Una Cierta Mirada
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¿Se cocina una DUI blanda?
Sería algo así como abrir una nueva etapa del 'procés'. Una independencia declarada, pero no consumada. Una negociación pendiente que correspondería a la otra parte rechazar
Desde que comenzó el 'procés', los secesionistas han disfrutado de varias ventajas estratégicas decisivas. Y no por méritos propios, sino principalmente por deméritos ajenos. Las ventajas del bando insurrecto son, en su mayor parte, regalos de los dirigentes del campo constitucional.
La primera ventaja es el monopolio de la iniciativa: una consecuencia directa de la estrategia pasivo-reactiva de Rajoy, que culminó con el lamentable desempeño del Gobierno el 1 de octubre. En una batalla estratégica, garantizar de antemano al adversario que solo te moverás para responder a lo que él haga te sitúa en inferioridad irremontable. Le permite administrar los tiempos y dibujar a su conveniencia el marco de la disputa. Como cada desafío es siempre el penúltimo, ello te conduce a vivir en la espera permanente. Lo hemos oído ya mil veces: si hacen esto… haremos lo que corresponda. Lo primero se cumple inexorablemente y lo segundo no, porque siempre se encuentra un motivo para aguardar al siguiente asalto.
La segunda ventaja es la cohesión que existe en el campo independentista y falta manifiestamente en el constitucional. El problema aquí es el desconcierto y/o deslealtad del PSOE de Sánchez, que lleva meses ensayando una triangulación imposible: defender la Constitución, debilitar al Gobierno y preservar su “alianza preferente” con Podemos y sus socios, instalados de lleno en el soberanismo. Como ha comentado Fernando Savater, quién iba a decirnos que en pleno incendio de España el que borbonearía sería el PSOE.
La tercera es la que obtienen por jugar sin reglas. Esto es inevitable, deriva de la naturaleza del enfrentamiento entre un poder sujeto al principio de legalidad y otro que lo desprecia. Pero la lógica funcionarial 'mariana' no debería actuar como una venda que impida comprender la lógica insurreccional del adversario. No será la acción disuasoria de los abogados del Estado lo que frene este movimiento golpista, como no era sensato confiar en que Trapero impediría la votación que habían organizado sus jefes.
Es cierto que la intervención del Rey ha venido a suplir el vacío de liderazgo y de espíritu de iniciativa en el campo constitucional. Tras el colapso del martes que precipitó la salida del Jefe del Estado, en las ultimas 72 horas hemos visto por primera vez a los dirigentes independentistas a la defensiva.
Me cuesta creer que los estrategas del independentismo renuncien a seguir explotando esta triple ventaja estratégica. La lógica me induce a pensar que tratarán de estirar la crisis de conflicto irresuelto tanto tiempo como puedan, para continuar ejecutando imperturbablemente su plan a largo plazo, que es la victoria por extinción moral y material del Estado en Cataluña.
No será la acción disuasoria de los abogados del Estado lo que frene este movimiento golpista
Desde la óptica secesionista, la aprobación inmediata de una declaración de independencia cerrada y conclusiva tiene contraindicaciones importantes:
-Es un fin de trayecto prematuro, una estación término del 'procés' iniciado en 2012. Equivale a disparar la última bala. Como tras la DUI no vendrá la independencia real, al tiempo que colman las expectativas de sus seguidores comenzarían a defraudarlas.
-Reduciría su base política de apoyo, al comprometer el del soberanismo no explícitamente independentista. Mientras el factor de movilización y cohesión sea el derecho a decidir, cuentan con la mayoría social, el 60% del Parlamento de Cataluña y el respaldo de casi 100 diputados en el Congreso. El hecho consumado de la DUI debilitaría esos apoyos y daría paso a un peligroso 'horror vacui' en la sociedad catalana.
-En sentido opuesto, el frente constitucional se compactaría obligatoriamente y se cortaría la tentación centrífuga del PSOE (para eso ha convocado Sánchez a sus órganos, para que le cubran la retirada).
-Su discurso sobre la mediación y la negociación perdería todo crédito. Serían ellos quienes habrían volado el último puente, y quedaría justificada cualquier respuesta confrontativa desde el otro lado.
-Además, desaparecería el incipiente brote de simpatía por su causa en ciertos sectores de la opinión pública extranjera. El realineamiento internacional a favor del Estado español sería fulminante, porque ya no estaríamos ante una cuestión “democrática”, sino ante una geoestratégica.
Aunque quisieran renunciar a la DUI –que no es el caso–, ya no podrían hacerlo. Una vez que han llevado el problema a la calle y atizado la revuelta popular, esta no se extinguirá sin obtener satisfacción o volverse contra sus patrocinadores.
El realineamiento internacional a favor del Estado español sería fulminante, porque ya no estaríamos ante una cuestión democrática, sino geoestratégica
La respuesta podría estar en el modelo del Brexit: ya saben, Brexit duro o Brexit blando. Anunciamos que nos vamos, pero de momento nos quedamos con el pretexto de que hay que negociar la ruptura. Mientras, vivimos con un pie dentro y otro fuera, disfrutando de lo mejor de ambos mundos.
¿Cabe una DUI blanda o de efectos aplazados? En teoría, sí. El Parlament podría constatar que tras el supuesto referéndum se cumplen las condiciones de la supuesta ley para declarar la independencia y dar un mandato al Govern para negociar con el Gobierno español los términos de la desconexión, asumiendo que será una negociación necesariamente larga y compleja.
Sería algo así como abrir una nueva etapa del 'procés'. Una independencia declarada, pero no consumada. La dualidad de marcos legales, prolongada 'sine die'. Una negociación pendiente, que correspondería a la otra parte rechazar. Un conflicto enquistado en el corazón de Europa para incentivar la mediación internacional.
¿Qué sucedería en el campo constitucional? Perplejidad, dudas. Habría quienes, llevados por el deseo de evitar la conflagración, lo tomarían como una última oportunidad de solución acordada: han dado un paso atrás, se ha abierto una rendija, no podemos dar un portazo… Se abriría el típico debate entre apaciguadores y confrontadores, Chamberlain y Churchill.
La decisión de aplicar o no el artículo 155 –que sería incuestionable ante una DUI dura– volvería a ser impugnada desde dentro de los partidos constitucionales. Iglesias y los suyos harían su agosto en los medios. Y también sonreirían quienes ahora susurran en los despachos de Ferraz que todo esto “es malo para España, pero podría resultar bueno para Pedro”.
¿Sucederá? No lo sé, porque todo esto es un análisis racional y hace tiempo que la razón se ausentó de este conflicto. Pero por si sucede, quizá sería bueno que alguien vaya buscando el antídoto.
Quieren irse de España, sí. Nada ni nadie les hará renunciar a ese propósito. Pero para que la independencia parezca verosímil, necesitan estar mucho tiempo yéndose. El que se requiere hasta erradicar todo vestigio de presencia del Estado en Cataluña y ganar la mayoría social que ahora no tienen. Entonces, la secesión caerá como fruta madura.
Desde que comenzó el 'procés', los secesionistas han disfrutado de varias ventajas estratégicas decisivas. Y no por méritos propios, sino principalmente por deméritos ajenos. Las ventajas del bando insurrecto son, en su mayor parte, regalos de los dirigentes del campo constitucional.