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La fortuna sonríe a los audaces
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Ignacio Varela

Una Cierta Mirada

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La fortuna sonríe a los audaces

Sánchez ha transformado por segunda vez un fracaso electoral en una victoria política

Foto: El líder del PSOE y candidato a la Presidencia del Gobierno, Pedro Sánchez. (EFE)
El líder del PSOE y candidato a la Presidencia del Gobierno, Pedro Sánchez. (EFE)

Los libros de historia serán poco compasivos con las últimas cinco semanas y media de la política española. No ha habido en ellas casi nada digno de ser considerado digno -salvo la digna actuación del jefe del Estado.

Que Pedro Sánchez sea finalmente el primer candidato propuesto por el Rey es un triunfo personal incontestable del secretario general del PSOE. Es sobre todo el fruto de la determinación audaz de quien sabe que tiene poco que perder y mucho que ganar, y aprovecha las oportunidades cuando se presentan.

Sánchez ha transformado por segunda vez un fracaso electoral en una victoria política. Ya lo hizo en mayo cuando, pese a perder votos a mansalva en todos los territorios excepto en uno (Extremadura), se alzó con el santo y la limosna, y hoy hay más presidentes autonómicos del PSOE (siete) que del PP (cinco).

Esta vez partía del peor resultado del Partido Socialista desde que hay democracia en España. Sin embargo, ahí lo tienen: ni siquiera ha tenido que esperar turno, ya que Rajoy se ha quitado de en medio -probablemente para siempre-. Si gana la votación, se convertirá en presidente. Y si pierde, no habrá más candidatos ni nuevas investiduras: ya todo será campaña mientras corre el plazo para las nuevas elecciones. Además, con su paso adelante se ha desbloqueado lo que podría haber desembocado en una crisis constitucional inédita y al Rey se le ha evitado un papelón. Eso también puntúa.

Si gana la votación, será presidente. Y si pierde, no más candidatos ni investiduras: todo será campaña mientras corre el plazo para nuevas elecciones

Dicen que el éxito no se discute, pero la habilidad de su líder para sacar petróleo político de las piedras electorales no debería eximir a los socialistas de reflexionar sobre lo que les está pasando con la sociedad española. El PSOE ha perdido 2.000 votos diarios desde el inicio de la crisis, y cada elección ha sido peor que la anterior. En ese periodo ha tenido tres secretarios generales y ha intentado varias veces renovar sus propuestas y sus rostros, pero los ciudadanos no le han devuelto la confianza. La inocultable realidad es que el PSOE es hoy un partido en declive -un estado alcanzado por méritos propios y que comparte con casi toda la socialdemocracia europea, lo que es un pobre consuelo.

Para llegar a la tarde del martes, Pedro Sánchez ha debido librar y ganar una batalla truculenta dentro de su partido. Lo que parecía una alocada huida hacia adelante era en realidad un movimiento de protección frente a quienes lo acosaban sin atreverse a devorarlo. Sánchez, que los conoce bien, supo que no eran tiburones, sino peces grandes. Se los ha trajinado simplemente por dos cosas que a ellos les faltan: sabe lo que quiere y tiene agallas.

Hoy ya es internamente invulnerable. Mientras sea el candidato del Rey, nadie en el PSOE lo tocará y todos tendrán que cerrar filas tras él. Y si maneja bien el calendario, aunque haya nuevas elecciones, nadie con cara y ojos osará disputarle el número uno de la lista de Madrid. Así que con su nominación, Sánchez se ha cobrado dos piezas: la ocasión de ser presidente ganando la investidura y, si eso no resulta, una segunda oportunidad en las urnas.

