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Los políticos, el tapón de España
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Ignacio Varela

Una Cierta Mirada

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Los políticos, el tapón de España

Es duro admitirlo para quienes llevamos toda la vida combatiendo a populistas y demagogos de la antipolítica. Pero como canta Serrat, “nunca es triste la verdad, lo que no tiene es remedio”

Foto: Vista general del hemiciclo del Congreso de los Diputados. (EFE)
Vista general del hemiciclo del Congreso de los Diputados. (EFE)

Los dirigentes políticos han expropiado el tiempo de los españoles. Se consideran propietarios de él y lo dilapidan irresponsablemente. Dejan pasar las semanas y los meses como si, en el mundo actual, perder el tiempo saliera gratis. Cuando las sociedad los zarandea fingen urgencias, pero siempre encuentran el pretexto para frenarlo todo y regresar a su juego onanista. Los políticos son el tapón que tiene a España empantanada. Y el fenómeno es, como se dice ahora, transversal.

La última noticia de Cataluña es que se aplaza 'sine die' la investidura. ¿Ha sucedido alguna catástrofe imprevista? No, es que la siguen peinando porque los políticos nacionalistas no saben qué hacer con ella.

El 'procés' se extinguió hace más de cuatro meses. En diciembre ganaron las elecciones. Saben que ahora les toca comportarse como un Gobierno responsable y no como un comité revolucionario. Podrían estar haciéndolo desde enero, pero la tarea les asusta: han olvidado cómo se gobierna la normalidad. Abominan del 155, pero hacen todo lo que está en sus manos para prolongarlo. Parece que se mueven pero, en realidad, solo se agitan. Cataluña está aplazada 'sine die' por su culpa.

Abominan del 155, pero hacen todo lo que está en sus manos para prolongarlo. Cataluña está aplazada 'sine die' por su culpa

También España está aplazada 'sine die'. Los ciudadanos decidimos fragmentar la representación política y dar paso al multipartidismo. Pero a los partidos viejos y nuevos no les da la gana de hacer lo necesario para que el nuevo sistema sea gobernable, como es su obligación. La consecuencia es que llevamos desde octubre de 2015 con un Gobierno en funciones, que ha aceptado su condición de tal y pretende permanecer así, flotando sin nadar, hasta el final de la década.

Han perdido dos años y medio y se disponen a perder los dos que vienen. Dan por malograda la legislatura cuando apenas ha transcurrido su primer cuarto. Estamos en marzo y ya se da el año por amortizado, a la espera del nuevo ciclo electoral. Fuentes gubernamentales advierten: “Se puede gobernar 150 años con los Presupuestos prorrogados”. Claro, y deberíamos poder pasar mucho más tiempo sin el imbécil que haya dicho eso.

Las dos obligaciones principales del parlamento son aprobar cada año las cuentas públicas y legislar

La función representativa no es un fin en sí mismo, tiene que servir para algo. Las dos obligaciones principales del parlamento son aprobar anualmente las cuentas públicas y legislar. Si abandona o se deja sustraer esas dos tareas, traiciona su misión constitucional. Hasta el momento, este parlamento elegido en segunda vuelta en junio del 16 es una institución inane a todos los efectos. Sus sesiones son un monumento al postureo y la nadería.

¿Qué decir de la oposición? ¿Ha hecho algo provechoso Pedro Sánchez desde que recuperó el trono de Ferraz hace un año? Cuando se tiene enfrente a un Gobierno en minoría, pueden hacerse dos cosas prácticas: o se derriba o se aprovecha su debilidad para condicionarlo con negociaciones exigentes que reporten beneficios a la sociedad. En este caso, “no es no” significa que ni una cosa ni la otra.

placeholder El secretario general del PSOE, Pedro Sánchez. (EFE)
El secretario general del PSOE, Pedro Sánchez. (EFE)

¿Dónde están las conquistas políticas o sociales del PSOE de Sánchez? ¿Algún sector de la sociedad ha visto mejoradas sus condiciones de vida gracias a la acción de la oposición parlamentaria que encabezan los socialistas? ¿Tienen algo que agradecerle los pensionistas, las mujeres o los trabajadores precarios? Ni siquiera es eficiente en lo electoral: su legado se reduce a un reglamento interno de más de 500 artículos que no está concebido para avanzar hacia la victoria, sino para blindarse ante la tercera derrota.

