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Ignacio Varela

Una Cierta Mirada

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Podemos sin Podemos

Yolanda Díaz no tiene 31 diputados bajo su disciplina, tiene 26… y ya veremos lo que sucede durante la travesía

Foto: Fotografía: Gustavo Valiente / Europa Press
Fotografía: Gustavo Valiente / Europa Press
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Los políticos están acostumbrados a que solo se les entiendan bien los insultos. Es una lástima que los redactores del documento “Una nueva coalición de gobierno progresista en España” no hayan incluido alguna medida para obligarse a sí mismos a cuidar la gramática y la inteligibilidad de sus textos programáticos. Sería saludable que, terminado el trabajo de los negociadores, se pasaran esos textos por un comité de estilo, no tanto para aclarar lo deliberadamente confuso (que destruiría los acuerdos) como para reparar los infinitos atentados a las reglas básicas de la sintaxis y la morfología, que harían suspender en Lengua a todos sus hijos menores.

Hace tiempo descubrí que la calidad literaria de un texto político es inversamente proporcional a la cantidad de gerundios que contiene. En el indigesto escrito que presentaron ayer Pedro Sánchez y Yolanda Díaz aparecen 185 gerundios (seguro que alguno se me ha escapado). En cuanto a expresiones rayanas en la comicidad, solo en la introducción pueden hallarse, por ejemplo, una referencia a “el interés general de la gente”, otra a “los derechos y libertades de la ciudadanía, las mujeres y las personas del colectivo LGTBI” (enumeradas por ese orden, lo que parece excluir de la primera categoría a las otras dos) o la afirmación enfática de que “el nuevo Gobierno de coalición progresista estará compuesto por diferentes formaciones políticas” —se agradece la aclaración—. Así continúa el texto entero.

Por lo demás, el documento se extiende con generosidad abrumadora sobre los tópicos establecidos de la progresía oficialista, con claro predominio de todo lo identitario sobre lo comunitario, que es el signo de los tiempos. Precisa puntillosamente las actuaciones en lo que probablemente pertenecerá a la jurisdicción de Yolanda Díaz en el Gobierno en ciernes, hasta el punto de que, por momentos, parece que estamos leyendo más el programa de la Vicepresidencia de Asuntos Sociales (singularmente, del Ministerio de Trabajo) que el del Gobierno propiamente dicho. Se muestra mucho más parco en otros campos (Defensa, Interior, Justicia, Exteriores, política territorial) que el presidente se reserva para sí. Y está impregnado de un fortísimo aroma continuista: sin duda, los negociadores han sido conscientes de que la composición de este Parlamento no permitirá grandes aventuras legislativas ni reformas de fondo y, por ello, las expresiones más repetidas son “seguiremos”, “continuaremos”, "profundizaremos", etcétera, en lo hecho durante la legislatura anterior.

Se agradece que, al contrario de lo que sucedió en el delirante acuerdo de gobierno que firmaron Iglesias y Sánchez en 2019, esta vez nos ahorren promesas de cosas que saben que no será posible hacer por la ausencia de las condiciones climáticas imprescindibles (es decir, por la restricción radical del espacio del consenso): solo se les va la mano al prometer la reforma del artículo 49 de la Constitución (la mención a los “disminuidos”, que tampoco se hará porque nadie se atreverá a abrir el melón de la reforma constitucional) y una reforma del sistema de financiación autonómica, inviable con un Gobierno y una mayoría gubernamental de esta naturaleza enfrentados a un poder territorial copado por el PP. Así las cosas, el impulso reformista del programa se agota en la reducción de la jornada laboral, en restringir los vuelos de corta distancia y muy poco más. El resto de las 48 páginas contiene una promesa mil veces reiterada de más de lo mismo, lo que no deja de ser un ejercicio de realismo político. Seguir en el poder por seguir en el poder, que es de lo que va esto desde la noche del 23 de julio.

Foto: Yolanda Díaz, junto a Pedro Sánchez, tras llegar a un acuerdo de Gobierno. (EFE/Emilio Naranjo)

Los dos temas internacionales de máxima preocupación mundial se tratan con extrema brevedad y se manejan con pinzas: una rutinaria declaración de “apoyo y solidaridad con Ucrania” que excluye la exigencia a Putin de que se retire del territorio invadido y un no menos formulario requerimiento de las vías diplomáticas para avanzar hacia la paz en Oriente Medio, del que han sido higiénicamente omitidas toda mención a Hamás y, por supuesto, la palabra terrorismo.

