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Ignacio Varela

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Los errores que Feijóo no se puede permitir

Estaría muy bien que quien puede ser pronto presidente de España reflexione a fondo sobre el irresponsable abandono de Latinoamérica como eje primordial de nuestra política exterior

Foto: El presidente del PP, Alberto Núñez Feijóo. (EFE/Juan Carlos Hidalgo)
El presidente del PP, Alberto Núñez Feijóo. (EFE/Juan Carlos Hidalgo)
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Si Alberto Núñez Feijóo fuera el actual presidente del Gobierno, habría estado presente, junto al Rey de España, en la Cumbre Iberoamericana de Santo Domingo, como han hecho todos los presidentes españoles desde que en 1991 se celebró la primera edición de ese foro internacional —impulsado inicialmente por Felipe González y el mexicano Carlos Salinas—, donde se encuentran bianualmente los países que hablan español o portugués.

El presidente Feijóo habría compartido la mesa de la reunión con gobiernos impecablemente democráticos, con otros más o menos populistas y corruptos y con dictaduras odiosas, porque esa es la realidad política del continente. Quizá tendría el valor que demostró el presidente chileno, Gabriel Boric, que, en su discurso, denunció abiertamente al régimen sanguinario de Nicaragua, o el propio Felipe VI, que, sin mencionar a ningún país en concreto, incluyó en sus palabras una defensa firme de la democracia y los derechos humanos. Pero si alguien en España (por ejemplo, el líder de la oposición) le reprochara de forma expresa o sugerida su asistencia a la reunión, todo el país lo recibiría cono una marcianada incomprensible.

Foto: El presidente del PP, Alberto Núñez Feijóo. (EFE/Mariscal) Opinión
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A toro pasado, los portavoces del PP se han deshecho en explicaderas quejumbrosas, argumentando que en el acto populista que se montó en Madrid no pretendían atacar a Sánchez por asistir a la cumbre de Santo Domingo. Intento inútil. Todo el desempeño del PP y de su líder en torno a este episodio demuestra una de estas tres cosas (o quizás una mezcla de ellas): a) una comprensión deficiente de la naturaleza de las relaciones internacionales y, específicamente, de la relación de España con Latinoamérica; b) un preocupante nivel de amateurismo en la planificación y ejecución de sus actos y en la redacción de discursos; c) una ingenuidad imperdonable respecto a la catadura del adversario que tiene enfrente, lo que le viene sucediendo al líder del PP desde que ocupó el cargo y ya le ha costado unos cuantos disgustos.

Resulta grotesco ver al próximo presidente del Gobierno y a la plana mayor del PP jaleándose mutuamente con un puñado de fanáticos evangelistas —la secta religiosa que promueve todos los populismos de extrema derecha en Latinoamérica—, y mucho más presentar esa bufonada como un encuentro “con los pueblos de Hispanoamérica” en contraste con la reunión de Santo Domingo (un contraste buscado aunque poco meditado, como delatan las palabras de Esteban González Pons al introducir el acto). Tan ridículo resultó aquello que el propio PP se apresuró, cuando la cosa ya no tenía remedio, a suprimir de su página web algunas de las intervenciones más extravagantes que allí se produjeron.

Foto: El líder del PP, Alberto Núñez Feijóo. (EFE/Javier Lizón) Opinión
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Segundo, si realmente no se deseaba que el acto apareciera como un contrapunto crítico a la cumbre de Santo Domingo, un equipo mínimamente profesional se habría limitado a descartar ese fin de semana y sortear cualquiera de los otros 51 que hay en el año. Es casi preferible creer que se buscó la coincidencia a sospechar que nadie en Génova se tomó la molestia de mirar el calendario y medir las implicaciones.

