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La trampa plebiscitaria
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Ignacio Varela

Una Cierta Mirada

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La trampa plebiscitaria

Artur Mas ha perdido ya el control de la política catalana y, con su alocada fuga hacia delante, se está destruyendo a sí mismo y va

Foto: El presidente y la vicepresidenta del Govern catalán, Artur Mas y Joana Ortega. (EFE)
El presidente y la vicepresidenta del Govern catalán, Artur Mas y Joana Ortega. (EFE)

Artur Mas ha perdido ya el control de la política catalana y, con su alocada fuga hacia delante, se está destruyendo a sí mismo y va a destruir a su partido.

Cuando el Tribunal Constitucional admita a trámite el recurso del Gobierno y paralice el referéndum, el presidente de la Generalitat puede y debe acatar la sentencia, pero sabe que eso sería la ruptura con Esquerra y la caída inmediata de su gobierno.

También podría dejarse arrastrar por sus socios y montar un simulacro de referéndum con las urnas en la calle, pero eso sería un espectáculo impresentable en un país serio, retransmitido en directo para el mundo entero.

No es difícil imaginar el resultado de ese referéndum callejero: una participación bajísima, porque sólo acudirían a votar los soberanistas; un 90% de votos a favor de la independencia; un desorden absoluto en las mesas, incluso con riesgo de altercados; y algunas cuestiones prácticas para aumentar el ridículo: ¿con qué censo?, ¿quién salvo los acérrimos nacionalistas se prestaría a formar las mesas electorales, sabiendo que es un acto ilegal?, ¿cómo se haría el recuento, también en plena calle?, ¿qué autoridad judicial o Junta Electoral supervisaría ese caos y daría validez a sus resultados?

Está claro que el presidente de la Generalitat ha perdido el sentido de la orientación, pero dudo que lo haya perdido tanto como para meterse en semejante despropósito, que además sería imposible de digerir para Duran, la U de CiU.

Y es cierto que le queda el recurso de convocar elecciones. Pero si va a ellas por su cuenta, el sorpasso de ERC está tan asegurado como el desplome de CiU. Sería la segunda edición, corregida y aumentada, del desastre de 2012, cuando, en un alarde sagacidad política, convocó unas elecciones para consagrar su liderazgo y lo que consiguió fue perder 8 puntos y 12 escaños.

Yo creo que “elecciones plebiscitarias” es el eufemismo tramposo que se les ha ocurrido para justificar una candidatura de unidad soberanista. Desde su punto de vista, tiene muchas ventajas:

La primera, que ganaría de calle y tendría una amplia mayoría absoluta en el Parlamento de Cataluña.

La segunda, que permitiría camuflar entre las flores de la victoria soberanista la catástrofe del partido de Pujol.

Y la tercera, que a lo mejor ERC podría sentirse generosa y permitir a Mas que siguiera en su puesto actual, aunque bien sujeto con grilletes –aún más que ahora–.

Al fin y al cabo, los dirigentes de Esquerra han demostrado que son maestros en el arte de mandar desde atrás mientras parece que mandan otros, que son los que ponen la cara y se llevan las bofetadas. Se lo hicieron al PSC y ahora se lo están haciendo a CiU. ERC es una verdadera mantis religiosa para sus aliados.

Y si esto ocurre, no les extrañe ver el mismo escenario en las municipales: candidaturas de unidad soberanista en todos los pueblos y ciudades. Además de la mayoría absoluta en el Parlamento, la inmensa mayoría de los ayuntamientos de Cataluña quedaría en manos del independentismo.

Claro que ello tendría un precio: la desintegración de hecho de CiU como partido central y mayoritario del nacionalismo catalán y su disolución en una amalgama independentista hegemonizada por un partido como ERC, que está siempre rozando el borde de las posiciones antisistema. Les ahorro la descripción detallada de las consecuencias que eso tendría para el equilibrio del ecosistema político y económico en Cataluña y en el resto de España.

Por eso me temo que Artur Mas se ha montado insensatamente en un tigre del que ya no sabe bajarse y que lo va a devorar. De momento, quien está marcando el ritmo y el camino es ya el tigre, no quien hace las veces de jinete.

Pero más allá del juego de los partidos y de las estrategias electorales, lo peor de todo esto es que ya está abierta una brecha profunda entre Cataluña y España y dentro de la propia sociedad catalana. Y como dice Felipe González, puede que se necesiten varias generaciones para cerrar esa brecha, si es que alguna vez se consigue.

Por supuesto, no es Mas el único responsable de este estropicio, aunque sí el principal por su responsabilidad institucional. Él será el primero en pagar políticamente por su insensatez.

Pero algo ha tenido que ver también la furibunda campaña anticatalana del PP de Rajoy en la legislatura anterior, recogiendo firmas por toda España con el único propósito de debilitar a Zapatero y recurriendo ante el Tribunal Constitucional un Estatuto de Cataluña ya aprobado en referéndum mientras avalaban con su voto un Estatuto de Andalucía que es idéntico.

Algo han tenido que ver los bandazos que ha dado y el desconcierto que ha transmitido el PSC, al que se le han ido a chorros la credibilidad y los votos pese a que hoy defiende la única salida razonable a este conflicto. Lo que no parece ser óbice para que muchos de sus militantes hayan acudido a la manifestación de la V mientras el mismo día una de sus más destacadas dirigentes, que además pertenece a la dirección del PSOE, aparezca rodeada de los más ínclitos representantes del nacionalismo español en Cataluña. Y así están los pobres votantes socialistas de Cataluña, que ya no saben si ellos mismos son galgos o podencos.

Y algo ha tenido también que ver la mezcla de temor, oportunismo y superficialidad con que los medios de comunicación de Cataluña han alimentado y han hecho crecer una ola que ellos saben muy bien que no terminará llegando pacíficamente a la playa, sino estrellándose contra las rocas y llevándose por delante unas cuantas cosas importantes.

¿Queda alguien hoy en Cataluña que diga la verdad de lo que está pasando y, sobre todo, de lo que puede llegar a pasar?

Artur Mas ha perdido ya el control de la política catalana y, con su alocada fuga hacia delante, se está destruyendo a sí mismo y va a destruir a su partido.

Artur Mas CiU Esquerra Republicana de Catalunya (ERC) PSC