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Aniversario del 11-M: ¿Qué pasó con los votos?
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Ignacio Varela

Una Cierta Mirada

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Aniversario del 11-M: ¿Qué pasó con los votos?

El atentado y su gestión tuvieron un efecto negativo para el PP y positivo para el PSOE. No puede decirse que el PP perdiera gran cantidad de votos, pero sí que el PSOE ganó muchos que no esperaba

Foto: Homenaje rendido este viernes en la Puerta del Sol a los fallecidos en los atentados del 11-M de Madrid. (EFE)
Homenaje rendido este viernes en la Puerta del Sol a los fallecidos en los atentados del 11-M de Madrid. (EFE)

Creo que ha transcurrido ya tiempo suficiente para retomar con serenidad una cuestión que ha estado clavada en la conciencia colectiva y en buena medida sigue irresuelta: el impacto del atentado del 11-M y de la actuación posterior de unos y otros sobre el resultado de las elecciones del 14 de marzo de 2004.

El tema es delicado y en absoluto trivial. Aquel resultado electoral envenenó durante años el debate político en España, alimentó todo tipo de teorías conspiratorias, alimentó agravios y fracturas y contaminó de rencor y despecho al menos una legislatura completa. El odio irracional de la derecha española hacia la figura de Zapatero tuvo su origen en la excepcional circunstancia que marcó su primera victoria en las urnas.

El PP se sintió despojado de una victoria que daba por segura y nunca aceptó la legitimidad moral del triunfo de Zapatero, acusando al PSOE y a sus medios afines de instrumentalizar un terrible atentado terrorista para provocar un vuelco en el voto. Desde el otro lado se habló de un “engaño masivo” orquestado por el Gobierno de Aznar para instalar una versión falsa sobre la autoría del atentado y obtener ventaja electoral de la mentira.

Fue la primera vez que un hecho así se producía escasos días antes de una elección nacional, y la vecindad del atentado condicionó las reacciones

Normalmente, sucesos como aquel tienden a producir en las sociedades un efecto de cierre de filas: ante la agresión, los ciudadanos comparten el dolor, se unen entre sí y respaldan al que está en el timón. Lo hemos visto muchas veces y en muchos lugares. Sin embargo, aquí sucedió lo contrario. El 11-M nos dividió y enfrentó como pocas cosas desde el final de la dictadura.

La sangre mezcla mal con los votos. El atentado del 11-M en Madrid fue una recidiva del 11-S en Nueva York y un anticipo de otros igualmente terribles que han venido después. Pero fue la primera vez que un hecho así se producía escasos días antes de una elección nacional, y la vecindad del atentado con la votación condicionó inevitablemente todas las reacciones. Nadie, ni el Gobierno, ni los partidos políticos, ni los medios ni los ciudadanos, habría actuado igual si el crimen masivo se hubiera cometido en cualquier otro momento.

¿Qué pasó realmente con los votos en aquellos tres días? ¿Hubo verdaderamente un vuelco electoral? Y si lo hubo, ¿se debió únicamente a los efectos del atentado? Creo que hay datos que permiten ensayar una interpretación.

Al convocarse las elecciones, en el mes de enero, el PP disponía de una amplia ventaja de ocho puntos respecto al PSOE en intención de voto. Esa distancia se fue reduciendo de forma paulatina pero constante. Los errores de Aznar en la última fase de su mandato -singularmente, la guerra de Irak- pasaban factura, y el candidato Rajoy no era precisamente un cañón electoral. La campaña dinámica y motivadora de Zapatero contrastaba con el tono mortecino de la del PP, quizás excesivamente confiado en su ventaja.

Lo cierto es que en la víspera del atentado se llegó a una situación de empate técnico: las encuestas mostraban ya una ventaja mínima del PP -apenas un punto y medio- y un movimiento ascendente del PSOE. Es sabido que el resultado electoral tiende a intensificar la tendencia de los últimos días.

