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Segregación salarial de las mujeres: Rajoy se retrata
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Ignacio Varela

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Segregación salarial de las mujeres: Rajoy se retrata

Alsina preguntó a Rajoy si vería bien sancionar a empresas que discriminan salarialmente a las mujeres. Miró al guion, vio que no le habían escrito esa respuesta y tuvo que retratarse

Foto: Fotografía facilitada por Presidencia de Gobierno, del presidente del Ejecutivo, Mariano Rajoy, junto al periodista Carlos Alsina (i). (EFE)
Fotografía facilitada por Presidencia de Gobierno, del presidente del Ejecutivo, Mariano Rajoy, junto al periodista Carlos Alsina (i). (EFE)

Por experiencia profesional, sé que pocos momentos son tan vertiginosos para un político como cuando en medio de una entrevista trabajada por su gabinete le viene una pregunta no prevista. Si la pregunta es anecdótica (“¿sabe cuánto cuesta un café?”), puede dar lugar a un patinazo más o menos sonoro. Pero si la cuestión es de fondo, lo deja expuesto y desnudo, solo ante el peligro. En ese instante se sabe que habrá gol, pero no en qué portería.

Entre corrupciones y Cataluñas (todo de carril), Carlos Alsina le preguntó si vería con buenos ojos que se sancione a las empresas que discriminan salarialmente a las mujeres. Mariano miró al guion, vio que no le habían escrito esa respuesta y tuvo que retratarse:

“No, no, no. Yo creo que los gobernantes debemos ser muy cautos a la hora de saber cuáles son nuestras competencias y cuáles no y, desde luego, no hay ninguna que sea igualar salarios […] No nos metamos en eso”.

Foto: Las consecuencias de la brecha salarial en España. (iStock)

Gol clamoroso… en la portería propia. Imagino a Merkel, Macron, May o cualquier otro mandatario —quizá con la excepción de Trump y Putin— haciendo una declaración así y veo caer el cielo sobre sus cabezas. Solo en una política tan entumecida como la española un disparate así puede quedar impune.

Más allá de la enorme importancia intrínseca de la cuestión, esta respuesta perfila y delata como pocas la esencia del personaje.

En el plano ideológico, asombra su contenido profundamente reaccionario. Lo que Rajoy sugiere es que la discriminación salarial de las mujeres no es asunto del que deban ocuparse los gobiernos, porque pertenece al ámbito soberano de la libertad de las empresas. Algo que hoy en día no suscribiría ni el más furibundo ultraneoliberal antirregulación y anti-Estado.

Lo que Rajoy sugiere es que la discriminación salarial de las mujeres no es asunto del que deban ocuparse los gobiernos

Imaginemos que los negros fueran la mitad de la población y sufrieran un masivo 'racial profiling' salarial. ¿Estaría justificada una intervención de los poderes públicos? ¿Qué diferencia hay, a estos efectos, entre racismo y sexismo?

El razonamiento de Rajoy pertenece a la misma estirpe ideológica de aquellos que hablaban de 'violencia doméstica' o 'violencia intrafamilar', sugiriendo que lo que sucede en la intimidad del hogar debe quedar ahí. Rajoy considera que no es de su competencia corregir la brecha salarial; pero sí lo fue combatir la libertad de las mujeres para decidir sobre su maternidad o la de las personas de cualquier orientación sexual para casarse o descasarse con quien les dé la gana. Se ve que eso no es intervencionismo.

[Consulte el especial de El Confidencial sobre violencia de género]

Esta respuesta de Rajoy contradice su propio catecismo político. Nuestro leguleyo presidente se remite machaconamente al cumplimiento de la ley —y hace bien, porque esa es la primera obligación de un gobernante, aunque no la única—, pero no se ha parado a pensar que discriminar salarialmente a las mujeres, además de una brutalidad social, es una práctica ilegal.

