Una Cierta Mirada
Por
Tras el zafarrancho y ante lo que viene: las siete claves
Si la estrategia de los socialistas consiste en revitalizar el eje izquierda-derecha y agudizar el antagonismo bipolar entre ambos espacios, lo están consiguiendo
El terremoto político de junio y julio transformó por completo el escenario político nacional. Sedimentada y digerida la nueva situación, este es el primer retrato completo de los efectos del zafarrancho. Y a la vez, muestra la situación de partida cuando está a punto de abrirse un ciclo electoral completo.
Lo mejor que tiene el método de panel que usa El Confidencial es que las personas entrevistadas son siempre las mismas. De esa forma, los cambios resultan muy significativos. Y hay cambios, vaya si los hay. Veamos los más relevantes:
1. Si la estrategia de los socialistas consiste en revitalizar el eje izquierda-derecha y agudizar el antagonismo bipolar entre ambos espacios, lo están consiguiendo. En esta encuesta todas las respuestas obedecen a la posición ideológica de los entrevistados y, sobre todo, a su actitud ante el Gobierno de Sánchez: La izquierda y los nacionalistas están decididamente a favor. La derecha, rotundamente en contra. La transversalidad se ha evaporado; y con ella, los matices.
El ejemplo más claro está en la actitud ante la convocatoria electoral. Los votantes del PSOE y de Podemos, que en mayo clamaban por elecciones, ahora se inclinan masivamente por esperar hasta 2020. Y los del PP, que en primavera no querían saber nada de urnas anticipadas (77% en contra), hoy suspiran por elecciones inmediatas (86%). Entre los de Ciudadanos aún predominan los partidarios de convocar, pero con mucha más tibieza.
La izquierda (Unidos Podemos y PSOE) suma el 42% de la estimación de voto y la derecha (Ciudadanos más PP y VOX) agrupa al 47%
2. Se configuran dos bloques nítidamente enfrentados: la izquierda (PSOE más Unidos Podemos) suma el 42% de la estimación de voto y la derecha (Ciudadanos más PP y VOX) agrupa al 47%. Todo el tráfico de votos se produce en el interior de cada uno de los bloques, mientras la frontera entre ellos se ha cerrado herméticamente. Los nacionalistas conservan su espacio tradicional, igualmente impermeable.
En ambos bloques lidera la opción menos extrema, el PSOE en la izquierda y Ciudadanos en la derecha. La diferencia está en el desigual reparto de los respectivos pasteles:
El PSOE ha recuperado la hegemonía en la izquierda y Ciudadanos encabeza una derecha más fragmentada. Esa diferencia explica los 2,6 puntos que los separan en la estimación de voto.
3. Con una hipótesis de participación del 71,5%, El PSOE obtendría en este momento 6,6 millones de votos, con una ganancia de 1,2 millones respecto a su resultado de 2016 y una progresión de 6,3 puntos desde mayo. ¿Cómo lo ha logrado?
Primero, activando a su electorado que antes yacía entre el abandono y la apatía. En mayo Sánchez solo retenía al 64% de sus votantes, y tenía a más de 700.000 en el limbo de la indecisión o de la abstención. Ahora su tasa de lealtad se ha disparado al 79% y los "durmientes" se han reducido a la mitad.
Segundo, atrayendo masivamente a votantes de Podemos, que lo premian claramente por haber derribado a Rajoy. Su saldo de intercambio con el partido de Iglesias le es favorable en 660.000 votos. Es muy probable que se trate de una devolución: antiguos votantes de Zapatero que abandonaron al PSOE para irse a Podemos y ahora retornan.
Tercero, clausurando su frontera con Ciudadanos, por la que en primavera se le escapaban más de 700.000 votantes. Ese agujero se ha cerrado y el saldo con Cs ya es neutro.
