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Por fin, la próxima semana…¡hablaremos del Gobierno!
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Ignacio Varela

Una Cierta Mirada

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Por fin, la próxima semana…¡hablaremos del Gobierno!

Cuando el sábado se suba el telón, habremos pasado una frontera y asistiremos al estreno de una obra nueva y distinta, con personajes parecidos pero una trama ya totalmente diferente

Foto: Vista general del hemiciclo durante el discurso de investidura del presidente del Gobierno en funciones y líder del PP, Mariano Rajoy. (EFE)
Vista general del hemiciclo durante el discurso de investidura del presidente del Gobierno en funciones y líder del PP, Mariano Rajoy. (EFE)

170 votos a favor y 180 en contra por tercera vez consecutiva. El 100% de los diputados repitieron ayer su doble voto del mes de agosto. Mismo candidato, mismos votos, mismo resultado. 170-180: esta es la cifra que quedará cincelada en la memoria histórica como expresión del bloqueo que sufrió España durante el infausto año 2016.

Un parteaguas separa esta sesión del Congreso de la que tendrá lugar dentro de dos días. Formalmente, son dos momentos de un mismo acto. Pero, en realidad, ayer se cerró el telón del 170-180 y concluyó la obra titulada 'El bloqueo'. Cuando el sábado se suba el telón, habremos pasado una frontera y asistiremos al estreno de una obra nueva y distinta, con personajes parecidos (queda la incógnita de quién hará de líder socialista) pero una trama ya totalmente diferente: cómo gobernar con 137 y no perecer en el intento.

170-180: esta es la cifra que quedará cincelada en la memoria histórica como expresión del bloqueo que sufrió España durante el infausto año 2016

Mañana será la primera ocasión en que uno de los dos grandes partidos de nuestra democracia alcanza el Gobierno gracias a la voluntad del otro. Y también por primera vez, un partido importante cambiará su voto entre la primera y la segunda sesión de una investidura, afectando decisivamente al resultado final. Ambos hechos tendrán efectos profundos —y creo que positivos—- sobre nuestra cultura política.

Por lo demás, Mariano Rajoy no podía perder este debate salvo que se empeñara. Lo tenía ganado antes de empezar por varias razones: sobre todo, porque previamente había ganado la batalla política de los 10 últimos meses. Es el único de todos los contendientes que ha llegado al último asalto de este combate entero, con la situación controlada y sin heridas de consideración. Todos los demás llegaron al día de ayer exhaustos, destrozados por dentro y por fuera o reducidos a un papel subalterno en el elenco.

Rajoy es el único de los contendientes que ha llegado al último asalto entero, sin heridas de consideración. Todos los demás llegaron al día de ayer exhaustos

Rajoy es de lejos el mejor parlamentario de los que ayer se subieron a la tribuna. Pero ayer lo tuvo más fácil que nunca. Tiene en el cuerpo seis investiduras propias o ajenas y nueve debates del estado de la nación. Pero en todas las ocasiones anteriores, desde la oposición o desde el Gobierno, siempre se vio obligado a atacar. Y Rajoy solo sabe atacar agrediendo u ofendiendo. Cuando lo hace, muestra su peor cara: aparece ese personaje soberbio, despreciativo, clasista, sectario y destructivo. Lo que convierte a un conservador en un reaccionario.

Ayer, por primera vez, no tuvo necesidad de atacar a nadie. Le bastó con mostrarse firme ante los nacionalistas (especialmente ante la incendiaria soflama de Tardà) y benevolente con los demás. Se sintió cómodo en ese papel, se gustó y ofreció su mejor versión. Además, pudo contemplar plácidamente cómo sus supuestos rivales se atacaban entre sí en lugar de atacarlo a él: Iglesias contra el PSOE, Rivera contra Podemos…

Hay otra razón que lo hizo invulnerable: el de ayer fue el debate de las solemnes obviedades. Se han necesitado 10 meses retorciendo argumentos inverosímiles para que el producto destilado de tanto sinsentido sea la emergencia de lo que era obvio desde el principio, pero se resistía a aparecer. Si desnudamos los mensajes de adornos, obtendremos una hermosa colección de 'hallazgos indiscutibles'.

