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Txiki Benegas, un respeto
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Ignacio Varela

Una Cierta Mirada

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Txiki Benegas, un respeto

Ha sido uno de los dirigentes políticos más notables que ha tenido el socialismo español. También uno de los más queridos por todos los socialistas y, sin duda, de los más respetados por sus adversarios

Foto: Libro de condolencias en la entrada principal de su sede en la Calle Ferraz, en Madrid, para honrar al socialista Txiki Benegas. EFE
Libro de condolencias en la entrada principal de su sede en la Calle Ferraz, en Madrid, para honrar al socialista Txiki Benegas. EFE

Pudo ser Lendakari del Gobierno vasco y renunció a ello por responsabilidad.

Pudo ser el sucesor de Felipe González y, sabiéndolo, ni siquiera quiso intentarlo.

Pudo ser el número dos del Gobierno y dejó pasar la ocasión por lealtad.

Y sin embargo, Txiki Benegas ha sido uno de los dirigentes políticos más notables que ha tenido el socialismo español desde el principio de la democracia. También uno de los más queridos por todos los socialistas y, sin duda, de los más respetados por sus adversarios.

Pocos políticos encontraremos que, sin haber participado jamás en un gobierno, hayan tenido una influencia tan determinante en acontecimientos decisivos para su país (y me refiero tanto al País Vasco como a España).

Benegas era el más joven del grupo de activistas, procedentes en su mayoría de Andalucía y del País Vasco (lo llamaban “el Pacto del Betis”), que en los años finales del franquismo tomaron por asalto el avejentado y adormecido PSOE del exilio, lo reconstruyeron desde los cimientos e hicieron de él la fuerza política más importante de la democracia española.

Compartió todos los códigos de los Felipe González, Alfonso Guerra, Nicolás Redondo, Enrique Múgica, Luis Gómez Llorente…el principal de ellos, la clara noción de que no debía plantearse una dicotomía que obligara a elegir entre interés del partido e interés del país, por la sencilla razón de que en aquellas circunstancias nada que perjudicara al país podía ser beneficioso para el partido.

Le tocó actuar en la difícil negociación del Estatuto vasco, intermediando entre el Gobierno de Suárez y unos dirigentes del PNV presionados por el terrorismo

Más allá de la retórica fatua hoy al uso, se trataba de una idea estratégica de fondo: aquella gente comprendió que la única forma de construir desde la izquierda un partido con vocación mayoritaria y de poder, capaz de vertebrar establemente la sociedad, era hacerlo simbiótico con los intereses del país. Podía admitirse un error en la apreciación de esos intereses, pero no una divergencia entre proyecto de partido y proyecto de país.

La vida política de Txiki Benegas está marcada sobre todo por tres capítulos en los que tuvo papel crucial:

1. La construcción de la autonomía vasca y su inserción en la Constitución

Con menos de 30 años le tocó actuar en la difícil negociación del Estatuto vasco, intermediando en eternas noches monclovitas entre el Gobierno de Suárez, que sentía en la nuca el aliento de los militares franquistas, y los dirigentes del PNV presionados por un terrorismo etarra más rampante que nunca. En muchas madrugadas aquello estuvo a punto de saltar por los aires y el talento de aquel joven socialista vasco contribuyó a mantener las puertas abiertas.

En 1986 el PNV se escindió en dos mitades, encabezadas por Ardanza y Garaicoechea. Hubo elecciones autonómicas anticipadas y el Partido Socialista, con Benegas de candidato, fue el primero en escaños. Tenía en su mano la presidencia del Gobierno vasco: la legitimidad de los escaños y la mayoría parlamentaria que le ofrecían EA (Garaicoechea) y Euskadiko Ezkerra para formar una especie de tripartito.

Tenía en su mano la presidencia del Gobierno vasco, la legitimidad de los escaños y la mayoría parlamentaria, pero cedió y ni siquiera entró en el nuevo gobierno

Pero eso significaba enviar al PNV a la oposición; y el PNV era imprescindible en la lucha contra ETA, que sólo en aquel año había matado a casi 50 personas. Cabía un acuerdo entre el PSE y el PNV, pero los nacionalistas exigían que el lendakari fuera Ardanza. Y lo fue porque Benegas decidió que eso era lo mejor. Cedió en su legítima aspiración y ni siquiera entró en el gobierno, sino que puso a Ramón Jáuregui como vicelendakari.

