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Vistalegre es O.K. Corral
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Ignacio Varela

Una Cierta Mirada

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Vistalegre es O.K. Corral

La pelea que vive Podemos no es más ni menos cruenta que las que ya se han visto en otros partidos políticos. La diferencia es que la formación morada no se lo puede permitir

Foto: Ilustración: Raúl Arias
Ilustración: Raúl Arias

"Hay tres clases de enemigos: los enemigos a secas, los enemigos mortales y los compañeros de partido".
Konrad Adenauer

Ocurrió cerca de las 14:30 del miércoles 26 de octubre de 1881, en Tombstone, Arizona. Se realizaron treinta disparos en treinta segundos. El legendario hecho es conocido como el tiroteo de OK Corral, y ha sido llevado al cine numerosas veces.

Los hermanos Earp se enfrentaron a la banda rival de los McLaury y los Clanton. Aún hoy son confusos los motivos que desencadenaron la balacera, aunque se sabe que ambas partes estaban en oposición por ignotos motivos políticos.

Si a 72 horas de la asamblea de Vistalegre Pablo Iglesias sitúa el futuro de Íñigo Errejón en el Ayuntamiento de Madrid y, en la víspera del evento, hace saber que si él pierde la votación renunciará al escaño, está extendiendo una invitación para que quien salga del Parlamento en caso de derrota sea su rival.

La gran batalla de Podemos no es la que veremos este fin de semana: es la que se avecina a partir del lunes. Y en esa batalla –más sorda, pero más sórdida– el espacio estratégico es el Parlamento. Si pierde este domingo, Errejón puede ir despidiéndose de su puesto de portavoz. Y a poco que pueda hacerlo sin un coste inasumible, Iglesias tratará de sacarlo incluso del Congreso. En el lugar en el que él aprendió política, es así cómo se anuncian las purgas.

El pasado 1 de octubre, en Ferraz 70, todos los miembros del comité federal del PSOE llegaron a la reunión convencidos de que vivirían una tragedia que solo podía terminar de una manera: mal. Lo sabían porque antes se habían ocupado de clausurar todas las puertas excepto la de la carnicería. Dicho y hecho, se pusieron a la tarea y se dieron un atracón de carne humana, casquería incluida. Aún les dura la indigestión.

Foto: César Rendueles. (Enrique Villarino)

Algo parecido ocurrirá hoy en Vistalegre. Todos los asistentes entrarán allí con plena conciencia de que ya no queda salida buena para el quilombo en el que se han metido. No existe una forma imaginable de que Podemos termine su asamblea más sano y más robusto que como la comenzó. El desenlace será malo para los ganadores y pésimo para los perdedores (o al revés, que la política es malévola y hay victorias pírricas). El lunes solo quedará evaluar los daños para reemprender la guerra.

Es un proceso conocido dentro de los partidos, singularmente en la izquierda: una escalada de origen confuso en la espiral provocación-reacción que conduce a un escenario de destrucción mutua asegurada. Llegados a este punto, la derrota de Errejón no será una victoria de Iglesias, de la misma forma que la derrota de Sánchez el 1 de octubre distó mucho de suponer una victoria para Susana Díaz.

Si pierde, Errejón puede ir despidiéndose de su puesto de portavoz. Y a poco que pueda hacerlo, Iglesias tratará de sacarlo del Congreso

Los partidos políticos son la única organización humana que se lastima a sí misma con plena conciencia de que lo hace. Son como un equipo de fútbol que se metiera goles en propia meta a propósito. No lo pueden resistir: balón en los pies, portero adelantado, portería a la vista, disparo a la escuadra. Y si el guardameta se rompe la crisma tratando de detenerlo, tanto mejor. Eso sí, luego vienen las lamentaciones y los llamamientos a la unidad, o bien culpar al árbitro.

La pelea de Podemos no es más ni menos cruenta que las que hemos visto en otros partidos. La diferencia es que ellos no se lo pueden permitir. Primero, porque su base social no está preparada para digerir una ración escatológica de política gore protagonizada por quienes se atribuyeron la misión de limpiar el patio. Y segundo porque, como ha explicado Jorge Galindo: “La formación morada carece de un mecanismo de institucionalización del conflicto. No es capaz de facilitar pactos, repartir cuotas de poder. Aquello que aborrecen de sus rivales, pero que es útil para evitar que cada crisis se convierta en una cuestión de vida o muerte. Porque la paz en política no existe, solo existen el equilibrio y la tregua. Esa es la ventaja oculta de ser, sencillamente, un partido más”.

Lo peor es que a estas alturas seguimos sin saber de qué discuten. No se plantea como una controversia ideológica. Tampoco polemizan sobre las políticas que necesita España, que no aparecen para nada en sus documentos ni en sus discursos. Los títulos de las tres ponencias y de las candidaturas son vaporosos e intercambiables. Y sería demasiado simplista reducir todo a una carrera por el poder o a una pelea de gallos con tintes adolescentes (aunque algo de eso hay: cuando Iglesias habla una y otra vez del “sector de Íñigo y Tania”, ¿hay que llevarlo a la sección de información política o a Alma, Corazón y Vida?).

Puede ser que discutan sobre táctica y estrategia. Pero los términos de la porfía son intraducibles al castellano común, incluso para los más acostumbrados al lenguaje barroco y profuso de los textos partidarios. Para una persona normal el debate de Podemos es, como dijo Churchill, “un acertijo envuelto en un misterio dentro de un enigma”. Me recuerda también a Ignatieff, que advierte que a la política se juega con palabras, pero no es el Scrabble.

El desenlace de Vistalegre será malo para los ganadores y pésimo para los perdedores (o al revés, que la política es malévola y hay victorias pírricas)

Algunos quizá celebren este desbarre de Podemos. Yo no lo considero positivo. Porque lo que queda son cinco millones de votantes de buena fe, hoy seguramente perplejos y desilusionados. Es saludable que la gente confíe en aquellos a quienes vota, y cuando esa confianza se quiebra, algo de todos se quiebra también.

No creo que la solución de este conflicto insondable sea necesariamente forzar un armisticio. Hay veces que tiene que haber un ganador y un perdedor, al menos inicialmente, para que un atasco empiece a despejarse. La función de la política no es impedir los conflictos, sino encauzar civilizadamente su solución. Por ello creo que la primera tarea de los dirigentes de Podemos no es poner fin a esta controversia, sino hacerla comprensible para los humanos.

En esta votación, 'che sarà, sarà'. Las quinielas parecen inclinarse más hacia Iglesias. Pero si tientan ustedes mi alma de apostador a largo, algo me dice que dentro de 10 años Íñigo Errejón seguirá jugando un papel relevante en la política española, y no estoy seguro de poder decir lo mismo de Pablo Iglesias.

"Hay tres clases de enemigos: los enemigos a secas, los enemigos mortales y los compañeros de partido".
Konrad Adenauer

Íñigo Errejón Vistalegre II