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El esperpento nacional: Vox y Bildu rescatan al Gobierno
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Ignacio Varela

Una Cierta Mirada

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El esperpento nacional: Vox y Bildu rescatan al Gobierno

El Parlamento español dimitió hace tiempo de sus funciones constitucionales y hoy es solo un escenario circense de dentelladas semanales

Foto: Un momento del pleno extraordinario celebrado este jueves en el Congreso de los Diputados. (EFE)
Un momento del pleno extraordinario celebrado este jueves en el Congreso de los Diputados. (EFE)
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La sesión de ayer en el Congreso condensó todos los rasgos esperpénticos de la actual política española: la abdicación del Parlamento, la deslealtad reinante en la mayoría de gobierno, la arrogancia del Ejecutivo, la miopía de la derecha institucional y el olfato de los populismos más extremistas para sacar partido de todas las situaciones, aprovechando la esclerosis estratégica de sus adversarios. También el estado de derribo de las instituciones de la democracia y la degradación moral de los actores políticos.

Como señala Rubén Amón, han transcurrido 42 días con el Parlamento cerrado. En ese tiempo, se contagiaron un millón de personas y murieron por covid más de 10.000. El sistema sanitario alcanzó el punto de ebullición previo al colapso total. Las vacunaciones quedaron bloqueadas. Cayó un temporal que paralizó el país durante dos semanas. La EPA desveló que el último trimestre del año 20 fue una masacre de puestos de trabajo, y el primero del 21 pinta parecido.

Foto: Uno de los leones del Congreso, el pasado 8 de enero, durante la borrasca Filoena. (EFE) Opinión
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Nada de eso fue motivo suficiente para reunir al Parlamento y que los representantes del pueblo dijeran algo (hacer algo sería pedirles demasiado) sobre la hecatombe. El caso es que nadie sintió la ausencia, porque el Parlamento español dimitió hace tiempo de sus funciones constitucionales y hoy es solo un escenario circense de dentelladas semanales (por cierto, ha desaparecido de los hábitos parlamentarios el debate del estado de la nación sin que Gobierno ni oposición parezcan echarlo de menos).

Ayer, se interrumpió por unas horas la holganza de sus señorías. No para atender a la emergencia nacional, sino porque había que poner el sello a un puñado de decretos-leyes, que es ya el instrumento legislativo ordinario de este Gobierno.

Foto: La vicepresidenta primera del Gobierno, Carmen Calvo. (EFE)

Cualquier persona sensata pensaría que si se reúne el Congreso de los Diputados en este momento, el orden del día tendría que comenzar con un informe del presidente del Gobierno sobre la situación sanitaria del país, seguido de propuestas concretas para adaptar el estado de alarma a una situación mucho más grave que cuando se declaró.

Es fácil coincidir en que los dos únicos objetivos de España en 2021 son la derrota de la pandemia y la recuperación del pulso económico. El instrumento para lo primero es la vacunación masiva de la población en muy pocos meses. Para lo segundo, la administración eficiente y no clientelar del fondo europeo de recuperación.

Pues bien, esta es la hora en que no se ha pronunciado en ese hemiciclo la palabra 'vacunas', salvo para engreírse de algo o agredir a alguien. Se trataba en esta sesión fantasmal de hacer pasar, entre otros, el decreto que permitirá a Sánchez, a través de su aparato monclovita, repartir premios y castigos con los fondos europeos desde su libérrima discrecionalidad política (España debe ser el único país de la UE en el que la ministra de Economía es una convidada de piedra en este asunto capital).

Observen la paradoja: el Gobierno alardea de haber presentado ya en Bruselas un catálogo completísimo de proyectos y reformas relacionados con el fondo. Pero nada de eso, que es lo sustancial, se le ha contado aún al Parlamento. A cambio, se le demanda que firme sin rechistar el instrumento formal para adjudicar unos proyectos que se desconocen.

Sánchez aplicó por enésima vez el manual sanchista de gobierno. Presentar al Congreso un 'lo tomas o lo dejas', incubado en la más estricta unilateralidad, y poner una pistola en el pecho a la oposición. O firmas, o eres un enemigo de la patria. Sánchez ha tomado la medida a los líderes de la derecha no asilvestrada y juega con ellos, como cantó Gardel, “como juega el gato maula con el mísero ratón”.

Sabiendo todo eso, ¿habría sido un desastre para España que se rechazara el decreto chapucero y ventajista? Sí, lo habría sido. Bastantes dudas hay en Bruselas —y en otras muchas capitales de la UE— sobre la capacidad de España para usar correctamente el fondo de recuperación como para que la primera noticia fuera la derrota del instrumento normativo para manejarlo.

Foto: El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, junto al presidente francés, Emmanuel Macron, y el alto representante de Asuntos Exteriores de la UE, Josep Borrell. (EFE)

A partir de ahí, comenzó la timba política y cada uno jugó sus cartas:

El Gobierno jugó con fuego, confiando en la habitual eficacia de sus chantajes de último minuto. Supuso que en la derecha alguien se acobardaría o querría obtener la recompensa de un acuerdo patriótico. Y que con los nacionalistas todo sería, como siempre, una cuestión de precio. Esta vez, casi se quemó.

ERC empezó a pasar la factura por la jugarreta de Illa. Gabriel Rufián podría habernos ahorrado la porción de enormidades con que adornó su bofetada y decir simplemente: primer aviso. O como en el oeste: yo que tú no lo habría hecho, forastero.

El PP mostró de nuevo que sigue cazando moscas, sin encontrar el rumbo ni el tono. Miraron a su flanco derecho y pensaron: si ahora apoyamos a Sánchez, Vox nos liquida en Cataluña; que se chamusque Ciudadanos. No contaron con que Arrimadas vive tan aterrorizada como ellos por el 14-F, ni llegaron a imaginar que los de Abascal los cogerían por la retaguardia, haciendo lo que ellos debieron y no se atrevieron a hacer; y que, además, probablemente los liquide en Cataluña. En un concurso de pichones, quedarían segundos… por pichones.

Los de Vox y Bildu —especialmente los primeros— demostraron que, además de carecer de escrúpulos y de complejos, son los más listos de la clase. Abascal encontró una ocasión de oro para vengarse de Casado pintándole la cara ante toda Europa (si este decreto hubiera caído por culpa del PP, no sé cómo se lo explicaría a Merkel y Von der Leyen). Espinosa de los Monteros hizo un discurso inteligente, combinando la dureza contra el Gobierno y la sintonía con los sectores que más dependen de ese fondo europeo que, para ellos, es la salvación. Bildu dio un paso más hacia la respetabilidad y avanzó en su designio de competir con el PNV en cuanto a su influencia en Madrid. El día en que suplante al PSE en el Gobierno vasco, los socialistas se arrepentirán de tanta complacencia con el partido de los pistoleros.

Así que asistimos al notable espectáculo del Gobierno más progresista que vieron los siglos rescatado 'in extremis' por la extrema derecha y por los albaceas de ETA. Es sabido que Sánchez come de todo, pero reconozcan que el surrealismo se ha adueñado definitivamente de la política española.

Por un periodismo responsable

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La sesión de ayer en el Congreso condensó todos los rasgos esperpénticos de la actual política española: la abdicación del Parlamento, la deslealtad reinante en la mayoría de gobierno, la arrogancia del Ejecutivo, la miopía de la derecha institucional y el olfato de los populismos más extremistas para sacar partido de todas las situaciones, aprovechando la esclerosis estratégica de sus adversarios. También el estado de derribo de las instituciones de la democracia y la degradación moral de los actores políticos.

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