Una Cierta Mirada
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Una lectura de las elecciones británicas
¿Qué puede pasar políticamente de resultas de estos comicios? Pues me temo que nada bueno. Las urnas han convalidado barbaridades como el famoso “contrato de cero horas”
En vísperas de un ciclo electoral que aquí también se anticipa incierto y políticamente tumultuoso, lo de Gran Bretaña nos ofrece algunas lecciones que quizás deberíamos tener en cuenta antes de adentrarnos en pronósticos domésticos muy aventurados. Pero antes conviene separar el grano de la paja y saber qué es lo que realmente ha pasado allí. Vamos por partes:
En primer lugar, los resultados en sí mismos. Si nos fijamos en los votos y no en los escaños, lo primero que vemos es que los dos grandes partidos, conservadores y laboristas, han tenido prácticamente el mismo resultado que en las anteriores elecciones de 2010. Es más, ambos han subido ligeramente. Los primeros han tenido 600.000 votos más y los segundos 740.000 votos más que hace cinco años. Y la distancia que los separa es prácticamente igual, 7 puntos y 2 millones de votos.
En términos numéricos ni los conservadores se han disparado ni los laboristas se han desplomado, más bien ambos están donde estaban hace cinco años (el Labour ha compensado en Inglaterra lo que ha perdido en Escocia). Tampoco se ha hundido el bipartidismo: en 2010 los dos grandes sumaron el 65% y 565 escaños y ahora han sumado el 67% y 563.
El terremoto se ha producido por debajo: los liberal-demócratas, que han perdido cuatro millones y medio de votos y han pasado del 23% al 8%; los nacionalistas escoceses, que han ganado un millón de votos y han subido 30 puntos en su territorio; y los xenófobos y antieuropeos del UKIP, que han tenido la friolera de 4 millones de votos aunque no se haya traducido en escaños.
Vamos con las encuestas. Daban un empate en la zona del 34%: finalmente los conservadores han tenido tres puntos más y los laboristas tres puntos menos. A cambio, han clavado el hundimiento de los liberal-demócratas y la fuerte subida del SNP y del UKIP.
¿Error depronóstico? Puede que haya algo de eso, pero yo creo que la durísima campaña conservadora ha funcionado en el tramo final y las encuestas no han llegado a tiempo de recoger ese efecto. Es probable que el escenario que dibujaban fuera el realmente existente en el inicio de la campaña; pero para eso se hacen las campañas, para que las encuestas no se cumplan.
Donde sí han tropezado ha sido en la traslación de los votos a escaños. Y eso es porque en Gran Bretaña no hay propiamente una elección general sino 650 microelecciones en cada una de las cuales se elige un diputado. Deducir el resultado de todas ellas a partir de pequeñas muestras nacionales es un ejercicio extremadamente difícil cuando las “circunscripciones clave” se multiplican.
¿Error de pronóstico de las encuestas? La campaña conservadora ha funcionado en el tramo final y los sondeos no han recogido a tiempo ese efecto
Eso sí, los institutos de opinión británicos, que son los mejores del mundo después de los norteamericanos, han anunciado una auditoría para revisar sus errores (ya nos gustaría ver aquí algo semejante tras algunos sonoros patinazos mucho menos explicables que este). Anticipan dos cosas: que hay que tener más precaución con las proyecciones de escaños y que han abusado de las encuestas por internet, que hoy por hoy sirven para detectar corrientes de opinión pero son aún demasiado imprecisas en lo que se refiere al voto. A lo mejor alguien toma nota entre nosotros y se ahorra hacer el ridículo.
El elemento más singularmente determinante de las elecciones británicas es el sistema electoral. Un sistema que tiene dos ventajas importantes: la primera, que tiende a proporcionar mayorías y gobiernos estables. La segunda, que al elegir un solo diputado en cada circunscripción todos los parlamentarios tienen cara y ojos para sus votantes, que los conocen y saben dónde pueden encontrarlos en cada momento. Es la famosa “cercanía entre votantes y representantes” que tan difícilmente se consigue con las listas.
