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Ignacio Varela

Una Cierta Mirada

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Cuando todos negocian y nadie lo cuenta

No crean ni por un segundo el cuento chino de que no se está negociando. Lo que no se ve es el circo mediático que precedió a la anterior investidura de Sánchez

Foto: Ilustración: Raúl Arias.
Ilustración: Raúl Arias.

Cuando Pedro Sánchez anunció su moción de censura, muchos dieron casi por hecha su victoria con la mayoría Frankenstein, unida por la pulsión compartida de desalojar a Rajoy. Fue un análisis prematuro.

Hoy, las tornas han cambiado y otros cuantos —entre ellos, algunos de los que días atrás auguraban el triunfo de la moción— la condenan anticipadamente al fracaso y aseguran que Sánchez no logrará recolectar los 176 votos que necesita; mucho menos, dicen, con su anunciado propósito de no negociar nada, lo que implica poco menos que esperar un cheque en blanco para gobernar. Me parece una conclusión tan precipitada como lo anterior.

A mi juicio, en este momento el resultado de la votación del viernes es completamente incierto. Todo pende de un hilo. Mejor dicho, de dos: el voto del PDeCAT y el del PNV. Ninguno de ellos está resuelto en esta hora.

Foto: Aitor Esteban, portavoz del PNV en el Congreso, junto a Mariano Rajoy en una imagen de archivo. (EFE)

No crean ni por un segundo el cuento chino de que no se está negociando. Lo que no se ve es el circo mediático que precedió a la anterior investidura de Sánchez. Pero en este momento, todos están hablando con todos. Desde luego, lo están haciendo el candidato o sus enviados (por hablar, puede que incluso haya contactos subterráneos con Moncloa, por aquello de administrar el paisaje después de la batalla). Pero también el propio Gobierno. Este es un pulso a vida o muerte en el que nadie está dispuesto a esperar pasivamente lo que el destino le depare sin exprimir todos sus recursos de oferta y presión.

Segunda consideración: durante las próximas 72 horas, el electoralismo dejará de ser el único eje y guía y los asesores de imagen cederán el sitio a estrategas y negociadores en la sombra con lustros de oficio. Hay que ganar el partido del viernes “cueste lo que cueste y nos cueste lo que nos cueste”, como diría Zapatero. Si para ello hay que dejarse pelos en la gatera en el terreno de la imagen, se intentará reparar más adelante; pero lo primero es lo primero.

Es el momento de los Bilardos más que el de los Menottis. Sánchez es el delantero que tiene que meter este gol en la portería contraria aunque sea con el culo, usando las dos manos o en clamoroso fuera de juego. Y Rajoy es el defensa que tiene que parar este ataque aunque sea llevándose por delante al insidioso atacante. A partir del lunes, cuando se sepa quién se sienta en La Moncloa, habrá tiempo para volver al 'jogo bonito'.

La clave es el PDeCAT. Si no consigue su voto, el del PNV deviene irrelevante. Si lo logra, será más fácil disuadir al PNV de seguir sosteniendo a Rajoy

La clave decisiva para Sánchez es el PDeCAT (a estos efectos, un concepto amplio que incluye a Puigdemont y a Torra). Si no logra su voto, el del PNV deviene irrelevante. Y si lo consigue, será más fácil disuadir al PNV de quedarse en solitario sosteniendo a Rajoy (además de que hay un Gobierno de coalición en el País Vasco cuya subsistencia puede también ponerse sobre la mesa).

¿Qué podría ofrecer Sánchez al PDeCAT sin traspasar límites infranqueables para un partido constitucional? A medio plazo, casi nada. Pero a corto plazo, tres caramelos apetecibles.

Primero, facilitar la formación del Gobierno Torra. Para ello, solo se necesita un informe del abogado del Estado que diga que, sin perjuicio de lo que posteriormente resuelva el Tribunal Supremo respecto a los presos y a los fugados, la publicación de los nombramientos en el Boletín Oficial es un acto debido para el Gobierno (como opina la inmensa mayoría de los juristas).

Foto: El expresidente catalán Carles Puigdemont (c) da una rueda de prensa en presencia de su sucesor, Quim Torra. (EFE)

La consecuencia de eso sería el segundo caramelo: tras la formación de un Gobierno legal, quedaría expedito el camino para levantar inmediatamente el 155.

El tercer dulce sería mostrar al nuevo Gobierno catalán una predisposición al diálogo mayor que la de Rajoy, aunque sea salvando el principio de que todo ha de hacerse dentro de la legalidad constitucional.

Un Govern efectivo ya, fuera el 155 y una foto con Torra en la escalinata de La Moncloa. Todo ello podría ser cuestión de muy pocos días. ¿Sería suficiente para seducir al PDeCAT? Como mínimo, proporcionaría una poderosa coartada a los más proclives a votar la moción (Pascal) y pondría en dificultades a los más hostiles (Puigdemont). Y no hipoteca en nada la acción futura del Estado, solo se trata de que el reciente halcón Sánchez transmute temporalmente en paloma.

Rajoy carece de palancas para mover a los separatistas catalanes, así que tiene que concentrar sus esfuerzos en el PNV

Rajoy carece de palancas para mover a los separatistas catalanes, así que tiene que concentrar sus esfuerzos en el PNV. En este caso, se trataría de amenazar más que de ofrecer. Y su arma principal sigue siendo el pacto presupuestario.

El Presupuesto aún tiene que pasar por el Senado. Allí, el PP no cometerá el disparate de tumbar por completo su propio Presupuesto. Pero si el PNV entrega el poder a Sánchez, el PP podría sentirse liberado del compromiso en la parte que negoció con los nacionalistas vascos. No me refiero a deshacer el acuerdo sobre pensiones, que afecta a todos los españoles; pero sí al jugosísimo botín en inversiones e infraestructuras que obtuvieron los de Urkullu.

Si el Senado se carga la 'porción vasca' del Presupuesto, este deberá volver al Congreso. Y ahí puede producirse una extraña paradoja: PP y Ciudadanos sosteniendo desde la oposición las enmiendas del Senado y el PSOE, nuevo partido del Gobierno, obligado a gestionar el apoyo del señor Frankenstein (Podemos y todos los nacionalistas) para restituir a su versión original el Presupuesto al que todos ellos se opusieron ferozmente hace una semana.

Foto: El presidente del PNV, Andoni Ortuzar. (EFE)

¿Cómo se resolverá este embrollo? En este momento, cualquier pronóstico es un albur. En cualquier caso, se reproduce el escenario que más detesta gran parte de los españoles y que ha quedado acuñado como la imagen de marca de la era bipartididista: los dos viejos partidos jugándose el poder y el futuro de España con los nacionalistas catalanes y vascos como árbitros y beneficiarios.

Esa es, más que ninguna otra, la ventaja diferencial de Ciudadanos y el mayor hallazgo estratégico del discurso riveriano: la promesa de un Gobierno de España capaz de pactar entre partidos españoles de signo distinto, pero libre de chantajes nacionalistas. Algo que millones de ciudadanos, en la derecha y en la izquierda, ansían ver desde el principio de la Transición. Y Rivera lo sabe.

Cuando Pedro Sánchez anunció su moción de censura, muchos dieron casi por hecha su victoria con la mayoría Frankenstein, unida por la pulsión compartida de desalojar a Rajoy. Fue un análisis prematuro.

PNV Pedro Sánchez Mariano Rajoy