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Una Cierta Mirada
Por
Dos catalanes en las Cortes
Todo tiene que ver con el futuro papel del PSC en la gestión política del conflicto de Cataluña; Sánchez necesita que se convierta en pieza central del teatro de operaciones
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El intento de colocar a Miquel Iceta en la presidencia del Senado era mucho más que un mero pago a los servicios prestados (aunque también era eso). Y la decisión subsiguiente de entregar la presidencia de ambas Cámara a dos socialistas catalanes va mucho más allá del chulesco “si no quieres caldo, dos tazas” que corean los turiferarios del sanchismo.
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A mi juicio, todo tiene que ver con el futuro papel del PSC en la gestión política del conflicto de Cataluña. Sánchez se prepara para un pulso negociador largo y tortuoso, en el que habrá de todo: aproximaciones seguidas de enfrentamientos, avances y retrocesos, entendimientos y choques frontales, propuestas abiertas y tratos inconfesables… el manual completo de gestión de crisis prolongadas con tendencia a cronificarse.
Sánchez necesita que el PSC se convierta en una pieza central en el teatro de operaciones. La relación puramente bilateral entre el Gobierno y los independentistas está sometida a restricciones evidentes, como se ha comprobado en los diez meses anteriores. Tiene que haber un tercer actor en ese escenario para complementar la acción del Gobierno y hacer lo que este no puede ni debe hacer sin que ello le reporte un coste político inasumible.
Dada la férrea voluntad de los nacionalistas de ningunear sistemáticamente al PSC y negarle cualquier papel relevante, la única forma de imponer su presencia en la “sala de máquinas” de la negociación es situar a los socialistas catalanes en el núcleo institucional por donde necesariamente tendrá que pasar todo, desde las posibles reformas legales –incluso constitucionales- que haya que impulsar a un eventual recurso al 155.
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Salvando las diferencias, la situación recuerda en parte al papel central que adquirió el PSE en el proceso vasco. También allí los nacionalistas se empeñaban en negarle cualquier protagonismo y reducirlo todo a una negociación bilateral con el Gobierno central. Solo cuando Patxi López fue lendakari tuvieron que admitir al PSE como interlocutor imprescindible.
Esa era la función que se reservaba a Iceta en el Senado y el verdadero motivo por el que los independentistas sabotearon su elección: no quieren al PSC en la mesa de las decisiones. Ahora tendrán que hacerlo Batet y Cruz, que no forman parte del núcleo dirigente del PSC, pero lo representarán y no podrán ser preteridos.
Por otra parte, la tradición es clara: el PSOE no puede ganar en España si el PSC no es electoralmente fuerte; y cuando el PSC es electoralmente fuerte, su peso en los gobiernos socialistas es elevadísimo. Esa es la regla del juego, que Sánchez conoce a la perfección. El repaso de los nombres de los socialistas catalanes que ocuparon puestos clave en los gobiernos de González y de Zapatero es impresionante. Ya veremos si el propio Iceta no termina ocupando una posición destacada en el próximo gobierno de Sánchez.
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Batet ha demostrado ser competente –lo que no es poco en estos tiempos- y pertenece al sector menos rijoso del sanchismo. Manuel Cruz, además de practicar permanente y cabalmente el noble ejercicio de pensar, es un federalista consecuente: es decir, lo opuesto a un nacionalista. De hecho, como explicó Pujol, lo que más teme y detesta el nacionalismo es la idea federal.
Su tarea no será sencilla ni su función meramente decorativa. Solo falta que entre todos, empezando por su partido y por su jefe político, no les hagan la vida imposible.
El intento de colocar a Miquel Iceta en la presidencia del Senado era mucho más que un mero pago a los servicios prestados (aunque también era eso). Y la decisión subsiguiente de entregar la presidencia de ambas Cámara a dos socialistas catalanes va mucho más allá del chulesco “si no quieres caldo, dos tazas” que corean los turiferarios del sanchismo.