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¿Se parece la moción de censura de Iglesias a la de Felipe González?
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Ignacio Varela

Una Cierta Mirada

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¿Se parece la moción de censura de Iglesias a la de Felipe González?

El líder de Podemos alcanzará una buena parte de sus objetivos, que, fanfarronadas y pavoneos aparte, en realidad son distintos y más modestos que los del exlíder socialista

Foto: Unidos Podemos presentará una moción de censura contra Mariano Rajoy. (EFE)
Unidos Podemos presentará una moción de censura contra Mariano Rajoy. (EFE)

Pablo Iglesias ha evocado repetidamente la moción de censura que presentó Felipe González en 1980 como ejemplo y antecedente de lo que él espera obtener de la suya. Dos reflexiones preliminares: por una parte, qué fácil y tramposo es tomar como referencia un legendario hecho lejano de recuerdo difuso para la gran mayoría. Por otra, es llamativo el uso alternativo que Iglesias hace de los líderes históricos del PSOE. El jueves con Zapatero y el viernes con González, tan pronto los denigra y los condena a la fosa séptica de la historia como ensalza sus gestas y se declara legítimo heredero de ellas.

En todo caso, quizá sea pertinente un ejercicio de memoria para establecer las abismales diferencias entre aquella moción de censura de 1980 y la que el día 13 se debatirá en el Congreso.

En mayo de 1980 estábamos estrenando la democracia y descubriendo sus instrumentos

Por urbanidad básica no me detendré en la diferencia más obvia, la que se refiere a la disímil estatura política de los protagonistas. No debe subrayarse lo que salta a la vista. Hay enormes diferencias en el contexto de una y otra moción. Recordemos algunas de las cosas que pasaban en mayo de 1980:

Estábamos estrenando la democracia y descubriendo sus instrumentos. La Constitución apenas tenía año y medio de vida. Todo ocurría por primera vez. Los debates parlamentarios levantaban una expectación social inusitada, y el prestigio de la institución estaba inmaculado. Un acontecimiento como la primera moción de censura estaba llamado a producir un impacto tremendo en la opinión pública. Nada que ver con el tedio infinito que hoy provoca lo que sucede en ese hemiciclo.

El país vivía abrumado por el acoso de la crisis económica (15% de inflación en 1980) y por la inestabilidad política, con la doble amenaza del golpismo militar y del terrorismo de ETA.

El partido del Gobierno estaba visiblemente roto, con varias escisiones incubándose en su interior y varias conspiraciones en marcha para desalojar a Adolfo Suárez.

El PSOE tenía la hegemonía indiscutida en la oposición y en la izquierda: 121 diputados socialistas y 23 comunistas. Era la única alternativa de gobierno visible.

Felipe González había consumado su viaje al centro para asentar su imagen de gobernante: el consenso constitucional, los Pactos de La Moncloa y el congreso del marxismo en el que condujo a su partido a reformularse ideológicamente para conectar con la mayoría social.

Además, la moción de censura traía causa del conocido 'pánico de Suárez' al Parlamento

Además, la moción de censura traía causa del conocido 'pánico de Suárez' al Parlamento. En su investidura, obligó al Presidente del Congreso a que se realizara la votación sin debate previo. Y desde entonces todo fue una cacería para forzarlo a dar la cara en la Cámara. Finalmente, la oposición logró que se convocara un debate de política general y el PSOE aprovechó la ocasión para presentar la moción de censura por sorpresa: mientras González la anunciaba en el estrado, el documento entraba por ventanilla.

Como se ve, unas circunstancias y un proceso muy diferentes a la larguísima campaña de propaganda que precede al debate de la moción de Iglesias, en el que todo viene cantado de antemano.

Las diferencias están también en la escenificación.

González presentó un programa de gobierno completo y acabado, cosa que no hará Iglesias ni maldito lo que le interesa–.

Además, aquel Gobierno cometió el error de intentar derrumbar al candidato con un desfile de ministros que pedían la palabra en tropel para despedazar su programa por capítulos. Hasta 10 miembros del Gobierno embistieron a González, sumando 25 intervenciones. Este los hizo frente y los derrotó uno a uno. De ahí nace la leyenda de aquella moción de censura: lo que queda en la retina es la imagen heroica de un hombre solo contra todos, saliendo vivo de la desigual batalla.

Que nadie espere una pifia semejante del gobierno de Rajoy en esta ocasión. Al contrario, el acontecimiento recibirá tratamiento oficial de corrida de segunda categoría.

Ambas mociones serán también diferentes en el desenlace.

En 1980 la moción no fue aprobada, pero el partido del Gobierno se quedó solo en la votación. Todos los grupos excepto UCD votaron a favor de González o se abstuvieron. Con la ayuda de sus adversarios, el líder socialista quedó consagrado ante el país como un presidente creíble.

En 2017, la foto de la soledad parlamentaria puede ser la de Iglesias. O algo peor: la foto de Unidos Podemos con ERC y Bildu como única compañía

En 2017, la foto de la soledad parlamentaria puede ser la de Iglesias. O algo incluso peor: la foto de Unidos Podemos con ERC y Bildu como única compañía. No parece que de ahí vaya a salir propulsada la imagen de un estadista.

¿Quiere esto decir que la moción de censura resultará un fracaso completo para Pablo Iglesias? No lo creo. Alcanzará una buena parte de sus objetivos, que, fanfarronadas y pavoneos aparte, en realidad son distintos y más modestos que los de Felipe González.

En lo estratégico, la moción es un paso más en la línea que se aprobó en Vistalegre. Recuerden la polémica entre Iglesias y Errejón. La tesis del primero es que la acción en las instituciones no sirve de nada cuando no se gobierna; por tanto, hay que usarlas como caja de resonancia para agitar la calle, que es lo que verdaderamente importa.

Ese es el plan. Podemos ha pasado de rodear el Congreso desde la calle a intentar calentar la calle desde el Congreso. Por eso el anuncio con trompetas y tambores, la campaña en las redes, las reuniones con organizaciones sociales y no con grupos parlamentarios, la consulta a las bases, la manifestación en la Puerta del Sol y todo lo demás. Desde ese punto de vista, la moción de censura resulta funcional y cumplirá su misión.

En lo táctico, este debate será la puesta de largo de Pablo Iglesias como referente más visible de la izquierda parlamentaria durante los próximos meses. Mientras Sánchez no regrese al Congreso (lo que podría suceder en poco tiempo), Iglesias tiene la oportunidad de protagonizar todas las semanas la confrontación en el Parlamento con Rajoy; y no duden de que ambos, Pablo y Mariano, sacarán de ello el máximo partido. Ningún Ábalos o cualquier otro suplente que ejerza como portavoz del grupo socialista podrá impedirlo.

En todo caso, permanezcan atentos a la pantalla, que quedan 17 días hasta el 13 de junio, y eso en la política española es una eternidad.

Pablo Iglesias ha evocado repetidamente la moción de censura que presentó Felipe González en 1980 como ejemplo y antecedente de lo que él espera obtener de la suya. Dos reflexiones preliminares: por una parte, qué fácil y tramposo es tomar como referencia un legendario hecho lejano de recuerdo difuso para la gran mayoría. Por otra, es llamativo el uso alternativo que Iglesias hace de los líderes históricos del PSOE. El jueves con Zapatero y el viernes con González, tan pronto los denigra y los condena a la fosa séptica de la historia como ensalza sus gestas y se declara legítimo heredero de ellas.