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Pedro Sánchez: volver (con la frente marchita)
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Ignacio Varela

Una Cierta Mirada

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Pedro Sánchez: volver (con la frente marchita)

Les propongo que tomemos hasta diez criterios que definirían los logros de un buen dirigente partidario

Foto: El exsecretario general del PSOE Pedro Sánchez. (EFE)
El exsecretario general del PSOE Pedro Sánchez. (EFE)

"Yo adivino el parpadeo

de las luces que a lo lejos

van marcando mi retorno".

Pese a lo reciente que está todo, ya hay perspectiva suficiente para dictaminar que Pedro Sánchez fue un pésimo secretario general del PSOE. Les propongo que tomemos hasta diez criterios que definirían los logros de un buen dirigente partidario (el orden de importancia lo ponen ustedes):

–Los resultados electorales.

–La extensión de la influencia del partido y su empatía con la sociedad.

–La renovación ideológica.

–Las soluciones prácticas para los problemas de los ciudadanos.

–La contribución a la gobernabilidad y a la estabilidad institucional.

–La capacidad de proponer proyectos políticos realizables y deseables para la mayoría.

–La fortaleza y el crecimiento de la organización.

–El prestigio de la sigla y de sus dirigentes.

–La unidad interna.

–La proyección internacional del partido.

Usen esa plantilla para analizar el desempeño de Sánchez y decidan cuántas asignaturas aprobó, cuántas suspendió y en cuáles ni siquiera se presentó al examen.

El período quedará en la memoria como la era de las derrotas electorales encadenadas y la fractura interna más dolorosa que ha sufrido el PSOE desde la guerra

Por encima de los detalles, el período de Sánchez quedará en la memoria colectiva como la era de las derrotas electorales encadenadas, la desorientación estratégica, el vacío ideológico y la fractura interna más dolorosa que ha sufrido el Partido Socialista desde la guerra civil. Y su imagen se asociará para siempre a aquel día en que la Policía tuvo que proteger a unos socialistas de otros en la puerta de su sede.

"Tengo miedo del encuentro

Con el pasado que vuelve

a enfrentarse con mi vida".

Sería injusto decir que todos los males del PSOE comenzaron con Sánchez o que él es el único culpable de la decadencia de su partido. En los últimos ocho años, los socialistas fueron duramente golpeados varias veces. Con Zapatero, los golpeó por sorpresa la realidad de la crisis. Con Rubalcaba, los golpearon sin piedad los votantes. Y con Sánchez, el PSOE golpeó con saña a su propio organismo hasta llevarse al borde de la escisión. Por eso hoy es un partido asustado de sí mismo, paralizado y temeroso de hacer cualquier movimiento que lo lastime aún más.

Si Sánchez regresa a Ferraz volverán a sangrar las heridas y se reabrirá el cisma

Mientras no supere ese estado de ánimo y recobre la confianza, su recuperación política es inviable. Y todos ellos saben que si Sánchez regresa a Ferraz volverán a sangrar las heridas y se reabrirá el cisma. Hoy reaparece en los escenarios en Valencia pero, como en la inmortal canción:

"Bajo el burlón

mirar de las estrellas

que con indiferencia

hoy me ven volver".

Pedro Sánchez no será el secretario general que elegirá el próximo congreso del PSOE. Es imposible con ese legado en el primer plano de la memoria. No tanto por lo que hizo, sino por lo que todos intuyen que podría pasar si recuperara el mando. Él ha anunciado que vuelve a la carretera, aunque lo suyo no parece realmente un viaje, sino una huida:

"Pero el viajero que huye

tarde o temprano

detiene su andar".

(Les prometo que ya dejo en paz a Gardel).

El caso es que durante el mandato de Sánchez ocurrió algo extraordinario, que ha culminado esta semana con el acuerdo de gobierno entre los nacionalistas y los socialistas vascos. Partiendo de retrocesos electorales abismales, el PSOE se las arregló para ser el hoy el partido con mayor acumulación de poder territorial en España.

Partiendo de retrocesos electorales abismales, el PSOE se las arregló para ser el hoy el partido con mayor acumulación de poder territorial en España

Cuando Sánchez llegó al cargo, el PP gobernaba en 11 comunidades autónomas y el PSOE en dos. Hoy el PP solo retiene 5 gobiernos autonómicos y el PSOE preside 7 y participa en otros 3. En la próxima Conferencia de Presidentes, Rajoy se encontrará con una clara mayoría de gobiernos con presencia socialista.

Tomemos los municipios con más de 100.000 habitantes y añadamos el resto de capitales de provincia y a Santiago y Mérida como capitales autonómicas. En total, las 77 ciudades más importantes de España. En ellas, el PP tenía 50 alcaldes y solo le quedaron 25. Mientras, el PSOE pasó de 17 a 31 alcaldes y de controlar 7 diputaciones provinciales a dirigir 17 (más las tres diputaciones forales vascas en las que gobierna con el PNV).

Este es su mayor poder, su instrumento político más precioso. Tengan en cuenta que las comunidades autónomas y las corporaciones locales administran el 40% del gasto público y gestionan, entre otros, servicios tan esenciales como la sanidad y la educación.

El otro tesoro que cayó en manos de los socialistas fue una minoría de bloqueo en un Parlamento fragmentado. 90 diputados el 20-D y 85 el 26-J, sin los que no puede hacerse nada importante: desde elegir a un presidente del Gobierno hasta poner en marcha las reformas del sistema político, salvar las pensiones o abordar los problemas territoriales –comenzando por el de Cataluña–.

Lo sorprendente fue que Sánchez tomó una deriva suicida. En lugar de encabezar una poderosa coalición con los socialistas que gobiernan en los territorios, abrió una guerra civil interna con todos ellos. Y en lugar de actuar con inteligencia para obtener el máximo provecho de su minoría de bloqueo en el parlamento, se embarcó en una estrategia dislocada que a punto estuvo de meter a su partido en un gobierno insostenible con Podemos y los independentistas o en unas terceras elecciones que lo terminarían de liquidar.

En lugar de encabezar una poderosa coalición con los socialistas que gobiernan en los territorios, Sánchez abrió una guerra civil interna con todos ellos

Pasado el susto, esos instrumentos siguen ahí. El desafío actual de los socialistas españoles no es propinarnos la enésima reflexión sesuda sobre el futuro de la socialdemocracia. Es algo mucho más sencillo de enunciar y más complicado de realizar: demostrar en la práctica que ese partido sigue siendo una cosa útil para la sociedad, que es lo que realmente está en duda.

Se necesita renovar el pensamiento de la izquierda, pero la redención social del PSOE no vendrá por la teoría, sino por la acción. Que usen a fondo y sin complejos los instrumentos políticos que les han caído en las manos (probablemente, sin haberlos merecido). Que dejen de preguntarse si quienes los persiguen son galgos o podencos. Que hagan al menos una cosa útil cada día; después, algún sabio vendrá y pondrá nombre a eso que han hecho. El camino inverso, buscar el nombre de la criatura antes de traerla al mundo, es onanismo: quizá satisfactorio, pero improductivo.

En cuanto a Sánchez, espero que alguien que lo quiera bien le recuerde la célebre frase de Marx: la historia que sucede como tragedia solo se repite como farsa.

"Yo adivino el parpadeo

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