Pero este sistema produce también distorsiones tremendas. Por ejemplo, que un partido con 4 millones de votos (UKIP) obtenga solamente un escaño mientras otro partido con 1,5 millones de votos (SNP) consiga 56. O que el 37% de los votos proporcione el 51% de los escaños.
El sistema electoral británico produce distorsiones tremendas. Por ejemplo, que un partido con 4 millones de votos (UKIP) obtenga solo un escaño
Los sistemas electorales son como mantas cortas, si te tapas por arriba te destapas por abajo y viceversa. No existe el sistema electoral perfecto, todos tienen contraindicaciones. Harían bien nuestros políticos en hablar más de política y dejarse de inventos sobre el sistema electoral que lanzan al aire sólo porque suenan bien, sabiendo de antemano que jamás se pondrán de acuerdo y que, además, con demasiada frecuencia carecen de rigor y mezclan propuestas que son totalmente incompatibles entre sí.
Creo que en esta ocasión la campaña ha sido decisiva. En ningún sitio está escrito que las campañas positivas sean siempre mejores que las negativas ni lo contrario. La de los tories ha sido tremendamente agresiva y negativa y ha resultado muy eficaz. En la competición de los consultores el australiano Lynton Crosby le ha dado un repaso al norteamericano David Axelrod, que ha tratado vanamente de “obamizar” a Ed Miliband (los laboristas se quedarán siempre con la duda de si eligieron al mejor de los hermanos Miliband).
Lo cierto es que los conservadores han logrado convencer a mucha gente de que los laboristas: a) se cargarían la incipiente recuperación económica, y b) serían rehenes de los nacionalistas escoceses que tratan de romper el país. Supongo que todo esto les suena, así que agárrense, que vienen curvas: yo diría que la campaña del PP en las elecciones generales ya está encargada de acuerdo a ese modelo y no veo al señor Sánchez mucho más resistente que míster Miliband a un stress testcomo el que le han aplicado a éste.
¿Qué puede pasar políticamente de resultas de estas elecciones? Pues me temo que nada bueno.
El partido de Cameron ha logrado convencer a sus votantes de que los laboristas se cargarían la economía y serían rehenes de los nacionalistas escoceses
Por un lado, las urnas han convalidado barbaridades como el famoso “contrato de cero horas” que permite al empresario decidir cada día si una persona trabajará o no al día siguiente, durante cuántas horas y por cuánto dinero, y además en régimen de exclusividad: la esclavitud en pleno siglo XXI. Y lo peor es que al calor del éxito semejante brutalidad acaba de convertirse en un artículo para la exportación.
Por otro, Cameron tendrá que convocar sí o sí el referéndum sobre la permanencia de Gran Bretaña en la Unión Europea. Y si a los 4 millones de votos del UKIP les añadimos la pulsión antieuropea de más de la mitad del Partido Conservador, puede que en 2017 la causa del europeísmo reciba un golpe mortal: o se perderá el referéndum o habrá que conceder al Reino Unido unas condiciones que dejen su pertenencia a la UE reducida a una mera formalidad. Y no nos engañemos: aunque los continentales lo intentemos disimular, Europa sin Gran Bretaña es mucho menos.
Y como los escoceses odian a los tories y además no tienen ninguna gana de salirse de Europa, los nacionalistas tomarán esa convocatoria como el pretexto que necesitan para exigir que se repita el referéndum sobre su independencia, y esta vez lo ganarán.
En resumen, como diría Rajoy, un lío.
En vísperas de un ciclo electoral que aquí también se anticipa incierto y políticamente tumultuoso, lo de Gran Bretaña nos ofrece algunas lecciones que quizás deberíamos tener en cuenta antes de adentrarnos en pronósticos domésticos muy aventurados. Pero antes conviene separar el grano de la paja y saber qué es lo que realmente ha pasado allí. Vamos por partes: