Es noticia
Sánchez sofoca su autogolpe
  1. España
  2. Una Cierta Mirada
Ignacio Varela

Una Cierta Mirada

Por

Sánchez sofoca su autogolpe

En estos días de vergüenza, Sánchez ha manipulado y despreciado a todos. Ha pasado por encima del marco institucional que debe rodear la posible renuncia de un primer ministro

Foto: Un manifestante sujeta una copia del libro 'Manual de resistencia' del presidente del Gobierno, Pedro Sánchez. (Reuters/Violeta Santos Moura)
Un manifestante sujeta una copia del libro 'Manual de resistencia' del presidente del Gobierno, Pedro Sánchez. (Reuters/Violeta Santos Moura)
EC EXCLUSIVO Artículo solo para suscriptores

"Igual que en un escenario, finges tu dolor barato. Tu drama no es necesario, ya conozco ese teatro". Es imposible coexistir con la figura de Pedro Sánchez sin evocar cotidianamente la letra del inmortal bolero de La Lupe. O quizás la imagen del genial Chaplin en la soledad de su despacho, bailando con un globo que semeja la bola del mundo. Siempre queda la duda de si los grandes simuladores llegarán a creer sus embustes.

En esta ocasión, Sánchez prolongó la parodia hasta el último minuto. En la mañana de su aparición estelar usó al rey como involuntario actor de reparto para cebar la creencia de que realmente se disponía a dimitir. La primera parte de su alocución -plagada de falsedades y afirmaciones falaces- pareció el preanuncio de una retirada por amor. Hasta que sacó de la chistera el conejo que tuvo guardado durante los cinco días más estrafalarios de su peripecia presidencial: “He decidido seguir”. Le faltó rematar la frase con un guiño malicioso, como diciendo: “Creísteis que me iba, pichones”.

El rasgo más llamativo del quilombo de esta semana surrealista es que se trata de una crisis de gobierno provocada por su propio presidente sin fundamento fáctico de ninguna clase. El miércoles de la semana pasada no existía ninguna crisis que amenazara la continuidad del Gobierno, salvo la precariedad crónica que lo acompaña desde su nacimiento. El PSOE celebraba el misérrimo 14% que había obtenido en las elecciones vascas y sus socios nacionalistas estaban satisfechos y tranquilos con la victoria compartida. Como única novedad, este periódico informaba de que un juez de instrucción se disponía a estudiar una denuncia presentada en su juzgado sobre las actividades mercantiles de la mujer del presidente, sin que ello implicara imputación o acusación de ningún tipo. En eso consisten las diligencias previas en un procedimiento penal.

La propaganda oficialista transformó súbitamente el rutinario acto procesal del juez Peinado en una ofensiva organizada del estamento judicial con el objetivo de derribar al Gobierno. Las informaciones de este periódico sobre Begoña Gómez (todas veraces y ninguna desmentida) se convirtieron en un golpe de Estado mediático concertado con la extrema derecha con el mismo propósito derrocatorio. Y todo ello, amasado con una ración masiva de demagogia lacrimógena, en una amenaza existencial contra la democracia.

Con ese material de desecho perpetró el presidente del Gobierno una carta infame en la forma y en el fondo y anunció, entre una catarata de quejas y amenazas, un encierro de cinco días para meditar sobre su continuidad en el cargo junto a la esposa mancillada. De fondo, siempre La Lupe: “Teatro, lo tuyo es puro teatro…”

No busquen un proceder similar por parte de algún primer ministro de una democracia europea: no lo encontrarán. Donde sí lo encontrarán, calcado al milímetro por Sánchez, es en los regímenes populistas de Latinoamérica. Cristina Kirchner, en especial, manejó este recurso con maestría cuando se vio apurada por acciones judiciales en torno a los múltiples episodios de corrupción en que estuvo y continúa involucrada.

Foto: El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, comparece en la Moncloa. (Moncloa)

Pablo Pombo ha descrito con precisión la secuencia de estas maniobras populistas ejecutadas desde el poder: primero te presentas como víctima de una conspiración universal contra tu persona y, por ende, contra la democracia (ya que tu persona y la democracia son la misma cosa). Después señalas a los agentes del mal, entre los que invariablemente figuran la prensa canallesca y los jueces. A continuación exiges muestras de adhesión inquebrantable, prietas las filas, pasando lista y tomando nota de quienes no la expresen con fervor suficiente. Te haces organizar un acto aclamatorio y, finalmente, anuncias tu disposición a seguir sacrificándote por el bien del pueblo y de la democracia, no sin insinuar represalias ejemplares para los golpistas. El patrón de conducta es tan grosero y tan conocido que produce rubor verlo reproducido a este lado del Atlántico.

