Es noticia
Podemos y Ciudadanos, distintos y distantes
  1. España
  2. Una Cierta Mirada
Ignacio Varela

Una Cierta Mirada

Por

Podemos y Ciudadanos, distintos y distantes

Toda la atención mediática está puesta en los nuevos partidos: Podemos, que fue la gran novedad de 2014, y Ciudadanos, que se confirma cada día como la estrella emergente de 2015

Foto: Pablo Iglesias (Reuters)
Pablo Iglesias (Reuters)

Dentro de la incertidumbre que domina la política española en este año electoral de 2015, más nos vale ir haciéndonos a la idea de que la cultura de los gobiernos de un sólo partido está viviendo sus últimos días. La próxima legislatura será la de los gobiernos de coalición o los acuerdos de gobierno como norma general, y ello en todos los niveles: desde el Gobierno de la Nación hasta la mayoría de los Ayuntamientos. Y en muchos casos no bastará con dos partidos para formar mayorías de gobierno, se necesitarán combinaciones más complejas y también más inestables.

De momento, toda la atención está puesta en los nuevos partidos: Podemos, que fue la gran novedad de 2014, y Ciudadanos, que se confirma cada día como la estrella emergente de 2015.

Corren ríos de tinta sobre estos dos nuevos actores y con demasiada frecuencia se los empareja y empaqueta como si fueran dos fenómenos análogos que, simplemente, corren por calles diferentes de la pista, una más por la izquierda y el otro más por la derecha.

Sin embargo, Podemos y Ciudadanos (de momento los citaremos por orden de aparición en la película, ya veremos lo que sucede en el desenlace) sólo se parecen en dos cosas: primera, que ambos son nuevos y ambos han crecido a gran velocidad; segunda, que ambos se alimentan del gigantesco socavón electoral (alrededor de 10 millones de votos huérfanos) provocado por cuatro años de crisis con un gobierno del PSOE y otros tres años máscon un gobierno del PP. Pero en todo lo demás son completamente diferentes.Las diferencias entre ellos tienen que ver, desde luego, con su origen.

Podemos nació del espíritu del 15-My fue inicialmente una escisión de Izquierda Unida (recordemos que todo empezó cuando Pablo Iglesias pidió un lugar en las listas de IU para el Parlamento Europeo y Cayo Lara, siempre clarividente, lo mandó a paseo).

Ciudadanos nació en el cinturón de Barcelona y su impulso inicial fue la resistencia al nacionalismo catalán. En su origen fue un daño colateral más de aquel infausto tripartito,que está en la raíz de casi todo lo malo que ocurre ahora en Cataluña.También les separa su muy distinta naturaleza como productos políticos:

Podemos es la expresión de la frustración y de la rabia ciudadana acumuladas por el fracaso del PSOE ante la crisis (fracaso que desembocó en la “traición” del 12 de mayo de 2010) y del fraude político cometido por el PP cuando llegó al Gobierno prometiendo lo que ya sabía que no haría ehizo lo que se había cuidado muy bien de no anticipar.

Una sociedad engañada y empobrecida: cualquier analista mediano tenía que saber que el resultado sería una culpabilización implacable de los dos partidos del turno gobernante y la búsqueda de un recipiente en el que depositar la furia social. Y los creadores de Podemos son precisamente profesionales del análisis político y de la investigación social. Así que, tras estudiar el terreno, colocaron el recipiente en el momento justo y en el lugar exacto y triunfaron por todo lo alto. Españoles de todas las edades, ideologías y condiciones han encontrado en Podemos el recurso cómodo y gratuito para repudiar a los culpables de todos sus males: la casta de los políticos.

Pero cuando las elecciones se acercan y las encuestas empiezan a decir que estás en el 25%, que eres el primer o el segundo partido y que puedes llegar al gobierno, tienes que reorientar el GPS para responder a la expectativa que tú mismo has levantado; y entonces es cuando pueden aparecer las inconsistencias y los entusiasmos dar paso a dudas razonables. Es lo que ocurre cuando te propones escalar en la política desde la antipolítica y lo consigues.

El voto a Podemos es esencialmente emocional. Nace de la indignación y, para subsistir, necesita que esta no decaiga. Por eso ha triunfado Syriza, porque el sufrimiento de los griegos y la crueldad con la que se ha tratado a ese pueblo han mantenido hirviendo hasta las urnas la caldera de la muy justificada ira ciudadana.

Pero España no es Grecia, la recuperación asoma y Podemos comienza a mostrar los primeros síntomas de fatiga electoral. Porque cuando la indignación reposa comienzan a aparecer las dudas sobre su verdadera naturaleza ideológica, sobre sus sospechosas vinculaciones internacionales y, sobre todo, sobre lo que sucederá en el caso de que las encuestas se hagan realidad y tenga que poner en claro su posición ante la unidad de España, su política económica, su declarada voluntad de romper el marco constitucional o su confusa interpretación del europeísmo.

