Gastar mucho e invertir poco: el (otro) gran error de Sánchez
Bonos para la cultura, el transporte o el alquiler. Subidas de pensiones y sueldos de funcionarios. Sánchez lo ha fiado todo a aumentar el gasto público, pero ha sacrificado la inversión a largo plazo por interés electoral
El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, asiste a la Cumbre del Consejo de la UE en Bruselas. (EFE/Olivier Matthys)
En su comparecencia a principios de esta semana, Pedro Sánchez defendió su presidencia, y las razones para que esta dure hasta 2027, con sus argumentos habituales sobre la lucha contra la corrupción, el machismo y la extrema derecha. Y puso en práctica un truco muy viejo: tratar de solapar las malas noticias con una generosa medida económica. En este caso, el abono de transporte nacional. Era poca cosa para dejar en segundo plano los escándalos. Además, todavía falta acordarlo con los ayuntamientos y las comunidades, que son quienes gestionan la mayoría de transportes que incluye el abono. Dudo mucho que esté en marcha en la segunda mitad de enero, como prometió el presidente. Y, cuando lo haga, apuesto a que le será útil a muy poca gente. Pero, en todo caso, fue una muestra perfecta de la manera de gobernar de Sánchez. ¿Están cogiendo mala fama los trenes por sus constantes retrasos? Démosle dinero a la gente para que los coja más. O dicho de otro modo: aumentemos el gasto corriente en lugar de invertir en lo que no funciona.
Este hábito del Gobierno responde, en parte, a una visión ideológica según la cual toda ayuda pública acaba teniendo un resultado positivo. También se debe al puro electoralismo, que cobra más intensidad cuanto peor pintan las cosas para un Gobierno: el año que viene, las pensiones subirán un 2,7%, y el sueldo de los funcionarios crecerá en enero un 4% (un 2,5% retrospectivo de 2025 y un 1,5% de 2026); ya se ha pactado que en 2027 el aumento sea de otro 4%. Pero también refleja otro cálculo: las inversiones son muy caras y lentas. Apenas permiten que el Gobierno se luzca, y dentro de unos años hasta podrían beneficiar a un gobierno de derechas. De modo que no vale la pena. Mejor gastar mucho e invertir poco.
¿Crear nuevas infraestructuras culturales como bibliotecas, filmotecas o salas de conciertos? Es caro y lento. Mejor dar 400 euros a los jóvenes para que se los gasten ellos, en lo que en el fondo es una subvención al sector privado. ¿Incentivar la construcción de casas para que los jóvenes puedan acceder a ellas a precios asequibles? Increíblemente complicado. Mejor dar 250 euros al mes a los jóvenes que vivan de alquiler, en lo que es una subvención indirecta a los caseros. ¿Invertir en que los trenes lleguen puntuales? Es cierto que ha repuntado un tanto la inversión en ese aspecto, pero los resultados no se verán, dijo el ministro Óscar Puente cuando su ocupación como tuitero le dejó un rato libre, hasta dentro de dos años. En consecuencia, lo más recomendable es dar dinero a los usuarios: hasta un 90% de descuento para los jóvenes que quieran viajar en tren en verano, además de numerosos bonos como el recién anunciado.
Algunas de estas políticas pueden ser beneficiosas: es buena idea incentivar eltransporte público, algo que hace incluso el PP madrileño. Casi todas ellas pueden ser políticamente rentables a corto plazo y ayudar al Gobierno de turno a sobreponerse a escándalos o crisis debidas a la incompetencia. Pero son estériles, o muy ineficientes, a largo plazo. Obviamente, el Gobierno actual no es el único responsable de la falta de inversión. También lo fue el de Mariano Rajoy. Pero el de Sánchez tenía una obligación especial de pensar a largo plazo por cuatro razones: ha decidido que el aumento de la poblaciónmediante la inmigración es una apuesta estratégica para hacer crecer la economía, y debía acompañar esa estrategia de una fuerte inversión en infraestructuras. Ha dispuesto de fondos europeos cuya ambición inicial era nada menos que transformar el esquema productivo del país. Ha presumido de hacer que España sea uno de los países europeos que más crecen. Y, finalmente, ha afirmado reiteradamente que quiere luchar contra la desigualdad, y la inversión en infraestructuras es, en el largo plazo, mucho más eficaz para ello que subvenciones como las mencionadas, que tienden a ser regresivas. A pesar de ello, como contó mi colega Carlos Sánchez, a "España se le rompen las costuras" por la falta de inversión. "La dana, el gran apagón, los continuos problemas en la red ferroviaria o, incluso, la escasa inversión pública y privada en vivienda pueden parecer problemas aislados, pero tienen algo en común: el déficit de inversión en infraestructuras".
Sánchez ha decidido apostar por el gasto corriente y dejar para más adelante todo lo demás. En parte es porque ningún Gobierno puede responder satisfactoriamente a las necesidades sociales con un presupuesto que tiene tres años de antigüedad. Pero también es una filosofía de vida: anunciar nuevos gastos porque crees en ello o porque te interesa electoralmente, repartir dinero a gente que en realidad no es la más necesitada, pero vota, y reducir inversiones necesarias a largo plazo para satisfacer urgencias de tu clientela. Muchos errores de Sánchez, como confiar en corruptos y acosadores, ya le están pasando factura. Su tendencia a gastar en lugar de invertir nos la está pasando a los demás. Y lo hará aún más en el futuro. España funcionará peor.
En su comparecencia a principios de esta semana, Pedro Sánchez defendió su presidencia, y las razones para que esta dure hasta 2027, con sus argumentos habituales sobre la lucha contra la corrupción, el machismo y la extrema derecha. Y puso en práctica un truco muy viejo: tratar de solapar las malas noticias con una generosa medida económica. En este caso, el abono de transporte nacional. Era poca cosa para dejar en segundo plano los escándalos. Además, todavía falta acordarlo con los ayuntamientos y las comunidades, que son quienes gestionan la mayoría de transportes que incluye el abono. Dudo mucho que esté en marcha en la segunda mitad de enero, como prometió el presidente. Y, cuando lo haga, apuesto a que le será útil a muy poca gente. Pero, en todo caso, fue una muestra perfecta de la manera de gobernar de Sánchez. ¿Están cogiendo mala fama los trenes por sus constantes retrasos? Démosle dinero a la gente para que los coja más. O dicho de otro modo: aumentemos el gasto corriente en lugar de invertir en lo que no funciona.