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Sánchez, el Saturno que devora a sus criaturas
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Ignacio Varela

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Sánchez, el Saturno que devora a sus criaturas

El cementerio político está repleto de palafreneros de Sánchez a los que su amo apuñaló por pura diversión. O quizá, como lo de las mentiras, por mantenerse en forma

Foto: 'Saturno devorando a su hijo'. 1819. (Francisco de Goya/Museo del Prado)
'Saturno devorando a su hijo'. 1819. (Francisco de Goya/Museo del Prado)
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Hay cinco presidentes autonómicos del PP que, secretamente, desean que la legislatura se prolongue hasta 2027. Son los de Andalucía, Madrid, Aragón, Canarias y la Comunidad Valenciana (añado a Baleares por Armengol, ministra honoraria). En todos esos territorios, algún ministro de Sánchez se dispone a simultanear ese cargo con el liderazgo de la oposición autonómica. Un verdadero chollo.

No es sencillo concebir y ejecutar una operación política que resulte a la vez institucionalmente aberrante para el Estado y disfuncional para el Gobierno, orgánicamente vejatorio para el partido propio y electoralmente suicida para las personas a las que se embarca en la aventura.

El cementerio político está repleto de palafreneros de Sánchez a los que su amo apuñaló por pura diversión. O quizá, como lo de las mentiras, por mantenerse en forma. La mayoría de sus víctimas acepta la purga sin rechistar, así que el sátrapa cada vez se anima más, especialmente si es capaz de revestir sus sacrificios rituales como movimientos estratégicamente magistrales que acrecientan la leyenda. El caso es que hay pocos oficios en España tan peligrosos como trabajar en la inmediación de Pedro Sánchez. Cómo será la cosa que la peste ha afectado incluso a la mujer, el hermano y el apoderado.

Su penúltima maniobra prodigiosa ha sido enviar a cinco de sus ministros más sectarios a otras tantas comunidades autónomas, con el dudoso encargo de reconquistar el poder regional sin abandonar en el entreacto su asiento el Consejo de Ministros; como si el hecho de navegar a bordo de este gobierno Titanic fuera un activo electoral y no un lastre letal.

Foto: El secretario general del PSOE de Madrid, Óscar Lopez, y la ministra y vicesecretaria general del PSOE, María Jesús Montero. (Europa Press/Alejandro Martínez Vélez) Opinión
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No hace falta ser un genio de la estrategia para comprender que el plan hace agua por todas partes. Tanta, que se siente la tentación de imaginar que, más que una encomienda heroica, Sánchez les ha tendido una trampa para pichones.

Muchos hemos señalado el conjunto de anomalías institucionales que se concitan en esta operación. En un Estado fuertemente descentralizado de carácter cuasifederal, ejercer al mismo tiempo de ministro del Gobierno central y de líder de la oposición en una de las entidades territoriales que componen el Estado es un contrasentido que sólo puede crear conflictos, confusiones y toda clase de agravios comparativos. Cuando la señora ministra de Hacienda tenga que hablar de política fiscal y/o de financiación autonómica con la Junta de Andalucía, ¿qué gorro se pondrá?, ¿qué interés servirá y a cuál traicionará?, ¿qué volumen inmanejable de choques de intereses saldrá de esa turbia forma de pluriempleo político?

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No existen precedentes conocidos en los Estados democráticos descentralizados. Ninguno de los antecesores de Pedro Sánchez en la Moncloa, pudiendo hacerlo, cayó jamás en esa tentación. Suárez, Calvo Sotelo, González, Aznar, Zapatero y Rajoy tuvieron -en diversos grados- un sentido de la institucionalidad del que Sánchez carece por completo. Además, eran más avispados y sabían de sobra que combinar en una misma persona las condiciones de ministro de la Nación y opositor regional es un mal negocio político para ambas entidades y una cabronada para el sujeto implicado.