Pero lo más llamativo del documento no es lo que dice, sino lo que calla. Llegas al capítulo de política territorial, y te dices: aquí viene el tomate. Pues no. Del acuerdo de gobierno entre el PSOE y Sumar ha desaparecido por ensalmo el llamado “conflicto de Cataluña” y todas sus derivaciones. De hecho, no aparece en ningún lugar la palabra Cataluña. No busquen tampoco mención alguna a la amnistía, el referéndum, la vía unilateral y todo lo que tiene al país sobre ascuas. Tampoco hay referencias al mapa político surgido de las elecciones, a la necesidad de completar la mayoría autodenominada progresista con los partidos nacionalistas, a la desjudicialización y todo lo demás. Un visitante extranjero que leyera el documento sin conocer el contexto pensaría: a) que España no tiene ningún problema relativo a Cataluña, b) que basta con que el PSOE y Sumar se pongan de acuerdo en unas cuantas medidas sociales para garantizar cómodamente la investidura de Sánchez y la gobernación del país, c) que Puigdemont, Junqueras, Otegi y compañía nunca existieron.

Foto: Pedro Sánchez y Begoña Gómez bajan de un avión en una visita oficial a Cuba. (EFE)

El motivo inmediato de esta omisión es bien pedestre: Sánchez se dispone a someter este acuerdo a votación de sus bases, con la certeza de obtener una mayoría búlgara. Pero si aparecieran el tema de Cataluña, la amnistía, Puigdemont y el referéndum, la votación podría no perderse (ya se han ocupado de que tal cosa no pueda suceder en ningún caso), pero sí quizás emborronarse. Y Sánchez no desea un debate en su partido, sino una aclamación.

Por su parte, Yolanda Díaz parece haber asumido plenamente su papel como fuerza subalterna dentro del sanchismo, siempre que le garanticen una parcela prominente en el Consejo de Ministros. Esa es su versión actualizada de la consigna de “tomar el cielo por asalto” que Pablo Iglesias lanzó en su día. Hubo un tiempo en que el Partido Socialista admitía corrientes organizadas de opinión en su seno. La más conocida fue Izquierda Socialista, que resultó mucho más crítica y rebelde respecto a la jefatura de lo que el yolandismo está siendo para Sánchez.

De momento, a Sánchez le vale con lo que ella le ofrece: un Podemos sin Podemos. O si lo prefieren, un Podemos domesticado

Iglesias fundó Podemos, revolucionó la izquierda española y estuvo a punto de desbancar electoralmente al PSOE. De todo aquello quedan cinco diputados. Belarra ha formulado preventivamente un voto particular hacia el acomodaticio programa diseñado para la segunda edición de Frankenstein. No es difícil vislumbrar su hoja de ruta: los cinco diputados de Podemos valen tanto, aritméticamente, como los cinco del PNV. Votarán desganadamente la investidura de Sánchez y, cuando comprueben que los dejan fuera del Gobierno, tomarán posesión del Grupo Mixto (donde ahora solo habitan el diputado del BNG y el de UPN) y se harán valer como interlocutores imprescindibles para cualquier votación en el Congreso. Yolanda Díaz no tiene 31 diputados bajo su disciplina, tiene 26… y ya veremos lo que sucede durante la travesía. De momento, a Sánchez le vale con lo que ella le ofrece: un Podemos sin Podemos. O si lo prefieren, un Podemos domesticado.

Los políticos están acostumbrados a que solo se les entiendan bien los insultos. Es una lástima que los redactores del documento “Una nueva coalición de gobierno progresista en España” no hayan incluido alguna medida para obligarse a sí mismos a cuidar la gramática y la inteligibilidad de sus textos programáticos. Sería saludable que, terminado el trabajo de los negociadores, se pasaran esos textos por un comité de estilo, no tanto para aclarar lo deliberadamente confuso (que destruiría los acuerdos) como para reparar los infinitos atentados a las reglas básicas de la sintaxis y la morfología, que harían suspender en Lengua a todos sus hijos menores.

Pedro Sánchez Yolanda Díaz
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