Es noticia
El atasco nacional: entre el marasmo de Rajoy y el laberinto de Sánchez
  1. España
  2. Una Cierta Mirada
Ignacio Varela

Una Cierta Mirada

Por

El atasco nacional: entre el marasmo de Rajoy y el laberinto de Sánchez

Es hora de certificar la inutilidad absoluta de esta legislatura absurda y darle matarile cuanto antes. El parlamento elegido en 2016 ha fracasado en todas las funciones que le atribuye la Constitución

Foto: El secretario general del PSOE, Pedro Sánchez. (EFE)
El secretario general del PSOE, Pedro Sánchez. (EFE)

Por una vez, no coincido en un análisis de fondo con mi colega Carlos Sánchez. En mi opinión, las elecciones anticipadas no solo no son una amenaza para la democracia, sino el único camino democrático y viable —aunque admito que no seguro— para sacar a España del atolladero monumental en que está metida por culpa de sus dirigentes políticos.

Entre el miércoles (aprobación de los Presupuestos) y el jueves (publicación de la sentencia de Gürtel), en 24 horas asistimos a un doble colapso: el del bipartidismo como sostén de la gobernación del país y el de la estrategia del Estado frente al conflicto de Cataluña. Todo ello, provocado ante todo por el naufragio político y moral de Mariano Rajoy y por la codicia incontrolada de Pedro Sánchez.

El parlamento elegido en junio de 2016 ha fracasado en todas las funciones que le atribuye la Constitución española

Es hora de certificar la inutilidad absoluta de esta legislatura absurda y darle matarile cuanto antes. El parlamento elegido en junio de 2016 ha fracasado en todas las funciones que le atribuye la Constitución. No fue capaz de elegir a un Gobierno que se ocupara de algo más que de llegar vivo al día siguiente. Su producción legislativa ha sido misérrima. Ha dejado en barbecho todas las reformas aplazadas durante años. Y ni siquiera ha garantizado un control efectivo del Gobierno (les recuerdo que el último debate sobre el estado de la nación se celebró en febrero de 2015).

Este es un parlamento meramente escénico, en el que todos sobreactúan mientras el Gobierno no saca adelante sus proyectos pero sabotea los de la oposición, y viceversa. Dos años de verborrea y parálisis.

En términos de interés nacional, su único fruto reconocible fue el 155. Un recurso al que se llegó cuando la sublevación ya había ido demasiado lejos, y que terminará —si es que termina— dejando en la presidencia de la Generalitat a un fanático del nacional-populismo al frente de un Gobierno con vocación golpista.

Pase lo que pase con la moción de censura, nada productivo saldrá de prolongar la vida de esta legislatura. Si Sánchez pierde, tendremos un Gobierno del PP aún más desfallecido, desasistido de todo apoyo, abandonado por sus socios y moralmente desacreditado ante el país. Si Sánchez gana su moción gracias a la 'coalición Frankenstein', lo que tendremos es a un Gobierno insostenible, dependiente de los enemigos del Estado, con los mercados en pánico y una oposición enfurecida que no le dará tregua.

Rajoy asegura marasmo intensificado; y los apoyos que necesita Sánchez para alcanzar el poder nos introducen en un laberinto dantesco

Ni el PP puede seguir gobernando dignamente, ni el PSOE está en condiciones de hacerse cargo del Gobierno con mínimas garantías de solvencia. Rajoy asegura marasmo intensificado; y los apoyos que necesita Sánchez para alcanzar el poder nos introducen en un laberinto dantesco.

Para salir de este atasco político que ya dura tres años, se necesita una mayoría de gobierno estable que solo puede salir de las urnas. Lo demás es seguir chapoteando en el pantano. Sin embargo, los dos autodenominados partidos de Estado se resisten fieramente a cerrar esta última legislatura de la era bipartidista. Lo hacen con argumentos falaces: Rajoy apela a la estabilidad que ya no puede garantizar y Sánchez ofrece una “normalidad institucional” que está fuera de su alcance, porque solo tiene 85 diputados y sus circunstanciales aliados buscan precisamente lo contrario.