Se citará como ejemplo en contrario el caso de Salvador Illa. Quizá Sánchez se haya deslumbrado por ese espejismo. Tres matices trascendentales: primero, Illa hizo el recorrido opuesto al de los expedicionarios de Sánchez. Entró en el Gobierno de España como emisario del PSC, no al revés. Segundo, Illa salió del Consejo de Ministros para dedicarse íntegramente a su candidatura en Cataluña y evitar equívocos peligrosos. Si hubiera tenido la ocurrencia, en plena pandemia, de ejercer a la vez de ministro de Sanidad y candidato a la Generalitat, el bofetón habría sido apoteósico. Tercero, Salvador Illa está lejos de ser el estadista que proclaman sus tifosi, pero no produce la hostilidad viscosa que rezuman personajes como María Jesús Montero, Óscar López, Diana Morant, Pilar Alegría, Ángel Víctor Torres (a quien deseo una buena recuperación de su enfermedad) y Francina Armengol. Repasemos uno por uno:

María Jesús Montero perteneció al Gobierno andaluz de los ERE, dejó un recuerdo manifiestamente mejorable de su gestión en la Junta de Andalucía, ha pilotado varias de las concesiones más nauseabundas a los independentismos y a Bildu, es responsable del bloqueo de los presupuestos y del pacto de soberanía fiscal con ERC y su imagen pública es indisociable de la de Sánchez desde hace 7 años. El PSOE de Andalucía la percibe, en el mejor de los casos, como un cuerpo extraño. Su probabilidad de derrotar al eficiente PP de Andalucía encabezado por Juanma Moreno tiende a cero.

Foto: Captura de uno de los momentos del programa Lo de Évole en el que el periodista entrevista a María Jesús Montero. Opinión

Óscar López, apparátchik de la cuadra zapateril y uno de los más incompetentes secretarios de organización de la historia moderna del PSOE, presenta como mérito principal haber pertenecido a la misma pandi juvenil que Pedro Sánchez, al que en aquellos tiempos no se privó de humillar como el menos dotado del grupo. Su penitencia es llevar su sumisión actual por debajo de la dignidad personal. Por lo demás, cuando él aparece en una campaña electoral, sea como organizador o como candidato, los expertos solventes aplican una rebaja de tres puntos a la estimación del PSOE. Es el llamado “factor López”. Es probable que rebase a la difunta Más Madrid y exhiba como una hazaña la segunda posición; pero si logra quedar a menos de 20 puntos de Ayuso, me como medio kilo de acelgas hervidas.

Pilar Alegría se pega un tiro en la pierna cada vez que trepa al púlpito de la sala de prensa de la Moncloa para desinformar sobre los Consejos de Ministros. Posee el récord español de tópicos banales y conceptos inarticulados, y no será porque sus antecesores le hayan dejado el listón alto. Pese a disponer de una legión de speechwriters a su servicio, no se le recuerda un destello. Y como ministra de Educación permanece rigurosamente inédita. En cuanto a su prestigio en Aragón y en el PSOE de Aragón, pregunten allí. Azcón no debería tenerlo complicado.

La única probabilidad de que Diana Morant gane en la Comunidad Valenciana es que el PP se lo regale sosteniendo a Mazón hasta el final. A su vez, la única probabilidad de que Mazón sobreviva a su propio dislate es que le pongan enfrente a Morant, que emite luz negra. Por cierto, ella encabezó en 2023 una lista electoral en la que el número dos se llamaba José Luis Ábalos. Hay miles de imágenes de ambos levantándose mutuamente el brazo, entre abrazos y besos, que sin duda correrán por las redes sociales como la pólvora.

Foto: Diana Morant, ministra de Ciencia, junto al presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, y el presidente de la Generalitat valenciana, Carlos Mazón. (EFE/Kai Försterling)

En cuanto a Armengol, tras una derrota estruendosa en Baleares, Sánchez la rescató para ejercer como delegada de Ferraz y Moncloa en la presidencia del Congreso. Ni ella soñó llegar tan alto ni el Congreso tan bajo. Nadie le discute el premio a la lealtad: pero no a su tierra ni a su alta función parlamentaria, sino a su jefe.

Tras esta brillante maniobra, en seis comunidades autónomas que suman el 60% de la población española el PSOE recorrerá el resto de la legislatura con líderes de la oposición que ni siquiera pertenecen al parlamento autonómico, menospreciando a quienes están allí, dando la cara; que pasan la mayor parte de su tiempo en sus despachos ministeriales en Madrid; y cuya popularidad en sus territorios es tan elevada como la de Vinicius en Mestalla. Eso sí, besan el suelo por donde pisa el jefe. No se espera otra cosa de ellos y ellas.

Hay cinco presidentes autonómicos del PP que, secretamente, desean que la legislatura se prolongue hasta 2027. Son los de Andalucía, Madrid, Aragón, Canarias y la Comunidad Valenciana (añado a Baleares por Armengol, ministra honoraria). En todos esos territorios, algún ministro de Sánchez se dispone a simultanear ese cargo con el liderazgo de la oposición autonómica. Un verdadero chollo.

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