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Una Cierta Mirada
Por
El vómito
Espero que el futuro nos permita cambiar la dieta, sanear el entorno y volver a pensar racionalmente. Pero antes, un gran vómito nacional es lo que estamos necesitando
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Mientras hablamos del apagón, no hablamos del rearme ni del timo de las balas israelíes. Mientras hablábamos del rearme, dejó de interesarnos el escaqueo presupuestario en contra de la Constitución. Cuando nos fijábamos en la estafa del presupuesto invisible, pasaron a segundo plano las presuntas corrupciones de la mujer del presidente, el hermano del presidente, los ministros del presidente, los dirigentes del partido del presidente y, presumiblemente, del presidente mismo. Cuando estábamos atentos a la lluvia ácida de la corrupción, dejamos de fijarnos en el disparate de gobernar sin el Parlamento en una presunta democracia parlamentaria. Cuando nos llevamos las manos a la cabeza por la burrada de pisotear al Parlamento con la colaboración de la presidenta del Congreso, olvidamos la fractura en el consejo de ministros, órgano presuntamente colegiado.
Cuando titulábamos con las puñaladas en el consejo de ministros, dejamos de preocuparnos por el hecho de que este Gobierno se sostiene en minoría sobre la subasta de votos a la que están invitados todos los partidos anticonstitucionales. Cuando nos abrumaba el sinsentido de la alianza Frankenstein, nos encontramos con el contrasentido adicional de que las leyes españolas, el reparto del dinero de los españoles y la organización territorial del Estado español se guisen en un cuarto oscuro de Ginebra con un político antiespañol fugitivo de la justicia y amigo de Putin y con un mediador salvadoreño fake —puesto que el verdadero maestro de ceremonias es un expresidente español que actúa como operador de una gran potencia asiática y defiende las tiranías latinoamericanas—.
Cuando nos asombraba que un tal Puigdemont gobierne España desde Waterloo, perdíamos de vista la ofensiva del Ejecutivo para someter al poder judicial y la guerra civil entre el Tribunal Constitucional ("esto nos lo arregla Cándido") y el Supremo, además del manejo prevaricador de la Fiscalía y la Abogacía del Estado. Mientras nos enredábamos en debates abstrusos de derecho procesal, no subrayábamos la pretensión del Gobierno de asaltar el Estado entero, sueño húmedo de un primer ministro con ínfulas de monarca del modelo Fernando VII (al que, ¡cielos!, llamaron "el deseado").
Mientras clamábamos por los excesos y la obsesión clínica de Sánchez por el poder, pasábamos por alto a Tezanos en el CIS, Serrano en Correos, Corredor en Red Eléctrica, Escrivá en el Banco de España, López (Óscar) en Paradores, López (Patxi) confraternizando con la soplona de ETA, el Tito Berni en Ramsés, Begoña entre la Complutense, Air Europa y San Petersburgo, Ábalos comprando mascarillas chinas y recorriendo la ruta de los lupanares con cargo al contribuyente… y Koldo en todas partes, con un salvoconducto universal emitido en Ferraz para hacer ofertas de las que no pueden rechazarse.
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Mientras hurgábamos en el cubo de la basura, no reflexionábamos sobre la década perdida, con la agenda reformista del país gripada a causa de una polarización partidista fabricada en un laboratorio. Cuando nos quejábamos de la polarización, no reparábamos en la aluminosis institucional que corroe los cimientos, las vigas maestras y las conducciones del Estado entero. Cuando habíamos creído la fantasía del mejor sistema sanitario del mundo, vino la pandemia y asomaron todos sus agujeros.
Mientras aplaudíamos en los balcones y nos suministraban estadísticas truchas (nunca llegamos a saber cuántos murieron), cada día se perpetraban aberraciones jurídicas que se publicaban en el BOE y ahí siguen. Mientras escalamos al primer puesto en el ranking europeo de pobreza infantil (ya lo hemos alcanzado), resulta que la economía española es la envidia del mundo. Mientras compramos a Putin más gas que nadie en Europa, hemos conseguido envenenar la relación de España con Estados Unidos, con México, con Argentina, con todas las partes del conflicto del Magreb y con Israel. Pero nuestra política exterior es una maravilla porque, por fin, tenemos un presidente con un nivel discreto de inglés.
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En fin, cuando estábamos entretenidos con la pelea de gallos en nuestro corral y las exequias del papa peronista, se apagó la luz en España. Sánchez nos dijo que la culpa es de los ricos y que a mí que me registren; y el coro de papagayos se aprestó a repetirlo por aquello de que "peor-es-que-venga la-derecha-y-la-ultraderecha".
La próxima sesión de control en el Congreso será aún más nauseabunda que lo habitual, que es mucho decir. Los finolis que saben de comunicación hablan de la estrategia de la amnesia colectiva y no les falta razón, pero no es solo eso: es que para que este tinglado se sostenga tienen que hacernos coprófagos, y las heces deben ingerirse poco a poco y con cuchara de desayuno. Espero que el futuro nos permita cambiar la dieta, sanear el entorno y volver a pensar racionalmente. Pero antes, un gran vómito nacional es lo que estamos necesitando.
Mientras hablamos del apagón, no hablamos del rearme ni del timo de las balas israelíes. Mientras hablábamos del rearme, dejó de interesarnos el escaqueo presupuestario en contra de la Constitución. Cuando nos fijábamos en la estafa del presupuesto invisible, pasaron a segundo plano las presuntas corrupciones de la mujer del presidente, el hermano del presidente, los ministros del presidente, los dirigentes del partido del presidente y, presumiblemente, del presidente mismo. Cuando estábamos atentos a la lluvia ácida de la corrupción, dejamos de fijarnos en el disparate de gobernar sin el Parlamento en una presunta democracia parlamentaria. Cuando nos llevamos las manos a la cabeza por la burrada de pisotear al Parlamento con la colaboración de la presidenta del Congreso, olvidamos la fractura en el consejo de ministros, órgano presuntamente colegiado.