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Tratado de la moderación política: “Dudar es muy importante”
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Ignacio Varela

Una Cierta Mirada

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Tratado de la moderación política: “Dudar es muy importante”

“Cuando el lenguaje político se desviste de matices para reducirse a clichés, estereotipos y consignas, la esencia misma de la política se desvanece”

Foto: Javier Fernández, presidente de Asturias. (EFE)
Javier Fernández, presidente de Asturias. (EFE)

9 de julio de 2017 en Cudillero, Asturias. Javier Fernández recibe el premio Amuravela de Oro, que comparte con el empresario Plácido Arango y con el Tribunal Superior de Justicia de Asturias. El jurado resaltó “su discurso conciliador y dialogante en situaciones políticas de gran dificultad y trascendencia para el futuro del país, como gestor coyuntural de su partido, en un difícil equilibrio de responsabilidad y compromiso”.

Al agradecer la distinción, Fernández se ajusta al contenido del acto. Pero aprovecha para colocar un discurso denso, hermoso, pertinente y lúcidamente pesimista sobre la moderación política (nada que ver con el manoseado centrismo), que trae a mi memoria la frase de Borges: “La duda es uno de los nombres de la inteligencia”.

Yo no podría expresarlo mejor que él, así que les dejo con Javier Fernández:

“La palabra es el arma más poderosa de la política, el arma de convicción masiva. Cuando el lenguaje político se desviste de matices para reducirse a clichés, estereotipos y consignas, la esencia misma de la política se desvanece”.

“Con la impagable ayuda de la Red, donde las mentiras más pesadas se balancean con plena seguridad (…) las opiniones sobre el bien y el mal, lo legal y lo ilegal, lo público y lo privado, lo propio y lo ajeno, quedan en escuálidas dicotomías sin matices, repetidas por políticos formados en la escuela de muñecos ventrílocuos que evitan con eslóganes y sambenitos las facetas inconvenientes de la realidad”.

“La polarización política aumenta en la misma proporción en la que disminuye la calidad del debate. En nuestro país, el debate está monopolizado por el eje izquierda-derecha (…) Quienes han querido introducir planteamientos más transversales —por ejemplo, en términos de vieja y nueva política, arriba y abajo, o ciudadanía y élites— han abandonado esa pretensión para ubicarse definitivamente en la izquierda de la izquierda. Después de tanto amago, la posición en el eje izquierda-derecha sigue siendo el GPS más socorrido para la localización política”.

“(…) Soy un tipo moderado, y tan consciente de serlo como de que la moderación carece de atractivo en la política, porque no da titulares".

Foto: Vista general del hemiciclo del Congreso de los Diputados. (EFE) Opinión

"Ser moderado es saber que la política es un aprendizaje de la decepción, porque está incapacitado para ella quien no haya aprendido a dar por bueno lo que no le satisface plenamente. No puede ser moderado el político de las reivindicaciones absolutas, ni el que piense que su interés se formula contra otros, ni el de la insobornable intransigencia moral".

"Ser moderado no consiste en negar el conflicto; de hecho, la política es inevitable justamente porque el conflicto también es inevitable. (…) La moderación se lleva mal con las categorías absolutas, con el fanatismo, el sectarismo, la confianza en la posesión de la única verdad".

Ser moderado no consiste en negar el conflicto; de hecho, la política es inevitable justamente porque el conflicto también es inevitable

"Ser moderado consiste en no interpretar la política como un combate, en no achicarla a un antagonismo concreto que opone un nosotros virtuoso frente a un ellos vicioso. Consiste también en desterrar del lenguaje político el tono camorrista, el matonismo amedrentador, en renunciar a la descalificación ética del adversario”.

“Azaña decía que el carácter español transforma los problemas en tormentas de pasión, y que ello agrega una violencia peculiar a todas las facetas de la vida. Ochenta años después, la dialéctica amigo-enemigo parece convertirse de nuevo en el eje de una idea de la política en la que lo que importa es ser uno de los nuestros”.