Le vendría bien releer los artículos 14 y 135 de la Constitución. O los artículos 4 y 17.1 del Estatuto de los Trabajadores. O el 5 y el 14.2 de la vigente Ley de Igualdad, que consagra la eliminación de las diferencias retributivas como un principio general de actuación de los poderes públicos.

Por no hablar de la legislación europea, que hemos asumido como propia. Los tratados y las directivas de la UE están plagados de mandatos a los gobiernos para que sean beligerantes en esta materia. No quiero ni pensar en el alboroto si Rajoy hubiera formulado una declaración de este porte en el Parlamento Europeo.

¿El Gobierno tiene que hacer cumplir las leyes? Por supuesto. Pero todas, estas también.

Convendría igualmente que alguien refresque la memoria del presidente del Partido Popular señalándole el programa electoral de su partido en las elecciones de 2016 (punto 113), o los puntos 4 y 73 de su acuerdo de investidura con Ciudadanos, o el punto 104 de la resolución de política social del último congreso nacional del PP. En ellos hay compromisos explícitos de actuación sobre la discriminación salarial de las mujeres. Todos incumplidos, ahora sabemos por qué.

Pero lo más ilustrativo de esta declaración es la intensidad con que ilumina la muy problemática relación del presidente del Gobierno con la contemporaneidad. Mi colega y amigo Pablo Pombo lo describe diciendo que Rajoy mira a la sociedad como la Esfinge de Guiza contempla al desierto.

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Estoy seguro de que Rajoy no ha oído hablar de la cuarta ola del movimiento feminista, ni maldito lo que le importa. Quizás haya visto en algún lugar el 'hagstag' #MeToo, pero habrá creído que se trata de un 'reality' televisivo o de un grupo de rock.

Pero ya que dirige un Gobierno, quizá deberían haberle informado de que recientemente el Gobierno de Islandia (del que forman parte los conservadores) ha decidido obligar a las empresas de más de 25 trabajadores a hacer públicos los salarios de sus trabajadores, y sancionar a las que no cumplan el principio de igualdad entre hombres y mujeres. Que en la Alemania de Merkel se ha aprobado una ley que permite a los trabajadores conocer los salarios que se pagan en su empresa y los criterios con que se establecen, para garantizar la igualdad. Que otros gobiernos europeos están poniendo en marcha medidas de ese tipo, y muchas más que vendrán. ¿Son todos ellos, a juicio de Rajoy, gobiernos intervencionistas que violan la libertad de empresa, o es él que habita en su mundo sin molestarse en saber en qué mundo vive?

Esta pifia de Rajoy en Onda Cero (ya es tradición) constituye, además, un mayúsculo error político. Ya que no los principios o la sensibilidad social, un instinto político mínimamente activado debería haberle prevenido. Cualquier investigador social sabe que las dos cosas que más sublevan a las mujeres españolas son que el individuo que trabaja en la mesa de al lado gane más por hacer lo mismo y que ellas tengan, además, que empalmar dos jornadas laborales, una en el trabajo y otra en casa. Tocar esas dos cuestiones con torpeza es como echar un puñado de sal sobre una herida sangrante. Y en esto no hay diferencia entre derechas e izquierdas.

En fin. Quizás este episodio sirva para comprender mejor por qué los votantes se fugan en masa a Ciudadanos (¿se imaginan al liberal Rivera diciendo que la brecha salarial no es asunto suyo?). Y también para certificar que la izquierda española sigue en la inopia, absorta en su mismidad. Esta es la hora en que los Picapiedra, Pedro y Pablo, no han levantado la voz ante la última enormidad mariana.

Por experiencia profesional, sé que pocos momentos son tan vertiginosos para un político como cuando en medio de una entrevista trabajada por su gabinete le viene una pregunta no prevista. Si la pregunta es anecdótica (“¿sabe cuánto cuesta un café?”), puede dar lugar a un patinazo más o menos sonoro. Pero si la cuestión es de fondo, lo deja expuesto y desnudo, solo ante el peligro. En ese instante se sabe que habrá gol, pero no en qué portería.

Carlos Alsina Mariano Rajoy Salarios de los españoles