Ese mismo equipo profesional jamás habría incluido en el discurso del líder un párrafo tan resbaladizo como este: “Estoy muy orgulloso de estar aquí, con el pueblo hispanoamericano, de no rendir pleitesía a gobernantes aprendices de autócratas y realmente autócratas que utilizan a su pueblo no para mejorar y prosperar, sino para mejorar y prosperar ellos. Por eso no echo de menos reunirme con algunos gobernantes de las naciones hispanoamericanas”. Por un lado, la tribu de fanáticos que se presentaron en ese acto cutre no representaba en absoluto a los pueblos de Hispanoamérica. Por otro, cuando el líder del PP llegue al poder, se hartará de reunirse con autócratas, no solo de Latinoamérica, sino del mundo entero. ¿O pretende cerrar las Naciones Unidas? Cuando alguien está tan cerca como lo está Feijóo de convertirse en presidente, conviene que comience a actuar como si ya lo fuera.

Era totalmente de esperar la sobrerreacción histérica impostada por el Gobierno. Sucederá cada vez que el líder de la oposición cometa algo que tenga siquiera la apariencia lejana de un error; mucho más si el error es manifiesto, como en esta ocasión. Sánchez recrimina a todo aquel que lo critica fuera de España, pero no se priva de hacer lo mismo con sus rivales, incluyendo una ristra de insultos personales. Y tras él va el coro entero, el institucional y el editorial.

A la política —sobre todo, a esta clase de política— se viene llorado. Quizá lo más patético de este episodio haya sido escuchar al adulto Feijóo lagrimeando porque el malvado Sánchez y sus sicarios manipularon sus palabras (bastante equívocas, por cierto) para cubrirlo de barro. Esto es el sanchismo, amigo. A Feijóo le está costando hacerse cargo de lo que ello significa y sigue concediendo a su rival una presunción de honorabilidad política carente de toda base factual. En todo caso, la llorera después del patinazo no contribuye a fortalecer su causa ni su imagen.

Foto: El líder del PP, Alberto Núñez Feijóo. (EFE/Javier Lizón)

Es probable que Feijóo y sus colaboradores pensaran más en el espectáculo horrísono de un expresidente español definitivamente convertido al podemismo y a la causa bolivariana, que pocos días antes se congregó en Buenos Aires con lo peor de cada casa para homenajear a Cristina Kirchner, epítome del peronismo social-reaccionario, implicada en no menos de cinco causas judiciales por corrupción y cuyo papel en el asesinato del fiscal Nisman en 2015 sigue sin aclararse. Si ese era el propósito, debió formularse la muy justa crítica por directo y en su momento, no mezclar churras con merinas para meterse en un charco y ponerse perdido.

Puestos a buscar el voto de la numerosa comunidad latina en las elecciones del 28 de mayo, se me ocurren varias formas más inteligentes y menos patosas de hacerlo. Si se trata de defender la libertad y denunciar la proliferación de autócratas populistas en Latinoamérica y la indulgencia hacia ellos de la retroizquierda gobernante en España, hay también unos cuantos modos y momentos menos autolesivos para plantearlo con seriedad —a ser posible, sin evangelistas fanatizados alrededor—.

Con elecciones o sin ellas, estaría muy bien que quien puede ser pronto presidente de España reflexione a fondo sobre el irresponsable abandono de Latinoamérica como eje primordial de nuestra política exterior por parte del actual Gobierno, del anterior y del anterior. El vínculo iberoamericano es el tesoro más preciado que nos ha legado nuestra historia, desgraciada en casi todo lo demás. En lo que llevamos de siglo XXI, lo estamos tirando a la basura, en lo que constituye un verdadero suicidio histórico, quizás irreparable. Añadir oportunismo, frivolidad o simple falta de rigor a esta cuestión medular de España es uno de los errores que un candidato serio a la presidencia del Gobierno no se puede permitir.

Si Alberto Núñez Feijóo fuera el actual presidente del Gobierno, habría estado presente, junto al Rey de España, en la Cumbre Iberoamericana de Santo Domingo, como han hecho todos los presidentes españoles desde que en 1991 se celebró la primera edición de ese foro internacional —impulsado inicialmente por Felipe González y el mexicano Carlos Salinas—, donde se encuentran bianualmente los países que hablan español o portugués.

Alberto Núñez Feijóo
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