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El naufragio de las encuestas o las cosas de la edad
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Ignacio Varela

Una Cierta Mirada

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El naufragio de las encuestas o las cosas de la edad

Más allá de las explicaciones que achacan el fallo de las encuestas al Brexit o al voto oculto, está claro que obviamos un ingrediente fundamental de esta receta: la edad

Uno de las hechos más llamativos del 26-J ha sido el estrepitoso fracaso de las encuestas. Nunca habían coincidido tanto entre sí y pocas veces se alejaron tanto de la realidad. “Si esta vez se equivocan, lo harán todas juntas”, escribí en este blog. Y así ha sido: hemos errado todos juntos, encuestadores y analistas. Es grave, porque las encuestas no son políticamente neutras: generan expectativas que a su vez establecen las fronteras subjetivas entre la victoria y la derrota.

[Consulte aquí todos los resultados de las elecciones generales]

Ahora proliferan las explicaciones -más bien las explicaderas: que si el voto oculto, que si la gente miente, que si el Brexit…-, lo que sea antes que admitir dos cosas: a) que la investigación electoral padece problemas metodológicos sin resolver que se agudizan con el tiempo (por ejemplo, la velocísima sustitución del teléfono fijo por el móvil en los hábitos sociales)y b) que los procedimientos tradicionales de estimación del voto -la famosa 'cocina'- necesitan actualizarse, porque lo que sirvió en el pasado no tiene por qué servir para siempre.

En este caso, me parece claro que se nos olvidó meter en la cocina un ingrediente necesario para obtener una buena receta: la edad de los probables votantes.

¿No les llamó la atención que durante las primeras horas de la votación los colegios electorales estuvieran abarrotados y a partir de la una de la tarde se quedaran prácticamente vacíos? Un contraste tan notable entre el primer avance de participación y los posteriores… A mí sí me hizo pensar, porque eso no es habitual. Tirando de ese hilo, fui asociando: domingo de verano, puente de San Juan… Lo usual es que en este tipo de jornadas las personas mayores acudan a votar a primera hora y la gente más joven lo haga más tarde, a partir del mediodía -por aquello de la 'fiebre del sábado noche'.

Mi sospecha aumentó cuando el escrutinio desmintió brutalmente todas las previsiones. En ellas ha habido dos errores de bulto: se subestimó el voto del PP y se exageró mucho el de Unidos Podemos. La ligera desviación en cuanto al PSOE y a C’s es admisible dentro de los márgenes de error, pero lo del PP y lo de UP no es ni medio normal. Por favor, busquemos alguna explicación dentro de las propias encuestas que no consista en echar la culpa a los encuestados o en pintar a millones de despavoridos electores cambiando apresuradamente su voto por las noticias procedentes de Reino Unido.

En comparación con el resultado del 20-D, ha habido cambios importantes en dos ejes muy relevantes: el eje izquierda vs. derecha y el eje 'lo nuevo'vs. 'lo viejo'.

Derecha (PP+C's)

Izquierda (PSOE+UP)

42,6

46,3

46,1

43,8

'Lo viejo'(PP+PSOE)

'Lo nuevo'(UP+C's)

50,7

38,3

55,7

34,1

¡Qué curioso! Resulta que en esta elección la derecha ha superado a la izquierda y el antiguo bipartidismo, tras retroceder sin pausa durante varios años, ha revivido súbitamente, ampliando su ventaja respecto a los nuevos partidos: de 12,4 puntos de diferencia en diciembre a 21,6 puntos en junio.

Ya con la mosca detrás de la oreja, recordé que en España la gente mayor tiende más a inclinar su voto a la derecha (recuerden el dominio aplastante del PP entre los mayores de 65 años) y que frente al empuje de los nuevos partidos entre los menores de 45 años, el bipartidismo aún goza de una robusta salud electoral por encima de esa edad.

Siguiendo la búsqueda de pistas, les invito a repasar la encuesta del CIS, que es la más completa y la de muestra más amplia de todas las que se hacen antes de las elecciones:

Encuesta preelectoral CIS: Intención de ir a votar y voto decidido.

Resulta que más de un mes antes de la votación ya sabíamos que los mayores de 55 años (precisamente los que más apoyan al PP y al bipartidismo) estaban más resueltos a acudir a votar y tenían su voto más decidido. Por el contrario, los menores de 35 años (donde se concentra la clientela de Podemos y donde los nuevos partidos superan claramente a los viejos) aparecían como los más perezosos para participar y los menos decididos en cuanto al sentido de su voto.

Toda la información disponible invita a suponer que en esta elección las personas mayores han acudido a votar en mayor proporción que los jóvenes. Dentro de los 24 millones de votos válidos del 26-J, el peso electoral de los tramos superiores de edad ha superado a su peso poblacional -que ya es muy importante en esta sociedad envejecida.

Ello ayuda a explicar bastantes cosas: la fortaleza del PP, la resistencia del PSOE y la consiguiente resurrección del bipartidismo (cinco puntos más que en diciembre). También el desfondamiento de Podemos y el pobre resultado de Ciudadanos.

La encuesta del CIS se equivoca en las elecciones generales

No sé si aquí está toda la explicación del fallo de las encuestas pero, al menos, sí una parte significativa de ella. En todo caso, me parece una aproximación más convincente que la petenera de culpar al Brexit.

¿Esos datos estaban en las encuestas? Sí, estaban en todas ellas. ¿Se tuvieron en cuenta para las estimaciones de resultados? Me temo que no, o no lo suficiente. Todos coincidimos en que actualmente la edad condiciona poderosamente el comportamiento electoral y que el factor generacional es decisivo para interpretar el voto de los españoles. Pero a la hora de la verdad, ese criterio se quedó en el salón y no entró en la cocina de las estimaciones.

[Lea aquí: el voto generacional de las tres Españas]

Si retomamoslas encuestas previas al 26-J y hacemos el ejercicio de reconstruir el cálculo de resultados incorporando la edad como un factor de ponderación (al menos tan importante como el recuerdo de voto), quizá comprobaremos que las predicciones podrían haberse aproximado mucho más al resultado real. Pero la inercia es muy traicionera y no siempre ves lo que tienes ante tus narices hasta que chocas con ello. Y conste que me incluyo en el reproche, porque esto se lo estoy contando a toro pasado y me creí los pronósticos como el que más.

Uno de las hechos más llamativos del 26-J ha sido el estrepitoso fracaso de las encuestas. Nunca habían coincidido tanto entre sí y pocas veces se alejaron tanto de la realidad. “Si esta vez se equivocan, lo harán todas juntas”, escribí en este blog. Y así ha sido: hemos errado todos juntos, encuestadores y analistas. Es grave, porque las encuestas no son políticamente neutras: generan expectativas que a su vez establecen las fronteras subjetivas entre la victoria y la derrota.

Barómetro del CIS Ciudadanos