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Podemos y la rebelión del 'consigliere'
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Ignacio Varela

Una Cierta Mirada

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Podemos y la rebelión del 'consigliere'

Lo que se conoce de la oscura historia de traiciones y delaciones en los sótanos de la burocracia podemita hace inevitable pensar en la figura de un 'consigliere' que se hizo peligroso

Foto: El líder de Podemos, Pablo Iglesias, en el Congreso. (Reuters)
El líder de Podemos, Pablo Iglesias, en el Congreso. (Reuters)

Uno de los personajes más fascinantes de 'El Padrino' es Tom Hagen, el 'consigliere' de la familia Corleone. No es italiano sino de origen irlandés; no es de la sangre de Don Vito aunque este lo considera un hijo adoptivo; no participa personalmente en los actos criminales de la banda mafiosa pero se ocupa de dar cobertura legal a sus actividades siniestras. Se le ve en las reuniones trascendentales, susurrando al oído del patriarca: este le encarga que se encargue de encargar las gestiones más escabrosas sin dejar rastro. Es la persona que mejor conoce los negocios de la familia. Todos saben que es peligroso ir contra él, pero también que un minúsculo error por su parte sería fatal. Allí todos pueden equivocarse, menos Hagen. Ello lo hace tan poderoso como vulnerable.

Sin querer llevar la comparación demasiado lejos, lo que se conoce hasta ahora de la oscura historia de traiciones y delaciones en los sótanos de la burocracia podemita hace inevitable evocar la figura de un 'consigliere' que se hizo peligroso, al que alguien quiso liquidar con oficiosa imprudencia y que se revuelve y contraataca con todo lo que tiene, enviando a la pareja reinante un mensaje inequívoco: contened a vuestros sicarios o ateneos a las consecuencias. Todo ello cuando Él y Ella se preparan para ingresar, por fin, en los habitáculos del poder.

Foto: Pablo Iglesias, en el Consejo Ciudadano Estatal. (EFE)

Cualquiera que haya habitado en el interior del aparato burocrático de un partido político con pretensiones hegemónicas conoce dos reglas elementales: la primera, que hay tareas que el líder espera que se realicen sin que se le comuniquen, de tal forma que, llegado el momento, pueda decir que las ignoraba sin faltar formalmente a la verdad. La segunda, que hay ciertas personas a las que no se puede acosar, despedir o siquiera asustar impunemente, porque guardan en su cajón bombas de relojería que en ningún caso deben ser activadas. Son seres anónimos para el público, pero perfectamente identificados en los corredores del poder orgánico.

Todo sugiere que alguien en el segundo nivel de mando de Podemos (solo hay dos personas en el primer nivel) ha querido despachar a dos de esos personajes peligrosos como el que despide a un funcionario de rango menor, sin duda con la intención de exhibir después su mérito ante la Jefatura. Torpeza inaudita: no se cesa a Tom Hagen por burofax, ni se le pretende endilgar a continuación un cargo de acoso sexual para camuflar la pifia.

Circulación de sobresueldos, contrataciones a medida, intercambios de favores, apaños financieros, aseguramiento de fidelidades, votaciones convenientemente 'ajustadas': todo ello forma parte del día a día de los partidos políticos (no solo de ellos, por supuesto: lo mismo o aún más puede hallarse en cualquier estructura de poder). Quizá forme parte de esa cuota de corrupción de baja intensidad que, según algunos teóricos, es necesaria para engrasar el funcionamiento de las grandes organizaciones, incluido el propio Estado.

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Nada de lo que han denunciado Calvente y Carmona (cuya existencia como personajes clave del partido morado permanecía oculta hasta ayer) es particularmente sorprendente. Lo sorprendente es el chapucero manejo del asunto por todas las partes involucradas en él, y lo que delata sobre el nivel de descomposición interna de un partido que, al margen del acreditado instinto de poder de su líder, ha resultado un fracaso estrepitoso como organización política.