En el terreno de las obviedades, Rajoy es imbatible. Por mucho que lo intenten, jamás llegarán a su altura en el dominio de lo que es a la vez simple y palmario

Las cuatro obviedades de Rajoy: gané las elecciones dos veces. España necesita un Gobierno. No hay otra alternativa viable. Como estoy en minoría, tendré que pactar.

Las cuatro obviedades de Hernando: el PSOE es un partido muy antiguo. Hemos hecho muchas cosas por España. Nos abstenemos para evitar las terceras elecciones. En este Parlamento fragmentado, tendrán que contar con nosotros para todo.

Las cuatro obviedades de Iglesias: se ha necesitado el concurso de tres partidos para elegir a Rajoy. Hay que respetar los derechos y las movilizaciones. Combatiremos a este Gobierno. Nosotros somos el futuro porque me votan los jóvenes y el PP es el pasado porque lo votan los viejos (eso más que una obviedad es un sofisma; y no creo que verbalizarlo con esa crudeza favorezca al líder de Podemos entre los votantes de más edad).

Las cuatro obviedades de Rivera: en este Parlamento todo tendrá que ser consensuado. Somos los únicos que hemos votado sí a las tres investiduras. El responsable de cuánto dure la legislatura es el presidente del Gobierno. Es mejor parecerse a Dinamarca que a Venezuela.

Es lo que hace la fatiga intelectual tras tantos meses ideando disparates.

¿Qué sucede? Que en el terreno de las obviedades, Mariano Rajoy es imbatible. Por mucho que lo intenten (y Rivera, por ejemplo, pone gran empeño en ello), jamás llegarán a su altura en el dominio de lo que es a la vez simple y palmario. Competir con él en eso es como desafiar a Michael Jordan a un concurso de mates. También por eso ayer estuvo en su salsa, jugando el partido en casa y con una ventaja de varios goles antes de darse el pitido inicial.

El PSOE falló en el 'casting', en el guion y en la interpretación. Se libró de un revolcón más serio porque Rajoy tenía que mimar su frágil abstención

El toro de Antonio Hernando no tenía lidia posible. El PSOE falló en el 'casting' (el personaje estaba delatado antes de pronunciar la primera palabra), en el guion (no creo que rememorar todas las fracturas históricas del PSOE fuera lo más terapéutico para su dolorida parroquia) y en la vacilante interpretación. Se libró de un revolcón más serio porque Rajoy tenía que mimar la frágil abstención del PSOE y comprendió que no estaba el horno para lucirse con estocadas.

Pablo Iglesias hizo esta vez una mezcla confusa de varias de sus caracterizaciones anteriores. El resultado es que no dejó nada memorable, salvo la peregrina descripción de los 137 diputados del PP como “delincuentes potenciales”. Iglesias produce el curioso efecto de moderar a Rajoy: este aparece como un apacible centrista cuando se confronta con el histriónico líder de Podemos. Sus invectivas le benefician, y él lo sabe.

El problema de Rivera también era previo al debate: al final, el problema del Gobierno lo ha resuelto la abstención del PSOE. Nada peor para quien tiene vocación de bisagra que no ser la pieza necesaria de la solución. Eso lo convierte en un mero socio subalterno, el invitado prescindible, Aznar en la foto de las Azores. Eso sí, su colección de tópicos es tan inagotable como su voluntariosa mimetización con los héroes de la Transición, sean Suárez, Carrillo, Roca Junyent o Solé Tura.

La próxima semana, hablaremos del Gobierno

En fin, parece que esta pesadilla se acabó. Mañana sábado será otro día y comenzará otra película. Y tras 10 meses de espera, al fin podremos recuperar la frase que consagraron los geniales Tip y Coll: la próxima semana…¡hablaremos del Gobierno! Ya era hora, caray.

170 votos a favor y 180 en contra por tercera vez consecutiva. El 100% de los diputados repitieron ayer su doble voto del mes de agosto. Mismo candidato, mismos votos, mismo resultado. 170-180: esta es la cifra que quedará cincelada en la memoria histórica como expresión del bloqueo que sufrió España durante el infausto año 2016.

Mariano Rajoy Antonio Hernando