Presentó a bombo y platillo 10 pactos de país, todos ellos con claros efectos presupuestarios. Pero como su religión le impide hablar con el Gobierno de presupuestos, la idea quedó como lo que es, un brindis al sol. A cambio, se ha lanzado a proponer sucesivamente una convocatoria anticipada de elecciones que hace dos semanas rechazaba; o, ya que él no quiere perder una moción de censura (o ganarla, lo que sería aún peor), exigir a Rajoy que se suicide presentando una cuestión de confianza. Pompas de jabón.

Llevamos 40 años esperando un acuerdo político que dé solidez y estabilidad al sistema educativo. Pero Sánchez ha hecho exactamente lo mismo que hizo Rajoy en la oposición en tiempos del ministro Gabilondo, boicotearlo por no dar oxígeno al Gobierno. Siempre habrá un Gobierno al que privar de oxígeno, aunque con ello se asfixie también al país.

Sánchez ha hecho lo mismo que hizo Rajoy en la oposición en tiempos del ministro Gabilondo, boicotearlo por no dar oxígeno al Gobierno

Podemos fue útil alguna vez para la subversión, pero ya no es funcional ni para eso. Ni construye ni destruye. Últimamente ha venido ejerciendo como sucursal de Colau en Madrid; y sus actuaciones más notorias de los últimos meses han sido protagonizar una absurda moción de censura y provocar el inefable debate de portavoces y portavozas. Eso sí, las purgas internas avanzan a buen ritmo.

Ciudadanos, el partido de moda, se ha especializado en el refinado arte de coleccionar las intenciones de voto que los demás pierden sin que ello tampoco se traduzca en nada tangible para el procomún. Cada lunes repasan las encuestas del fin de semana, hacen caja de ganancias y a vivir, que son dos días.

Cataluña está atascada. El presupuesto, bloqueado. Las pensiones, frenadas. La educación, postergada como siempre. La financiación autonómica, en lista de espera. La reforma constitucional, convertida en quimera inalcanzable. Cualquier visitante extranjero —especialmente si viene de Latinoamérica— relata el asombro ante la desaparición de España en el mundo. Todo sigue aplazado ¡sine die¡, vuelva usted mañana.

placeholder El presidente de Ciudadanos, Albert Rivera. (EFE)
El presidente de Ciudadanos, Albert Rivera. (EFE)

No es extraño que la sociedad se mueva por su cuenta, sin esperar más a sus políticos. Empezaron los jubilados, los mismos que construyeron y sostuvieron esta democracia durante décadas. Siguieron, y de qué manera, las mujeres. Y pronto veremos en la calle a los trabajadores precarios, que ya son la mayoría. Como ha señalado Joaquín Estefanía, mujeres, pensionistas y trabajadores precarios son tres bombas de relojería social, la masa crítica que va a poner este país patas arriba mientras los cachazudos ¿dirigentes? políticos se vigilan y zancadillean con celo digno de mejor causa.

Informa el CIS de que uno de cada cuatro españoles señala a “los políticos en general, los partidos y la política” como uno de los tres principales problemas del país. Como es una pregunta abierta, quizá deberíamos sumar a quienes mencionan “la corrupción y el fraude”, “el Gobierno y los partidos” y “la situación política y la falta de acuerdos”, para obtener la bonita cifra del 70%. Esta es la medida del deterioro de quienes deberían traer las soluciones y resultan ser el problema.

Sí, estos políticos son hoy el tapón de España. Es duro admitirlo para quienes llevamos toda la vida combatiendo a populistas y demagogos de la antipolítica. Pero como canta Serrat, “nunca es triste la verdad, lo que no tiene es remedio”.

Los dirigentes políticos han expropiado el tiempo de los españoles. Se consideran propietarios de él y lo dilapidan irresponsablemente. Dejan pasar las semanas y los meses como si, en el mundo actual, perder el tiempo saliera gratis. Cuando las sociedad los zarandea fingen urgencias, pero siempre encuentran el pretexto para frenarlo todo y regresar a su juego onanista. Los políticos son el tapón que tiene a España empantanada. Y el fenómeno es, como se dice ahora, transversal.

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