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Las últimas mentiras de ETA
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Ignacio Varela

Una Cierta Mirada

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Las últimas mentiras de ETA

El pistolero apodado Ternera ha puesto su voz, que no su rostro, a un texto cínico que contiene al menos tantas mentiras como líneas

Foto: Ilustración: Raúl Arias.
Ilustración: Raúl Arias.

Desde el basurero de la historia, los administradores de los despojos de ETA llevan una semana tratando de revestir de grandeza la porquería de su existencia y la miseria de su final. Esfuerzo inútil. Todo el mundo sabe que la siniestra serpiente de su logo quedó decapitada hace años, aunque, como los reptiles, abra la boca y mueva la cabeza, aparentando un resto de vida que ya no es tal.

El pistolero apodado Ternera (que ordenó ejecutar a varios de los suyos, mintió a todos y entregó a unos cuantos) ha puesto su voz, que no su rostro, a un texto cínico que contiene al menos tantas mentiras como líneas. El temible matarife de ayer ejerciendo de fantoche terminal.

Josu Ternera pone voz al último comunicado de ETA sobre ''el final de su trayectoria''

ETA, organización socialista vasca de liberación nacional”. Para empezar, cuatro mentiras y media. Lo único cierto fue lo de 'organización', y ya ni eso. Ni socialista, ni vasca ni de liberación, sino lo contrario: racista y totalitaria, radicalmente antivasca y nacida por y para la opresión.

“Quiere informar al pueblo vasco del final de su trayectoria”. Un poco tarde llega la información. Estamos informados del final de la trayectoria de ETA desde hace al menos siete años. Cuando la única identidad reconocible de una banda criminal es matar y no puede materialmente seguir haciéndolo, ese es objetivamente su fin de trayecto. El pueblo vasco fue artífice y beneficiario de que a la serpiente le cortaran la cabeza. Aunque, ¡ay!, parte de su veneno ha quedado inoculado en algún rincón del organismo social, y costará extraerlo del todo.

Foto: El comunicado de la banda terrorista ETA. (EFE)

“Después de que su militancia haya ratificado la propuesta…”. Mentira. Su militancia no ha ratificado nada, entre otras cosas porque ya no existe. Casi todos los que la formaron están en la cárcel o arrepentidos; y fuera apenas queda una docena de sicarios desocupados, holgazanes del crimen esponsorizados por los autodenominados 'organismos de mediación internacional' que necesitan justificar su indecente papel de tapadera.

“ETA ha desmantelado totalmente el conjunto de sus estructuras”. Falso. Lo correcto es decir que a ETA le desarticularon sus estructuras. Llegó un momento en que la banda estuvo infiltrada hasta las entrañas por la acción sincronizada de la policía española y la francesa; todos sus comandos, uno por uno, estaban identificados y localizados; cada intento de atentado se conocía y se desactivaba con antelación. Ellos sospechaban unos de otros y dudaban de quién era activista genuino y quién policía emboscado o soplón. Eso los paralizó. Los primeros en saberlo eran el tal Ternera y su compadre Otegi, que, sin embargo, siguieron vendiendo a sus secuaces —incluyendo a los presos— la fantasía embustera de una negociación imposible.

“ETA da por concluida su actividad política”. No, hombre. Quien dio por concluida la actividad política de ETA fueron sus socios de Batasuna, estrangulados por la acertada decisión de ilegalizarlos y por la transmutación del apoyo social en hastío y rechazo.

Foto: El lehendakari, Iñigo Urkullu, y la presidenta de Navarra, Uxue Barkos. (EFE)

Si durante un tiempo la izquierda 'abertzale' se nutrió de la épica de la lucha armada, a partir de cierto momento (el punto de inflexión fue el asesinato de Miguel Angel Blanco y el de no retorno, el atentado de la T-4) se invirtieron las tornas: el vínculo con ETA conducía a su brazo político a la proscripción. Fueron Otegi y compañía quienes, por salvar sus propios culos, renegaron de sus antiguos camaradas de armas y los anularon como actores políticos.