Foto: Mariano Rajoy recibe a Pedro Sánchez en la Moncloa, el pasado 2 de octubre. (Reuters)

En realidad, ambos sienten pánico a las urnas en este momento. Por eso Rajoy ya solo pide tiempo para prolongar más allá de lo razonable su agostada carrera política. Y Sánchez, siempre osado, formula un planteamiento descaradamente ventajista: vestidme de presidente, dadme unos meses para hacer política populista desde el Gobierno (él la llama “agenda social”) y ya se votará cuando a mí me convenga. Si vamos a correr, necesito situar mis tacos de salida 20 metros por delante de los de mis competidores.

“Haré cumplir la Constitución”, promete Sánchez. No dejo de preguntarme cómo lo hará cuando la desafíen los mismos que lo sentaron en La Moncloa. ¿A quién se dirigirá para hacer cumplir la Constitución, a Pablo Iglesias, a Junqueras, a Torra o a Urkullu? Porque si espera alguna ayuda de un PP humillado y despojado del poder, es que desconoce la historia contemporánea de España.

El frente constitucional ha quedado fracturado por todas sus partes: PP contra PSOE, PSOE contra PP y ambos contra Ciudadanos

Con todo, lo peor de este embrollo es que la estrategia del Estado ante la sublevación secesionista se ha debilitado de forma irresponsable. Si coincidimos en que el problema de Cataluña es el más grave que tiene España, esa debería ser la prioridad absoluta, y habría que evitar todo lo que entorpezca su manejo. Por el contrario, esta semana entre unos y otros no han hecho sino empeorar la situación.

El frente constitucional ha quedado fracturado por todas sus partes: PP contra PSOE, PSOE contra PP y ambos contra Ciudadanos. Para el PP, Sánchez ha pasado de estadista responsable a vendepatrias; para el PSOE, Rajoy ya no es el señor presidente, sino el apestado perjuro, y para ambos, Rivera, antes socio deseado, es ya enemigo mortal.

En semejante zafarrancho, no queda espacio alguno para una acción lealmente concertada entre los partidos constitucionales. Bingo para el separatismo, firmemente acaudillado por la dupla Puigdemont/Torra.

placeholder
Foto: EFE.

Se dice que el éxito de la moción de censura depende del PNV. Yo creo que en esta hora depende sobre todo de Puigdemont. Si este decide que contra Rajoy se vive mejor, exigirá a Sánchez unas condiciones intragables y la derrotará. Si por el contrario ve ventajoso para sus planes tener en La Moncloa a un presidente saltadizo y agarrado por el cuello, respaldará la moción. Y si lo hace, ni ERC ni el PNV se atreverán a cargar en solitario con el estigma de haber mantenido a Rajoy.

En todo caso, el resultado no puede ser mas desalentador: tras elegir a su antojo al presidente de la Generalitat, el fugitivo de Berlín recibe el regalo de poder decidir quién gobierna en España. Enhorabuena.

Sospecho que los estrategas de Ferraz, deslumbrados por el fulgor del momento, se olvidaron de medir los tiempos. Más de 10 días entre el anuncio de la moción y la votación son una eternidad. Los separatistas asarán cada día a Sánchez con exigencias inasumibles para cualquier demócrata; y cada una de ellas cebará el discurso del PP del 'Gobierno Frankenstein' como un peligro nacional, y robustecerá la demanda de Rivera de elecciones inmediatas. La moción relámpago va camino de convertirse en moción-calvario para sus promotores.

En todo caso, que tengan cuidado nuestros bienamados dirigentes políticos: si siguen mucho más tiempo jugando con fuego y burlando al país, quizá cuando finalmente lleguen las urnas descubramos que Italia no queda tan lejos. Entonces, ya será tarde para todo.

Por una vez, no coincido en un análisis de fondo con mi colega Carlos Sánchez. En mi opinión, las elecciones anticipadas no solo no son una amenaza para la democracia, sino el único camino democrático y viable —aunque admito que no seguro— para sacar a España del atolladero monumental en que está metida por culpa de sus dirigentes políticos.

Pedro Sánchez Mariano Rajoy Esquerra Republicana de Catalunya (ERC) PNV Ciudadanos