¿Cuál hubiera sido el resultado de aquellas elecciones sin el atentado y lo que sucedió tras él? Nunca lo sabremos con certeza, pero si la información disponible era correcta hubiera sido muy verosímil este escenario: 70% de participación, empate en votos entre los dos grandes y algunos escaños más para el PP.

No creo que sea cierta la hipótesis de que el PP perdió cientos de miles de votantes en 72 horas; quienes ya tenían decidido votarlo, lo hicieron en su gran mayoría

Es evidente que el atentado sacudió brutalmente a la sociedad y los hechos posteriores tuvieron efectos sobre el voto ciudadano. No creo que sea cierta la hipótesis de que el PP perdió cientos de miles de votantes en aquellas 72 horas; quienes ya tenían decidido votarlo, lo hicieron en su gran mayoría.

Pero sí hubo dos movimientos convergentes que favorecieron al PSOE. Por una parte, el voto no gubernamental se agrupó como nunca en torno a la candidatura socialista. En 2004 el voto de los partidos a la izquierda del PSOE y el voto nacionalista alcanzaron su punto histórico mínimo. De todos los votos que no recibió el PP, siete de cada diez fueron a parar a los socialistas.

Y ocurrió algo mucho más importante: la participación dio un salto de cinco puntos respecto a lo que se preveía. Esperando una concurrencia a las urnas del 70% nos encontramos con un 75%, una de las más altas de la historia. Es decir: más de un millón y medio de personas que un día antes del atentado no tenían intención de votar se sintieron después motivadas para hacerlo.

José María Aznar habló con los responsables de los periódicos y de las cadenas de radio y televisión. Pero no tuvo en cuenta la red, y ese fue su error fatal

Es razonable pensar que este doble movimiento (concentración del voto opositor y gran aumento de la participación) fue la expresión del malestar causado por la actuación del Gobierno en las horas siguientes al atentado. Mi hipótesis es que dos de cada tres personas que engrosaron a última hora el caudal de votantes apoyaron al Partido Socialista con el propósito de castigar al PP. Lo describió -con acierto sociológico y torpeza política- la ministra Pilar del Castillo, que antes había sido directora del CIS, al constatar con disgusto que se habían presentado en los colegios electorales un gran número de ciudadanos “a los que no esperábamos”.

En resumen: es innegable que el atentado y su gestión por el Gobierno tuvieron un efecto electoral negativo para el PP y positivo para el PSOE. No puede decirse que el PP perdiera gran cantidad de votos, pero sí que el PSOE ganó muchos que no esperaba. Y en todo caso, ello no hizo sino reforzar la tendencia de crecimiento del PSOE que se había venido manifestando durante toda la campaña. Sin ella, probablemente el “voto de castigo” se habría dispersado entre distintas candidaturas.

También ocurrió algo en aquellas dramáticas jornadas que marcó un antes y un después en la comunicación política en España. Por primera vez, internet mostró su fuerza para provocar movimientos masivos en la opinión publica y desbordar el alcance de los medios analógicos tradicionales.

José María Aznar pensó a la antigua. En su intento de establecer la tesis de la autoría de ETA, habló con los responsables de los periódicos y de las cadenas de radio y televisión. Pero no tuvo en cuenta la red, y ese fue su error fatal. Por ahí se filtró la noticia de que probablemente el Gobierno no estaba diciendo la verdad y la oleada fue ya incontenible. Aún no existían las redes sociales ni WhatsApp, pero sí los SMS y las páginas web residenciadas fuera de España, que tuvieron en aquellas horas un seguimiento masivo.

En las circunstancias más trágicas, los políticos españoles aprendieron una lección que hoy ya es casi un tópico: en la era digital es más fácil que nunca manipular e intoxicar, pero no es posible que ningún poder controle el flujo de la información. Cualquiera puede envenenar el campo, pero ya nadie puede ponerle puertas.

Creo que ha transcurrido ya tiempo suficiente para retomar con serenidad una cuestión que ha estado clavada en la conciencia colectiva y en buena medida sigue irresuelta: el impacto del atentado del 11-M y de la actuación posterior de unos y otros sobre el resultado de las elecciones del 14 de marzo de 2004.

Terrorismo José María Aznar