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Macri, la coalición que derrotó al populismo en la cuna del populismo
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Ignacio Varela

Una Cierta Mirada

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Macri, la coalición que derrotó al populismo en la cuna del populismo

Para batir en las urnas a la corporación kirchnerista, el hoy presidente Macri encabezó una coalición republicana de amplio espectro

Foto: El presidente de Argentina, Mauricio Macri. (EFE)
El presidente de Argentina, Mauricio Macri. (EFE)

Interpretar la política argentina con nuestras categorías convencionales siempre fue ejercicio imposible. Sin embargo, muchas de las cosas que ocurren últimamente en el mundo resultan sin duda familiares para los argentinos, que ven que el peronismo, en origen un producto estrictamente autóctono, ha pasado a ser un artículo de consumo extendido por toda Europa y Estados Unidos.

Argentina no inventó el populismo, pero allí nació el fenómeno populista más poderoso, más duradero y más arraigado socialmente de la era moderna. Su expresión más degradada ha sido el kirchnerismo, el secuestro de un movimiento de raíz popular profunda para ponerlo al servicio de la ambición de una familia y de sus acólitos.

En el kirchnerismo se advierten muchos de los síntomas de los populismos que hoy se han hecho presentes entre nosotros: el cesarismo, la tendencia a concentrar todo el poder y toda la legitimidad en una persona. El vaciamiento de las instituciones para que solo exista la relación directa entre el líder y su pueblo. La anomia, la ley como accidente o estorbo (y su correlato necesario, la Justicia como un obstáculo que debe ser neutralizado o sometido). El clientelismo como sistema de compra de voluntades y aseguramiento de lealtades. El facilismo económico, repartidor de subvenciones a discreción aunque ello arruine al Estado. La exaltación nacionalista. Todo ello envuelto en una retórica pretendidamente progresista que pretende monopolizar la interpretación de la voluntad popular y anatemizar a los discrepantes como una casta de enemigos del pueblo y de la patria. ¿Les suena?

Nunca en democracia un presidente no peronista logró terminar su mandato (ya se ocuparon de ello los peronistas). Es probable que Macri sí lo consiga

Tras 12 años en el poder, el “Gobierno soberanista y progresista” (palabras de Pablo Iglesias) de la familia Kirchner dejó una herencia tremebunda:

Primero, un país en ruina económica. Subcampeón mundial de la inflación tras Venezuela, un gasto público fuera de control con una presión impositiva desmesurada, un cepo sobre las divisas, un corralito asfixiante sobre el comercio exterior y una gigantesca deuda impagada que metió al país en 'default'. Al lado de esto, hasta lo de Grecia parece envidiable.

Segundo, una sociedad dramáticamente dividida y empobrecida, con niveles de desigualdad estremecedores. Se calcula que uno de cada cuatro hogares (el 40% de los menores) vive por debajo del umbral de la pobreza, regresó la desnutrición infantil, el sistema educativo quedó devastado (menos de la mitad de la población con estudios secundarios y solo el 3% con estudios universitarios). Añadan la irrupción del narcotráfico en sucio contubernio con el poder político.

Y tercero, el reino de la mentira. En la Argentina de los Kirchner, todos los datos públicos eran 'truchos' (falsos, inventados). La inflación oficial no tenía nada que ver con la real, el valor de la moneda era un embuste al que nadie hacía caso y nunca hubo cifras fiables sobre desempleo, nivel de vida de la población o cualquier otra cosa. Y según la versión oficial, el fiscal Nisman se suicidó. La posverdad fue el pan de cada día para los argentinos desde mucho antes de que los politólogos descubrieran el concepto.


Para batir en las urnas a la corporación kirchnerista, el hoy presidente Macri encabezó una coalición republicana de amplio espectro. Allí lo republicano no es lo que se opone a la monarquía, sino la expresión política de los mejores valores de la 'res publica': la primacía de las instituciones, el imperio de la ley, el respeto a reglas de juego iguales para todos, la ciudadanía antes que la cofradía, la separación de poderes. En resumen, el Estado de derecho.

Macri es el líder de un partido, el PRO, que aquí clasificaríamos como de centro-derecha (de hecho, recientemente ingresó en la Unión Internacional Demócrata, a la que también pertenecen, entre otros, el PP, los 'tories' británicos y el Partido Republicano de Estados Unidos). Pero junto a él, gobernando en coalición, está la UCR, un histórico partido de corte socialdemócrata, con rasgos muy parecidos al PSOE, que es miembro de la Internacional Socialista. La coalición se completa con el pequeño partido de Elisa Carrió, una personalidad ideológicamente inclasificable cuyo capital político y moral es una vida dedicada a la denuncia y a la resistencia irreductible frente al populismo peronista.

Nunca en democracia un presidente no peronista logró terminar su mandato (ya se ocuparon de ello los peronistas). Es muy probable que Macri sí lo consiga; entre otros motivos, porque Cristina Kirchner no solo ha dejado maltrecho al país, sino también al propio peronismo. Pero la prueba de fuego será la elección presidencial de 2019. Dos legislaturas completas con el peronismo fuera del poder pueden suponer la definitiva regeneración y normalización democrática de aquel país —que, no lo olvidemos, ejerce un influjo poderoso sobre toda la región—. Para ello, es imprescindible que se mantenga y fortalezca la coalición republicana que logró derrotar al populismo en su propia cuna.

En su visita a España, Macri hablará ante el Congreso y el Senado en sesión conjunta: observen con atención el recibimiento de Iglesias y los suyos

Se habla mucho de la relación entre Podemos y el chavismo, pero en realidad es mucho más importante el influjo del kirchnerismo. No solo por la influencia de las ideas de Laclau sobre los líderes de Podemos, sino por los vínculos de todo tipo que subsisten entre los núcleos dirigentes de ambas organizaciones. En su visita a España, el presidente Macri hablará ante el Congreso y el Senado en sesión conjunta: observen con atención el recibimiento de Pablo Iglesias y los suyos, ellos saben que sus socios allá los estarán mirando. Por cierto, desde hace unos días, Podemos tiene ya su propia Evita.

No es menor la paradoja histórica de que Europa y Estados Unidos estén importando populismo de rasgos peronistas justamente cuando Argentina, por fin, lo ha derrotado y trata de superar esa patología.

Como ha señalado Andrés Ortega, en 2017 la principal línea divisoria ya no es entre derecha e izquierda, sino entre democracia representativa y populismo nacionalista, entre europeístas y eurófobos, entre globalistas o proteccionistas.

Quizás ha llegado el momento de que también a este lado del Atlántico empecemos a plantearnos la necesidad de traspasar las fronteras ideológicas tradicionales y armar 'coaliciones republicanas' que planten cara a la marea nacional-populista que nos invade, antes de que sea demasiado tarde.

Mientras tanto, en lugar de ofrecerse a Trump como intermediario palanganero, Rajoy debería aprovechar a fondo la doble condición de España como partícipe de la Comunidad Iberoamericana y de la Unión Europea y ponerse a la cabeza del reencuentro entre Latinoamérica y Europa.

Ese y no otro es el motivo de que Mauricio Macri haya esperado un año para entrar en Europa precisamente por España. Protocolos aparte, espero que sepamos interpretarlo.

Interpretar la política argentina con nuestras categorías convencionales siempre fue ejercicio imposible. Sin embargo, muchas de las cosas que ocurren últimamente en el mundo resultan sin duda familiares para los argentinos, que ven que el peronismo, en origen un producto estrictamente autóctono, ha pasado a ser un artículo de consumo extendido por toda Europa y Estados Unidos.

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