Mientras sea el candidato del Rey, nadie en el PSOE lo tocará y tendrán que cerrar filas tras él. Y aunque haya elecciones, nadie osará disputarle el número uno

La propuesta del Rey le convierte en el personaje central de la política española durante los dos próximos meses. Todo el país estará pendiente de lo que hace, lo que dice, con quién se ve y a quién evita ver. Y la sesión de investidura le suministrará el premio extra de un montón de horas de televisión con él como máximo protagonista (por cierto, ardo en deseos de ver la intervención de Rajoy ese día después de su patético desempeño en este trance). Gary Cooper en 'Solo ante el peligro': no hay dinero para pagar una precampaña electoral como esa.

No es lo mismo un pacto para una votación de investidura que sostener un Gobierno. En cuanto a lo primero: cautivos y desarmados los barones y baronesas del PSOE, Sánchez tiene que hacer el encaje de bolillos de meter en el mismo barco a Ciudadanos y a Podemos. Probablemente su escenario ideal sería gobernar en solitario con el voto favorable de C’s y la abstención de Podemos y sus socios. Entre otras razones porque llegando por ese camino tendría una base de apoyo parlamentario claramente insuficiente, pero sería imposible en la práctica armar una moción de censura con un candidato alternativo.

Rivera está condicionado por su propio electorado: dos de cada tres de sus votantes proceden del PP y para ellos Pablo Iglesias y los suyos son la encarnación actual del Anticristo. Cualquier movimiento que sugiera un atisbo de complicidad con Podemos provocaría una desbandada masiva de votos de C’s en beneficio del PP.

Quien condiciona a Iglesias son sus socios. No puede permitir que se desparramen las confluencias que le dieron el 40% de su fuerza electoral. Con Colau reconstruyendo el PSUC sin contar con él, En Marea en vísperas de unas elecciones en Galicia y Compromís ya en el Grupo Mixto, un paso en falso y puede quedarse colgado de la brocha en esos tres territorios clave. Por ejemplo, un entendimiento directo o indirecto con un partido fundacionalmente antinacionalista como Ciudadanos sería para Colau y compañía un paso en falso inasumible.

Si pese a todo consigue salir elegido, su mayor reto en el Gobierno será conseguir alguna colaboración del PP para las grandes reformas que quiere emprender

Además, Iglesias tiene que mantener la exigencia de formar parte del Gobierno, incluida la vicepresidencia para sí mismo. Realmente, no creo que entre en sus planes sentar a Sánchez en La Moncloa y quedarse fuera sin tocar poder.

Pero si pese a todo Sánchez consigue salir elegido, su mayor desafío en el Gobierno -además de lidiar con Bruselas- será conseguir alguna colaboración del PP para las grandes reformas que quiere emprender, empezando por la reforma constitucional. Y eso es aún más peliagudo que lo anterior. Cuando los dirigentes del PP se ven en la oposición -especialmente si sienten que una colusión política los ha despojado del poder-, les baja patriotismo y les aumenta espectacularmente el sectarismo. Lo que puede esperar el presidente Sánchez por ese lado es más bien una oposición feroz, a ratos desestabilizadora; y desde luego, nada que se parezca a un consenso sobre nada.

En cuanto a Rajoy, que se disponga a contemplar este proceso negociador desde la soledad de su cargo en funciones es algo que difícilmente le perdonarán muchos que, tapándose las narices, le dieron su voto para que esto no ocurriera.

Sí, Pedro Sánchez ha demostrado que la fortuna sonríe a los audaces y que tiene tantos espolones como el que más. Pero siguen en el aire las preguntas inquietantes:

¿Están pesando más en la política española las estrategias de supervivencia personal o partidaria que el progreso del país y el bienestar de sus habitantes?

¿Será cierto que tenemos que afrontar el momento más complicado con los líderes más pequeños que ha conocido nuestra democracia?

¿Puede que estemos pagando colectivamente el precio de haber votado más por las pasiones que por las razones y más por las ganas de castigar que por las de construir?

Los libros de historia serán poco compasivos con las últimas cinco semanas y media de la política española. No ha habido en ellas casi nada digno de ser considerado digno -salvo la digna actuación del jefe del Estado.

Pedro Sánchez Ciudadanos Mariano Rajoy