Foto: Manuel Azaña Opinión

“Hoy ni siquiera se injuria con buen gusto, quizá porque el insulto parlamentario requiere dosis de tacto y refinamiento intelectual de los que carece la actual clase política”.

“La negociación y el diálogo precisan de un aprendizaje que solo es posible a partir de una cierta predisposición psicológica cada vez más infrecuente”.

“Un tiempo en el que a los mejores les falta convicción y a los peores les sobra apasionamiento es, en efecto, el tiempo de una democracia sentimental, donde se imponen quienes confunden las realidades sociales con las redes sociales y en la que las apelaciones a la razón, antes entronizada, se desmigan al chocar con el muro de la ciberpolítica”.

Un tiempo en el que a los mejores les falta convicción y a los peores les sobra pasión es el tiempo de una democracia sentimental

“La política se transforma en un lugar donde impera la sentencia disyuntiva: ‘me gusta’, ‘no me gusta’, que suprime de un golpe toda posibilidad de discusión y todo atisbo de duda. Y dudar es muy importante. Créanme, yo siempre tengo dudas. Sé que los doctrinarios tienen el privilegio de no verse afectados por las perplejidades y la inseguridad que asaltan al resto de los mortales, pero para conciliar posiciones, para pactar, para negociar, hay que tener muchas dudas y, eso sí, unas cuantas certezas”.

“En la política española ocurre al revés. Los populistas no dudan. Eso sí, cambian, mutan, fluyen. Se contradicen a diario sin que nadie les pida cuentas de su autorrectificación continua, porque la solidez nunca les ha importado. El populismo ya era líquido antes de Zygmunt Bauman”.

“Los nacionalistas tampoco dudan. Ahí siguen con sus naciones, sus soberanías, sus referendos y demás entelequias metafísicas, ese lenguaje mítico con el que preparan las tisanas que nos marcan con sus vapores. Andan también en busca de una emoción, la expectativa colectiva ante una supuesta parusía que inaugurará un mundo nuevo".

Foto: El 'president' de la Generalitat de Cataluña, Carles Puigdemont, presenta la ley del referéndum. (EFE)

"Me dicen siempre que al independentismo no se le puede replicar solo con la ley, porque es un sentimiento, el sentir propio de quienes se consideran nación. Yo respondo que ya sé que hay un fortísimo componente emocional, y que precisamente mi preocupación es que no se conteste al pensamiento con el sentimiento, porque los choques emocionales tienen muy mal remedio".

"No sé cuál será el punto exacto de la solución, pero estoy convencido de que solo se alcanzará mediante la razón, la política y la duda. Y si de algo carecen los independentistas es de dudas. Tratar con gente que siempre va cargada de certeza resulta muy problemático”.

“Creo en la duda y en la palabra, las reivindico como requisitos esenciales para el diálogo y la acción política. Las reclamo ante la tensión independentista, ante la falta de consensos básicos como el que es necesario para ordenar la educación, ante la reforma de la Constitución, ante todos los grandes problemas que no pueden despacharse con el encastillamiento de quien se supone dueño de la única razón”.

“Siempre militaré, como Camus, en el partido de los que no están seguros de tener razón”.

(Lea aquí el discurso completo)

Amén. Y pensar que lo tuvieron y… ya saben a qué me refiero. En fin, aceptemos que, como dijo Talleyrand (aunque se lo atribuyen a un torero), lo que no puede ser no puede ser y, además, es imposible.

9 de julio de 2017 en Cudillero, Asturias. Javier Fernández recibe el premio Amuravela de Oro, que comparte con el empresario Plácido Arango y con el Tribunal Superior de Justicia de Asturias. El jurado resaltó “su discurso conciliador y dialogante en situaciones políticas de gran dificultad y trascendencia para el futuro del país, como gestor coyuntural de su partido, en un difícil equilibrio de responsabilidad y compromiso”.

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