Aquel gobierno de coalición entre nacionalistas y socialistas duró 12 años y ha sido el mejor, el más integrador y el más comprometido contra el terrorismo que ha tenido el País Vasco en su historia.

2. La lucha contra ETA

Txiki Benegas sostuvo en pie al socialismo vasco en los peores tiempos de la ofensiva terrorista. Él mismo fue durante muchos años un objetivo prioritario de ETA.

Dedicó miles de horas a fraguar acuerdos entre las fuerzas democráticas para ofrecer un frente unido frente a la violencia. Todos los acuerdos antiterroristas de la democracia han tenido a Txiki Benegas como uno de sus principales hacedores.

Txiki Benegas sostuvo en pie al socialismo vasco en los peores tiempos de la ofensiva terrorista. Fue durante muchos años un objetivo prioritario de ETA

Y ha colaborado con todos los gobiernos democráticos en las sucesivas operaciones de diálogo con ETA en la búsqueda de la paz. Ayudó a Suárez en las conversaciones que condujeron al desarme de los poli-milis de ETA, ayudó a González cuando lo intentó, ayudó también a Aznar cuando hizo lo propio y ayudó a Zapatero y a Rubalcaba; y lo hizo aunque no siempre coincidiera con los métodos y las vías.

Txiki Benegas fue un campeón de la paz. Estoy seguro de que si él tuviera que elegir sólo una parte de su vida política, se quedaría con esta.

3. Fue “el tercer hombre” del conflicto entre González y Guerra

Esto lo digo a mi cargo porque nunca se lo he escuchado al interesado, pero para mí Felipe González siempre había visto a Txiki como su sucesor natural en el Partido Socialista. De hecho, en 1984 lo impulsó como Secretario de Organización frente a Chaves, que era el candidato de Alfonso Guerra.

Sin embargo, después, Benegas desarrolló muy rápidamente una estrechísima relación de mutua lealtad política y personal con Guerra, y la ha mantenido hasta el final de su vida.

Cuando González puso abiertamente sobre la mesa la cuestión de su sucesión y a la vez sus relaciones con Alfonso Guerra empeoraron hasta hacer imposible la convivencia entre ambos, no fueron pocos los que, en los dos lados de la trinchera, pensaron que la persona mejor situada para ocupar el liderazgo y cerrar esa grieta era Txiki Benegas, que tenía la confianza de Alfonso y el afecto de Felipe.

Me consta que personas significadas le trasladaron ese análisis y se pusieron a su disposición si decidía dar el paso. Lo tenía fácil: le hubiera bastado con situarse en algún punto más o menos equidistante entre los dos líderes enfrentados y dejarse querer. Y no dudo de que en tal trance hubiera tenido un apoyo masivo dentro de un partido entonces desgarrado por su propia división.

Estaba hecho de una pasta y representaba una forma de entender la acción política que, por desgracia, ya no está vigente en nuestro país

Pero él se negó en rotundo: había hecho una opción y no estaba dispuesto a desdibujarla aunque ya entonces se veía venir que su bando resultaría perdedor.

En 1991, ya con Alfonso Guerra fuera del Gobierno, González hizo un último intento de “rescatar” a Txiki: lo llamó a Moncloa y le ofreció entrar en el Gobierno con un nivel de poder que lo convertiría en un vicepresidente de hecho. Pero en aquel momento el encono era ya máximo y Benegas interpretó que aceptar esa oferta sería una traición al ex vicepresidente, así que la declinó.

Desde entonces su partido lo mantuvo incomprensiblemente en un segundo plano, claramente infrautilizado a pesar de su universalmente reconocida capacidad política, infinitamente superior a muchos de los que han pasado por ministerios y ejecutivas en los últimos quince años. Eso sí, todos los Secretarios Generales del PSOE han contado con su apoyo desinteresado y su criterio siempre inteligente.

Desde cualquier posición ideológica que se contemple, la figura de Txiki Benegas sólo puede inspirar respeto. Estaba hecho de una pasta y representaba una forma de entender la acción política que, por desgracia, ya no está vigente en nuestro país.

Con unos cuantos como él en el actual escenario político, algunos estaríamos mucho más tranquilos en cuanto al futuro de España.

Pudo ser Lendakari del Gobierno vasco y renunció a ello por responsabilidad.

Alfonso Guerra PNV Manuel Chaves