Podemos ha experimentado simultáneamente dos sucesos traumáticos: un encadenamiento de fracasos electorales que le han hecho perder más de la mitad de lo que consiguieron en el ciclo esplendoroso de 2015-2016, cuando el sorpaso al PSOE estuvo en la punta de los dedos. Y al mismo tiempo, una escisión encabezada por el cofundador de la cofradía.

De puertas afuera, Iglesias ha podido sofocar ambos incendios. El primero, compensando el declive electoral con su próxima entrada en el Gobierno. El segundo, dejando a Errejón reducido a mera anécdota electoral. Pero de puertas adentro, todo huele a pólvora quemada. La pérdida masiva de votos causa una reducción drástica de recursos económicos y humanos: hay que despedir a mucha gente y cada despido es un agravio. Y puestos a soltar lastre, nada mejor que empezar por los herejes —o simplemente, por los sospechosos—.

placeholder Irene Montero y Pablo Iglesias, en una comparecencia. (EFE)
Irene Montero y Pablo Iglesias, en una comparecencia. (EFE)

De ahí que un obligado ajuste de personal se convierta en purga política. Pero una cosa es limpiar el patio de elementos problemáticos y otra patear sin más a los abogados de la familia: precisamente los que más saben, porque su función es hacer que todo parezca legal. Los custodios de la llave del armario de los esqueletos. Nada hay de glorioso ni de honorable en este sórdido ajuste de cuentas entre 'apparatchicks', que solo interesa por su manifiesta inoportunidad política y por el morbo de constatar —por si alguien aún seguía en el guindo— que Podemos no es distinto a todos los demás.

La carta de Carmona y la ronda mediática de Calvente desprenden un aroma fétido de amenaza preventiva. Yo que tú no lo haría, forastero. Carmona habla de irregularidades muy graves que “podrían conllevar acusaciones penales para algunos miembros de la ejecutiva”, lo que implica que dirigentes nacionales de Podemos habrían cometido delitos —que la letrada se cuida de especificar—.

Calvente corrobora la incriminación, afirma disponer de pruebas documentales de los delitos cometidos, y ambos se declaran víctimas de una operación de represalia y calumnias por parte de los presuntos delincuentes.

Foto: El secretario general de Unidas Podemos, Pablo Iglesias. (EFE)

¿Qué han hecho con esa información penalmente relevante, han acudido a la Fiscalía o al juzgado de guardia? No, que se sepa. Lo que hacen es explicitar públicamente sus condiciones:

“El despido llevará inevitablemente a una demanda laboral”, amaga Carmona, y ello “hará que salgan a la luz hechos tremendamente comprometedores”. Por eso, añade, se ve obligada a “advertir” a la dirección para que restituya en sus puestos a Calvente y a ella. Lo que permitiría, concluye, “individualizar las responsabilidades, protegiendo al partido como tal”. Traducción: os coméis el despido, cortáis un par de cabezas como indemnización, y asunto resuelto. Calvente, en declaraciones a Onda Cero, completa el mensaje: “Están poniendo en peligro a Irene y a Pablo”. Se les entiende todo.

Podemos se prepara en estos días para pasar a ser, oficialmente, un partido más del 'establishment' (materialmente, ya lo era). Les faltaba un episodio como este para completar el retrato del fin de la inocencia. Como dijo Max Estrella: “No me estaba permitido irme del mundo sin haber tocado el fondo de los reptiles. ¡Me he ganado los brazos de Su Excelencia!”.

Uno de los personajes más fascinantes de 'El Padrino' es Tom Hagen, el 'consigliere' de la familia Corleone. No es italiano sino de origen irlandés; no es de la sangre de Don Vito aunque este lo considera un hijo adoptivo; no participa personalmente en los actos criminales de la banda mafiosa pero se ocupa de dar cobertura legal a sus actividades siniestras. Se le ve en las reuniones trascendentales, susurrando al oído del patriarca: este le encarga que se encargue de encargar las gestiones más escabrosas sin dejar rastro. Es la persona que mejor conoce los negocios de la familia. Todos saben que es peligroso ir contra él, pero también que un minúsculo error por su parte sería fatal. Allí todos pueden equivocarse, menos Hagen. Ello lo hace tan poderoso como vulnerable.

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