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Ignacio Varela

Una Cierta Mirada

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El charlatán

Ahora toca atraerse el voto de los socialistas; toca hacer un guiño a las mujeres, a los homosexuales, a las familias de personas dependientes, todas esas clientelas de ZP

Foto: Pablo Iglesias durante un mítin en Alicante. (Reuters)
Pablo Iglesias durante un mítin en Alicante. (Reuters)

La periodista Pepa Bueno, de la SER, ha pasado una jornada con Pablo Iglesias y ofrece una selección de los mejores momentos en un apretado resumen de 15 minutos. La cosa no tiene desperdicio. Es difícil comprimir en tan poco tiempo tal cantidad de mixtificaciones, falacias y maldades; todas ellas, eso sí, con ese melifluo tono jesuítico que en su enésima caracterización ha adoptado para esta campaña el otrora flamígero Iglesias.

Habla mucho el profesor Iglesias de ideología, pero ahora toca decretar su caducidad. Según dice, “las ideologías se construyeron en el siglo XX, en torno a una realidad que tiene que ver con la URSS y con la guerra fría: eso se ha terminado”. Así que, en su visión, la historia de las ideas políticas quedaría acotada al período comprendido entre 1945 y 1989, y esas ideas habrían sido un mero instrumento para revestir una contienda geoestratégica. Pasado ese momento, ya solo queda atenerse a lo que la realidad dicta en cada momento.

Francis Fukuyama, el más notable teórico del neooconservadurismo, explicó en 1992 exactamente la misma idea: según él, la historia humana como lucha de ideas ha concluido. Tras el fin de la guerra fría la economía de libre mercado se impuso sobre las utopías y las ideologías ya no son necesarias para mover el mundo.

Como programa de socialdemocracia moderna, el de Iglesias no llega muy lejos. Lo puede firmar Garicano sin despeinarse, además de que se ha quedado corto

Iglesias lo dice de una forma mucho más grosera: “Cada uno puede definirse con la ideología que quiera. Puedes decir que eres anarquista, comunista…podemos hacer un debate ideológico, pero eso es una cosa para seminarios”.

No sé qué es peor: si la disociación tajante entre las ideas y la acción política, como si no debiera existir ninguna conexión entre ellas, o el elitismo latente en la frase: “Eso es una cosa para seminarios”. Para la casta académica, vaya.

También habla, cómo no, de su reciente conversión a la socialdemocracia. Y como buen profesor, reparte aprobados y suspensos entre los socialdemócratas del presente y del pasado. Los malos, los que mataron a la socialdemocracia, fueron Blair y Schröder, a los que culpa de las políticas de austeridad. Quizá olvida que cuando esas políticas se implantaron en Europa ambos llevaban ya varios años fuera del gobierno; que Blair fue el dirigente que rescató al Labour Party de 18 años en la oposición y lo mantuvo tres legislaturas seguidas en el poder; y que Schröder, entre otros méritos, fue el primer líder que se atrevió a gobernar en coalición con Los Verdes, que en aquel tiempo eran lo más subversivo que circulaba por Europa.

Dice Iglesias que en cambio le gustaba mucho Jospin, aquel socialista francés que por primera vez en la historia dejó a la izquierda sin candidato en la segunda vuelta de unas presidenciales, forzada a apoyar a un derechista (Chirac) para que no ganara un ultraderechista (Le Pen). También se declara admirador de Josep Borrell. Una de las frases más peregrinas de la entrevista es cuando dice que si lo de Borrell se hubiera abierto paso en el PSOE, Podemos no habría nacido. La misteriosa relación que exista entre algo que sucedió en el Partido Socialista hace ya casi 20 años y el nacimiento de Podemos es un verdadero enigma, o a lo mejor es que lo dice solo para molestar. En todo caso, ya que admira tanto a Borrell, le sugiero que estudie a fondo sus ideas sobre la autodeterminación de Cataluña.

Como últimamente habla tanto de “nueva socialdemocracia”, Pepa Bueno le pide que explique en qué consiste tal cosa. Muy sencillo, responde raudo Iglesias:r fiscal progresiva, protección de los derechos sociales, defender los servicios públicos y una política económica expansiva. Pues menuda novedad: menos mal que Iglesias ha llegado a la socialdemocracia a descubrirnos esos principios, porque a nadie se le habían ocurrido hasta ahora.