Otegi: ''Seguimos siendo un pueblo que todavía no conoce ni la paz ni la libertad''

“ETA desea cerrar un ciclo en el conflicto que enfrenta a Euskal Herria con los estados” (se supone que se refiere al Estado español y al francés). El único conflicto relevante es el que durante seis décadas enfrentó a una banda terrorista con la democracia. Su proyecto político siempre fue provocar una involución en España e implantar en el País Vasco una dictadura supremacista de corte neonazi, montada sobre la represión y la depuración violenta de la discrepancia. La lástima es que tanta gente tardara tanto tiempo en comprenderlo, y no solo en el País Vasco.

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ETA asesinó a más de 800 personas. Si hubiera podido, habría asesinado a muchas más, de hecho seguiría haciéndolo. No hubo nada noble ni volitivo en el abandono de la lucha armada: solo un colapso operativo y un absoluto fracaso político. Quizá lo que más duela a los que hoy están en la cárcel sea la consciencia de que quitaron la vida a otros y arruinaron la suya por nada y para nada. Disimular ese amargo desastre es el único objetivo de este último vodevil de pretenciosos comunicados y actos rituales.

“ETA nació cuando Euskal Herria agonizaba, ahogada por las garras del franquismo”. Otra falacia. Quizá nació entonces, pero creció y prosperó como nunca tratando de destruir la libertad. De hecho, degeneró muy pronto en un colectivo de mercenarios, asesinos a sueldo que hacían lo único que sabían hacer. Habrían encontrado la excusa para seguir aunque el País Vasco hubiera alcanzado la independencia, como la encontraron cuando se acabó la dictadura.

“ETA surgió del pueblo y ahora se disuelve en él”. Fulero, además de cursi. ETA martirizó al pueblo durante décadas y se disolvió, asfixiada por la sangre que había derramado, cuando al pueblo se le hizo insoportable tanta crueldad gratuita. Mientras tanto, ¿qué tuvo que ocurrir para que el sanguinario Ternera fuera durante unos meses miembro de la comisión de Derechos Humanos del Parlamento vasco sin provocar un vómito colectivo? Esa reflexión sigue pendiente en la sociedad vasca.

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Apesta la obscena alusión a la lucha por “una Euskal Herria no patriarcal”. Eso, dicho por una organización tan cerrilmente reaccionaria y machista como ETA, es el rasgo cómico del comunicado.

En la práctica, ETA no dejó de existir ayer, sino hace siete años. Lo de estos días es un postrer intento de desmontar el tinglado de la farsa revistiendo la mierda de purpurina. Me cuesta entender —aunque no me sorprende— qué pintan el PNV y Podemos en la función de Bayona. Pero leo con asombro que también estará allí la UGT. Espero que no sea cierto. ¿Es que no fue bastante disparate lo de Barcelona? Luego se lamentan algunos de la crisis de la izquierda.

ETA continúa escribiendo su final a plazos

Fernando Savater explicó hace años sus tres razones para oponerse a ETA y sus cómplices (en el fondo, supongo que las mismas por las que combatió al franquismo): soy, dijo, antifascista, antimilitarista y anticlerical. Siempre he admirado la lucidez del diagnóstico. Ciertamente, el etarrismo fue —y su herencia sigue siendo— fascista, militarista y clerical.

Por lo demás, me importa un carajo que pidan un perdón que, además, sería fingido. Hay cosas para las que no existe el perdón histórico. Lo único que me interesa es que saboreen la impotencia y la derrota; y, a ser posible, que se pudran el resto de sus vidas.

Desde el basurero de la historia, los administradores de los despojos de ETA llevan una semana tratando de revestir de grandeza la porquería de su existencia y la miseria de su final. Esfuerzo inútil. Todo el mundo sabe que la siniestra serpiente de su logo quedó decapitada hace años, aunque, como los reptiles, abra la boca y mueva la cabeza, aparentando un resto de vida que ya no es tal.