En estos días de vergüenza, Sánchez ha manipulado y despreciado a todos. Ha pasado por encima del marco institucional que debe rodear la posible renuncia de un primer ministro. Ha humillado a su equipo, haciendo saber que lo tenía excluido de la decisión hasta el punto de no responder a sus llamadas. Ha sometido a su partido, obligándolo a realizar un ejercicio de pleitesía caudillista que clausura definitivamente al PSOE como una organización deliberativa. Ha dicho defender el honor de su mujer por el curioso procedimiento de provocar que el nombre de ella aparezca en la prensa internacional asociado a la palabra corrupción. Ha alimentado hasta la náusea el culto a la personalidad y ha estimulado, con Zapatero como animador principal, un ciclo de reacciones histéricas por parte de personas que habitualmente se expresan con mesura y racionalidad. Sobre todo, ha elevado en varios grados la temperatura de la confrontación frentista sobre la que fundamenta su acción política desde que apareció en la escena nacional.

Es probable que su primer propósito fuera únicamente desplegar, por la vía de la intimidación, un espacio de inmunidad para sí mismo y para los suyos. Pero los efectos del desafío han ido mucho más lejos. En cinco días se ha evocado la guerra civil más que en muchos años atrás. En la mascarada del Comité Federal cuyo único punto del día era canonizar al jefe, los dirigentes (incluso los que se hacen pasar por críticos) rivalizaron entre sí recordando sus antepasados muertos en la carnicería de los años 30. Hemos visto a jóvenes y veteranas figuras del periodismo reclamando la vuelta de la censura y mano dura para los jueces insurrectos, y firmando manifiestos contra “el golpismo mediático” (en el que se incluyen todos los medios no afectos al régimen). Miembros del Gobierno han declarado, en pleno éxtasis maniqueo, que su objetivo es “que no ganen los malos”. Un catedrático de Derecho Constitucional afirmó en mi presencia que el hecho de que los dirigentes socialistas rescaten en 2024 el grito de “No pasarán” es, simplemente, “una muestra de libertad de expresión”. Sin inmutarse por el disparate.

Es sabido que la ley del embudo es la única que se cumple inexorablemente en España, pero asombra escuchar los lamentos jeremíacos del presidente más cismático de la democracia española -y de sus corifeos- por la polarización, la crispación y la demonización del adversario político, como si fuera un fenómeno ajeno a ellos. Ciertamente, Pedro Sánchez no ha inventado la polarización política; se ha limitado a hacer de ella una de las bellas artes y el principio estratégico que atraviesa toda su trayectoria fuera y dentro del poder. Antes de Sánchez, la confrontación bipolar excluyente era una patología accidental. A partir de él se ha cronificado y ha pasado a ser el elemento estructural de la política española.

Ignoro si las amenazas de Sánchez contra los medios díscolos y los jueces independientes, alarmantemente secundadas por gentes de historial democrático y moderado, se plasmarán en textos legales -sobre los que, sin duda, algo tendrá que decir la Unión Europea- o la cosa se quedará en la implantación de un clima intimidatorio frente a la discrepancia. Con certeza, el resultado inmediato de esta maniobra será más cesarismo y más polarización sectaria, que es lo que probablemente se buscaba desde el principio. La experiencia muestra que, cuando un gobernante de este pelaje comienza a hablar de regeneración, estamos ante el preludio de una caza de brujas.

Por lo demás, quienes aspiran a resucitar el Frente Popular, por un lado, y la CEDA, por el otro, están hoy un poco más cerca de lograrlo. En mala hora, insensatos.

"Igual que en un escenario, finges tu dolor barato. Tu drama no es necesario, ya conozco ese teatro". Es imposible coexistir con la figura de Pedro Sánchez sin evocar cotidianamente la letra del inmortal bolero de La Lupe. O quizás la imagen del genial Chaplin en la soledad de su despacho, bailando con un globo que semeja la bola del mundo. Siempre queda la duda de si los grandes simuladores llegarán a creer sus embustes.

Pedro Sánchez
El redactor recomienda