En mayo Sánchez solo retenía al 64% de sus votantes, y tenía a más de 700.000 en el limbo de la indecisión o de la abstención
4. A la luz de esta encuesta, el "efecto Casado" no funciona. El PP permanece estancado en el 20% desde principio de año, lo que le supondría un retroceso de 13 puntos y la pérdida de casi tres millones de los votos que tuvo en 2016. Es evidente que ese partido sufre un daño estructural, un boquete en el casco que no se arregla con un mero cambio de rostro en el timón. El panel muestra hasta cuatro síntomas preocupantes:
Los votantes del PP no han metabolizado la pérdida del Gobierno ni el mal sabor de boca del último período de Rajoy.
La elección de Casado está lejos de producir la revitalización de un electorado alicaído. Más bien cunde la impresión de que el congreso de julio, con su cohorte de luchas internas, ha resultado contraproducente para la moral de esa tropa. De hecho, entre los votantes del PP Casado obtiene, en todas las preguntas valorativas, peores datos que los que tenía Rajoy en mayo. Sus primeros pasos como líder de la oposición no han resultado alentadores.
La sangría de votos hacia Ciudadanos se mantiene con toda su intensidad, con una transferencia neta de casi dos millones de votos. Los votantes del PP siguen experimentando una atracción fatal hacia el partido de Rivera. De hecho, valoran igual o mejor al líder de Ciudadanos que a Pablo Casado.
Por si algo faltara, emerge la amenaza de Vox, que ha pasado de apenas 47.000 votos en 2016 a una expectativa de 700.000 en esta encuesta; más de medio millón de ellos proceden directamente del PP. Tiene motivos Casado para preocuparse por ese peligro, aunque es dudoso que esté acertando con la medicación.
5. En la primavera, Ciudadanos semejaba un vaso de cerveza repleto y desbordante de votos. Faltaba por saber cuánto de cerveza había en el vaso y cuánto de espuma. Ahora comenzamos a vislumbrarlo. Un 24% (la cerveza), que son casi 5 puntos menos que en mayo (la espuma). Ello le supondría aproximarse a los 6 millones de votos, duplicando los que tuvo en 2016. Al instalarse decididamente en el campo de la derecha se le ha cerrado por ahora el grifo del PSOE, pero mantiene la lealtad de sus votantes y del PP le viene un caudaloso manantial. Lo que ayuda a interpretar algunos de sus movimientos recientes —y los próximos—.
6. La salud electoral de Unidos Podemos ha sufrido un drástico empeoramiento tras la moción de censura y el encumbramiento de Sánchez. Ahora estaría en un 15,5%, con la pérdida de 1,3 millones de sus votantes de 2016 y una fuga/devolución al PSOE de más de 600.000. Y eso gracias a las confluencias, porque Podemos como tal está en caída libre.
La encuesta es inequívoca: hoy por hoy, el electorado de Podemos está encantado con Pedro Sánchez y su gobierno bonito, lo valoran y lo respaldan como si fuera propio (de hecho, lo es); y su escepticismo hacia el liderazgo de Pablo Iglesias va en aumento. Veremos si lo de cogobernar arregla algo. Pero pensando en las futuras coaliciones de gobierno, el descenso de Podemos está cerca de alcanzar el punto en que empiece a resultar peligroso incluso para las aspiraciones del PSOE, porque finalmente hay que sumar.
7. Un último apunte de género: algo malo les sucede a los nuevos partidos con las mujeres y a los antiguos con los hombres. Observen la distribución del voto por sexos:
En resumen, los datos de esta oleada de otoño del panel pueden tomarse como el balance del zafarrancho o como las posiciones de partida ante las batallas que se avecinan. En cualquier caso, bien interesante.
El terremoto político de junio y julio transformó por completo el escenario político nacional. Sedimentada y digerida la nueva situación, este es el primer retrato completo de los efectos del zafarrancho. Y a la vez, muestra la situación de partida cuando está a punto de abrirse un ciclo electoral completo.