Es noticia
Sánchez versus Andalucía
  1. España
  2. Una Cierta Mirada
Ignacio Varela

Una Cierta Mirada

Por

Sánchez versus Andalucía

Si el PSOE ha gobernado en España casi el doble de tiempo que el PP (pese a lo cual sus propagandistas siguen achacando a la derecha todos los males de la patria), ello se debe fundamentalmente a Andalucía

Foto: El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez y la vicepresidenta primera y ministra de Hacienda, María Jesús Montero. (Europa Press/Eduardo Parra)
El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez y la vicepresidenta primera y ministra de Hacienda, María Jesús Montero. (Europa Press/Eduardo Parra)
EC EXCLUSIVO

Espero que me disculpen los administradores oficialistas de la desmemoria democrática: en la fachosfera, algunos persistimos en nuestro empeño de asociar la conquista de la libertad a las elecciones de 1977 o a la Constitución de 1978, no a la pestilente agonía y muerte de un dictador que se fue al infierno en pleno uso de su poder creyendo dejarnos a todos atados y bien atados.

Pues bien, en los 46 o 47 años de democracia y votaciones libres que hemos disfrutado en España tras 150 años de guerra civil expresa o latente, el hecho electoralmente más trascendente desde el punto de vista territorial ha sido la hegemonía persistente del Partido Socialista en Andalucía entre 1982 y 2018 (lo que cubre los mandatos de Felipe González, Almunia, Zapatero e incluso Rubalcaba), seguido de la caída a plomo de ese partido en ese territorio clave a partir de la llegada al poder de Pedro Sánchez en 2018.

Si el PSOE ha gobernado en España casi el doble de tiempo que el PP (pese a lo cual sus propagandistas siguen achacando a la derecha todos los males de la patria, como si ellos hubieran estado siempre en la oposición), ello se debe fundamentalmente a Andalucía. Sin las victorias aplastantes de los socialistas en la comunidad más poblada de España, el reparto temporal del poder habría sido, como mínimo, más equilibrado. Y sin la brusca inversión de esa relación de fuerzas en Andalucía a partir de 2018 -consolidada de forma igualmente aplastante en 2023- hoy la derecha no tendría una expectativa realista de ganar las elecciones en España.

No nos demoremos repasando una vez más el trayecto histórico: todo empezó en aquel referéndum del 28 de febrero de 1981 en el que los andaluces rompieron por el eje el diseño autonómico ideado por los constituyentes (con tres comunidades de primera categoría y las demás de segunda), los socialistas encabezados por Rafael Escuredo tuvieron la astucia y la audacia de liderar la insurgencia para convertirse después en el PRI de Andalucía (hasta el punto de convertir el 28-F en la fiesta nacional) y la derecha española se equivocó fatalmente, lo que la envió al purgatorio electoral durante más de tres décadas.

Foto: el-psoe-se-desploma-en-el-cis-andaluz-en-medio-del-debate-sobre-la-continuidad-de-espadas

No es el único caso: el PNV en el País Vasco, Convergencia en Cataluña y el PP en Galicia funcionaron igualmente como partidos institucionales absorbiendo para sí la identidad colectiva de sus territorios, ejerciendo duraderamente un poder con claros rasgos clientelares y, sobre todo, desarrollando entramados de control social que les permitieron modelar la conciencia colectiva a su imagen y semejanza. Sólo el PP gallego conserva ese modelo, y mi impresión es que Moreno Bonilla está en vías de reproducirlo en Andalucía gracias a su propio acierto y al desistimiento increíble del PSOE, que antaño se autoproclamó “el gran partido de los andaluces” y hoy se arrastra en la melancolía del perdedor presentido antes de iniciarse la carrera.

Hay un largo camino entre el 60% de votos que obtuvo Felipe González en Andalucía en las elecciones generales de 1982 y el misérrimo 24% de Juan Espadas en las autonómicas de 2023. Pero no se trata de un declinar paulatino, sino de un socavón autoinducido en los años del sanchismo. Hoy sorprende recordar que en las generales del año 2000, con una mayoría absoluta de José María Aznar y el PSOE desplomado en toda España, Joaquín Almunia ganó en Andalucía ¡con un 44%!