Recuperando el lenguaje de la transición, Podemos sería la vía rupturista. Ha demostrado que sirve para decir que NO, pero es muy dudoso que parezca útil para gobernar a una sociedad que, pese a todo lo que ha sufrido, sigue siendo típicamente europea: clases medias moderadas amantes del equilibrio económico y social y del orden institucional.

El problema es que sus dirigentes también son conscientes de ese problema que tienen, y de ahí las torsiones que se ven obligados a hacer para meterse en el traje de gente fiable y de orden sin perder el glamour original. Asaltar los cielos sin que nadie se inquiete no es tarea sencilla.

Hablemos de Ciudadanos: un producto, como digo, muy distinto al anterior. Menos embriagador para los que buscan emociones fuertes, pero más tranquilizador para el común de los mortales.

Para empezar, un partido que ha nacido defendiendo a España en Cataluña. Música celestial para los votantes del PP y para muchos del PSOE en los tiempos que corren. Muy poco antes de las elecciones generales habrá elecciones en Cataluña y es probable que Ciudadanos resulte ser el primer partido no independentista en esos comicios, por delante del PSC y del PP. Habrá que verel impacto de eso en el resto de España.

Su discurso contiene una mezcla cuidadosamente equilibrada de liberalismo político y económico y progresismo social. El punto justo de sabor para ese centro-derecha liberal que, 30 años más tarde, sigue añorando a la UCD. No es casualidad que los carteles de Albert Rivera se parezcan tanto a los de Adolfo Suárez en 1977.

Proclaman la regeneración de la política con tanta credibilidad como el que más, pero están indiscutiblemente dentro del marco constitucional. Y no están financiados por ninguna dictadura bolivariana (si acaso por algunos empresarios y banqueros que ya no creen que el PP les garantice el futuro).

Y aparece como un partido moderno e innovador, con un líder sonriente que se expresa con claridad y no asusta a nadie: una vez más, mezcla sabiamente ajustada de utopía y realismo. Y completamente virgen en el espinoso asunto de la corrupción.

Ciudadanos es la vía reformista. Un producto diseñado a la medida para peperos doloridos con Rajoy y socialdemócratas aún desconfiados ante el riesgo de un nuevo zapaterismo.

Y en cuanto a ese futuro que está ya a la vuelta de la esquina, de pactos necesarios a varias bandas para poder tener gobiernos estables, he aquí la tercera gran diferencia entre Podemos y Ciudadanos:

Ambos son una gran amenaza electoral para el PP y para el PSOE, eso está claro (a IU y a UpyD ya los han engullido). Les harán perder muchos votos. Pero pensando en los futuros pactos, Podemos es un enigma inquietante y Ciudadanos podría ser una tabla de salvación.

Muy especialmente para el PP, que se asomaba al precipicio de perder todos los gobiernos en los que desaparezca su mayoría absoluta y al que ahora se le abre un posible espacio de alianzas para salvar gobiernos que daba por perdidos (Madrid, sin ir más lejos.)

Pero también para el PSOE, que puede librarse de la letal alternativa entre echarse en brazos de Podemos o la pesadilla de la gran coalición con el PP.

Ciudadanos será un temible adversario en las urnas, pero podría resultar un mal menor muy apetecible a la hora de pactar.

Para Podemos los pactos de Gobierno son un problema: implican necesariamente meterse en la cama con la casta y abren una brecha irremediable en la consistencia y en la credibilidad de su producto original.

Para Ciudadanos los pactos son una buena oportunidad para demostrar capacidad de gestión, ganar respetabilidad y ensayar el eclecticismo ideológico y la equidistancia política de la que tanto esperan obtener.

Podemos y Ciudadanos tienen otra cosa en común: para ambos la prioridad de las prioridades son las elecciones generales. Las municipales y autonómicas de mayo, vitales para el PP y el PSOE, para ellos son un estorbo en el camino que tratarán de sortear sin cometer errores que comprometan sus posibilidades en la cita decisiva.

No me reconozco en el gremio de los detentadores demoscópicos de la bola de cristal que adivina el futuro; pero a día de hoy, si tuviera que apostar lo haría a favor de que, salvo accidentes o errores graves, en las elecciones generales Ciudadanos estará por delante de Podemos.

Dentro de la incertidumbre que domina la política española en este año electoral de 2015, más nos vale ir haciéndonos a la idea de que la cultura de los gobiernos de un sólo partido está viviendo sus últimos días. La próxima legislatura será la de los gobiernos de coalición o los acuerdos de gobierno como norma general, y ello en todos los niveles: desde el Gobierno de la Nación hasta la mayoría de los Ayuntamientos. Y en muchos casos no bastará con dos partidos para formar mayorías de gobierno, se necesitarán combinaciones más complejas y también más inestables.

Ciudadanos