Como programa de socialdemocracia moderna, el de Iglesias no llega muy lejos. Vamos, que lo puede firmar Garicano sin despeinarse, señalándole además que se ha quedado muy corto. Por supuesto, ni una palabra sobre el cambio climático, la crisis demográfica, las migraciones masivas, las nuevas fronteras en la igualdad de la mujer, la crisis de los refugiados, las nuevas formas de organización del trabajo en la sociedad del conocimiento, la financiación del Estado social, las amenazas globales a la seguridad, la transformación energética, la quiebra del proyecto europeo… Se ve que todo eso no forma parte de la nueva socialdemocracia en la versión de Pablo Iglesias.

Una de las frases más peregrinas de la entrevista es cuando dice que si lo de Borrell se hubiera abierto paso en el PSOE, Podemos no habría nacido

Así como de pasada, añade un cuarto objetivo: “Que no haya ejércitos europeos a las órdenes de generales norteamericanos”. ¡"Yankees go home”, esta sí que es nueva! Lo que no entiendo es a qué venían esos cabezazos negativos en el debate cuando Albert Rivera le señaló que Unidos Podemos pretende acabar con la OTAN, porque ese es exactamente el significado de lo que dice Iglesias.

Por cierto, en esa propuesta coincide plenamente con otro candidato presidencial, Donald Trump, que se dispone a regresar al viejo y sabroso aislacionismo norteamericano, encerrarse en su casa y que Estados Unidos se desentienda de todos los conflictos que, según él, “no nos atañen”. Y es que, por un lado o por el otro, los populismos siempre terminan encontrándose. También se me ocurrió pensar al escucharle que eso de que no aparezcan generales norteamericanos por Europa quizá podría preguntárselo a los europeos de 1945, seguro que le darían una opinión contundente al respecto.

Luego está el capítulo de las maldades, que es el que se ha llevado los titulares. Lo de que 'Zapatero ha sido el mejor presidente de la democracia y que lo admiro mucho y le consulto y siempre me contesta, y que he aprendido mucho de él porque es muy generoso y muy sensato'. La cosa es tan burda que no vale la pena recordar quién gobernaba en España cuando Iglesias incendiaba a las masas desde la Puerta del Sol o en aquellas arengas de telepredicador enfurecido.

El caso es que ahora toca atraerse el voto de los socialistas que no están muy felices con Sánchez; toca hacer un guiño a las mujeres, a los homosexuales, a las familias de personas dependientes, todas esas clientelas que Zapatero cultivó mientras pudo hacerlo. Y sobre todo, como está comprobado que los del PSOE muerden sistemáticamente los anzuelos, vamos a enredar un poco en ese avispero, que seguro que entran al trapo y me regalan tres días de titulares. Si ha sido por eso -que ya les digo yo que sí-, misión cumplida. (Para ser justos, también los de Ferraz se han dedicado a tocar las narices con la bromita de que “con Errejón hubiera habido acuerdo”, así que menos quejas).

Nos hemos pasado dos años -yo el primero- debatiendo sobre la naturaleza ideológica del líder de Podemos: que si leninista, que si populista de izquierdas, que si más chavista o más peronista, que si con un toque anarcoide… De verdad, no perdamos más el tiempo. Él mismo lo dice: “Cada uno puede definirse en su casa con la ideología que quiera”. Incluso tener una para cada día. Es todas esas cosas a la vez y ninguna de ellas en especial: es el más consumado charlatán que ha dado últimamente este país, orgullosa cuna del tocomocho y del timo de la estampita. Puro producto ibérico.

La periodista Pepa Bueno, de la SER, ha pasado una jornada con Pablo Iglesias y ofrece una selección de los mejores momentos en un apretado resumen de 15 minutos. La cosa no tiene desperdicio. Es difícil comprimir en tan poco tiempo tal cantidad de mixtificaciones, falacias y maldades; todas ellas, eso sí, con ese melifluo tono jesuítico que en su enésima caracterización ha adoptado para esta campaña el otrora flamígero Iglesias.