre de que Cataluña no encontrará una salida razonable al laberinto en el que lleva tanto tiempo metida.

Anteayer, Salvador Illa presentó el Pacte Nacional per la Llengua. Su diagnóstico exhibe la retórica habitual del nacionalismo catalán: la conservación de la lengua es un "projecte de país" y el catalán es un "eix vertebrador", dice. Y su objetivo es crear 600.000 catalanohablantes más entre ahora y 2030. En la publicidad audiovisual se ven castellers, bombardeos franquistas, la serie de dibujos animados Bola de drac y a la gran novelista Mercè Rodoreda. El plan consiste en destinar 200 millones al año a la enseñanza del catalán para escolares, adultos e inmigrantes, a que los comercios adopten el catalán y a que haya más cultura en catalán.

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