Hay tres razones que explican más que otras el naufragio andaluz del partido de Sánchez:

La primera es el olvido de los orígenes. Si el PSOE se convirtió en el partido andaluz por excelencia fue porque, en su momento, supo sintonizar con el sentir irredento de un pueblo históricamente abandonado a su suerte y, en el momento clave (cuando se estaba formateando la nueva arquitectura institucional de España), ponerse a la cabeza de una reclamación que salía de las entrañas: Andalucía, como la que más. “Como la que más”, en aquel momento -y también en este-, no significa como Madrid, sino como Cataluña, símbolo del progreso periférico y recipiente tradicional de los favores del poder central por la potencia política de sus partidos nacionalistas. Andalucía, además, como vertebradora de una España a la vez diversa y unitaria.

El gran éxito de la consigna igualitaria fue el extraordinario salto adelante de la España pobre (Andalucía, Extremadura, Castilla-La Mancha) gracias a la autonomía política. Hubo un período, en el posfelipismo, en que las tres personas más poderosas del PSOE fueron Chaves, Bono y Rodríguez Ibarra, y no por casualidad.

Foto: moreno-quiere-convertir-al-pp-andaluz-en-el

Eso sí está clavado en la memoria histórica de los andaluces (mucho más que la payasada del Valle de los Caídos). Si Sánchez pensó que tomar como aliados privilegiados a los secesionistas vascos y catalanes, formar con ellos un bloque político y abrirles las puertas de la dirección del Estado le saldría gratis, se equivocó mucho. Ello le ha servido para alcanzar el poder y sostenerse en él a base de pactos y concesiones inverosímiles, pero le ha enajenado para siempre la adhesión del resto de España, especialmente de quienes un día vieron en su partido una ocasión de redención histórica.

El segundo motivo es su desprecio por la organicidad de su partido en beneficio del cesarismo de su persona. Además de contar con liderazgos tan potentes como los de González, Guerra, Escuredo y el propio Chaves, el PSOE de Andalucía fue una maquinaria política de eficiencia legendaria, que expandía su influencia al último rincón del último pueblo y presumía, con razón, de marcar la ruta al PSOE nacional. Hoy es un guiñapo inútil, carente de todo vigor, privado de su autoestima y manejado como una marioneta desde un despacho de Ferraz. Sus últimas campañas electorales han resultado simplemente lamentables, y su pulso orgánico se aproxima al encefalograma plano.

Lo que nos conduce al tercer motivo de una decadencia imparable, que es el deterioro acelerado del material humano disponible (me refiero sobre todo a la dirigencia). Susana Díaz está muy lejos de ser un genio de la política pero, al menos, conoce el patio y los rudimentos del oficio. El rencor y la prisa por echarla condujeron a transformar un razonable alcalde de Sevilla en un incapaz líder andaluz, de tal forma que se perdieron ambas cosas: Andalucía y Sevilla. El pobre Juan Espadas no ha hecho nada malo ni bueno: se ha limitado a obedecer sin rechistar, incluso cuando las órdenes eran manifiestamente indigeribles para a mayoría de los andaluces.

Foto: maria-jesus-montero-candidata-andalucia Opinión

La penúltima ocurrencia es poner al frente del PSOE andaluz nada menos que a la ministra de Hacienda: la artífice de los regalos a Junqueras y Puigdemont, la del pacto de soberanía fiscal para Cataluña, la interlocutora favorita de Otegi, la mejor amiga del PNV y, con bastante certeza, uno de los personajes más groseramente sectarios de la corte monclovita. Desde Tarifa a Alborán, los andaluces de toda condición tiemblan de entusiasmo ante la perspectiva de verse liderados por el ama de llaves de Sánchez.

En su larga travesía del desierto, el PP andaluz tuvo tiempo de reflexionar y estudiar. Estudió, sobre todo, el modelo de ejercicio del poder que permitió al PSOE ser hegemónico durante casi cuatro décadas; y lo está mimetizando con precisión milimétrica. Moreno Bonilla estudió el modelo de liderazgo socialista más longevo y próximo a su propia personalidad, que no es el del revoltoso Escuredo sino el más pausado de Chaves, y lo imita hasta en los gestos. Por el camino, se han hecho con el poder omnipresente de la Junta de Andalucía (el más clientelar de España junto a la Generalitat de Cataluña), con seis de las ocho diputaciones provinciales y con la mayoría de las alcaldías. Con Marichús enfrente, se admiten apuestas.

Espero que me disculpen los administradores oficialistas de la desmemoria democrática: en la fachosfera, algunos persistimos en nuestro empeño de asociar la conquista de la libertad a las elecciones de 1977 o a la Constitución de 1978, no a la pestilente agonía y muerte de un dictador que se fue al infierno en pleno uso de su poder creyendo dejarnos a todos atados y bien atados.

Pedro Sánchez Noticias de Andalucía
El redactor recomienda